Entre la delación y la omertá

Delación, qué palabra tan fea. Hay pocas con peor sonido en el diccionario. Tiene regusto a paseíllo, a cuneta, a bañera en un sótano de la DGS, a tiro en la nuca y a exilio. También a venganza, envidia, cobardía y miseria moral. Ha sido borrón obligatorio en las páginas más negras de la Historia. La padecieron los primeros cristianos y sus supuestos continuadores la perfeccionaron para ejercerla contra los que señalaron como enemigos de su fe, que eran casi todos. No ha habido época ni régimen sin caza de brujas. El poder tiene cartografiada la bajeza humana a escala 1:1 y sabe lo fácil que resulta utilizarla a su favor. Bastan treinta denarios de plata, una palmada en la espalda o un salvoconducto para comprar los ojos y tentáculos necesarios para tener vigilados los rincones más recónditos de sus dominios.

Y aún hay algo más perverso: despierta tal repugnancia, que sólo por no ser sospechosos de practicarla, nos convertimos en cómplices de las más inmundas satrapías y de las injusticias más abyectas. Solemos perder de vista esta otra cara de la moneda, igual de repulsiva, que es la dictadura del silencio. En Sicilia la llaman omertá y establece la pena de muerte sin contemplaciones y con aplauso social para quien desafía la obligación de mantener la boca cerrada. En el código aceptado por la comunidad, un crimen es un asunto privado entre quienes lo cometen y sus víctimas. Es el principio básico de funcionamiento de Cosa Nostra y de todos los emporios criminales organizados, donde incluyo, claro, a algunas multinacionales, confesiones religiosas y sin ningún género de dudas, a estados con o sin vitola democrática.

El chivato paga…

Por desgracia, la fórmula está extendida en toda la sociedad. Por algo aprendimos desde muy niños que el chivato paga el plato (o el pato, según otras versiones). Esa frase amparaba en las aulas escolares palizas y todo tipo de abusos a los escogidos como carne de cañón. Irse de la lengua era el pasaporte a engrosar el pelotón de los martirizados. No había ni hay bando intermedio. Creo que todos tenemos fresco el recuerdo de Jokin, el chaval de Hondarribia que se quitó la vida porque no pudo soportar ser vejado cada día frente al silencio colaborador de sus semejantes.

Haremos bien en no confundir el soplo interesado y ruin con la denuncia valiente y necesaria. No es casualidad que los mismos que fomentan lo primero sean los que también más se cuidan de castigar implacablemente lo segundo. Los poderosos manjean a voluntad la delación y la omertá.

4 comentarios en «Entre la delación y la omertá»

  1. Enfrentarse al poder, sea el de el «matón» de clase(por la fuerza), o el «guay»(por su ingenio), y traducido después, el estado con todas fuerzas, formas y maneras, o a la «corriente ideológica que esté de moda, o mayoritaria…es de una excepcionalidad que se paga muy cara.
    Ahí está Alfonso Sastre, y casi nadie se fija en su ejemplo.
    Por no ser excluido/a :!cuántas veces he sido mafiosa, chivata,y todo lo demás!
    Y qué pocas veces he salido con el orgullo de haberme enfrentado a lo correcto y bien pensante, a la fuerza y al buen rollito.
    Otro propósito para el año.

  2. Está claro que delación y la denuncia de lo injusto no siempre serán lo mismo. Y la diferencia radica en qué o a qué denuncias.
    A quien denunciara ante el mundo el holocausto judío en su día, corriendo con ello un riesgo evidente de eliminación física, nadie le puedría llamar chivato. Y al que denuncia o delata a una familia judía escondida en un desván, u hoy a algún vecino porque va a manifestaciones prohibidas o tiene simpatias con la ilegalizada izquierda abertzale (esto es lo que propicia el demócrata Ares), en ningún caso se le puede catalogar de salvador de nada. Es un miserable.
    Al final la delación tiene el mismo tratamiento la violencia. Por mucho que nos hartemos de decir que no es admisible en ningún caso, nos queda siempre un resquicio de escepticismo, viendo que las grandes revoluciones y los cambios positivos en la humanidad siempre se han hecho en presencia de violencia. Así que la delación, tambien: Según y como.. el fin, los medios, a quien, para qué… Desde luego el que denuncia a un fumador, a demás de impresentable es un imbécil integral.

  3. Sr. Pérez-Reverte, si usted hubiera sido incluido en una siniestra lista de ETA, como objetivo de la banda para ser asesinado. Al mensajero, al policía, al representante gubernamental, que le hubiera advertido de tal circunstancia, ¿también le hubiera tachado de repelente chivato, soplón, confidente y delator?…
    Gracias a Dios que la Institución Académica que vela por mi lengua, Euskaltzaindia, no admite, como miembros de la misma, a impresentables como usted. En la Real Academia de la Lengua Vasca usted no hubiera podido ejercer ni de conserje…
    Ah! y si alguna vez coincide a mi lado en un bar, cuando fuma uno de sus purillos, tenga por seguro que yo no me voy a chivar, ni le voy a delatar ni denunciar, Sr. Reverte, que va… Voy hacerle tragarse su purillo encendido y es que de verdad, Sr. Académico de mierda, estoy de macarrillas de poca monta como usted, ya sabe de los de la calle San Cristóbal la Larga, de su pueblo, hasta la coronilla.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *