Parecía una de las contadísimas ocasiones en que en la vida real ganan los buenos. Hace dos sábados, ese engendro catódico llamado La Noria se emitió sin un solo anuncio publicitario en sus intermedios. Empujadas por el qué dirán y no sin haber echado cuentas, las marcas que se dejaban ver en tan siniestro escaparate (no peor que otros, por cierto) fueron desertando una a una. La mayoría de ellas acompañó el abandono con una nota de apostasía de la telemierda que contenía, de propina, propósito de enmienda y petición de disculpas a sus consumidores.
Sería injusto arrumbar a todas las firmas como hipócritas, pero de momento, una ha vuelto al redil y, casi más triste, se han incorporado cinco o seis de nuevo cuño, atraídas por las tarifas a cero euros con que contraatacó Telecinco. La semana que viene se sumarán otras cuantas y antes de navidad todo volverá a ser normal. El episodio de la entrevista pagada a la madre del tal Cuco quedará amortizado y como lo que no te mata te hace más fuerte, el programa de marras seguirá esparciendo detritus con mayor convicción que antes. A veces es cierto literalmente que no hay mal que por bien no venga: la últimas entregas de la cosa han tenido los registros de audiencia más altos de su historia.
La conclusión es que tenemos Noria para rato. Y aunque una no descartable acción blanqueadora de la cadena acabase por retirar el espacio de la parrilla, no habría motivo para echar a volar las campanas. En un dos por tres sería sustituido por una ponzoña del pelo con otro nombre y las mismas hediondas intenciones. Recuérdese que Tómbola, el Mississippi de Navarro o el denostado Tomate fueron rápidamente relevados por productos que en la comparación los dejaban en pellizco de monja. El pozo séptico que es la televisión (esa televisión; no generalicemos) no conoce límites de profundidad. ¿Demasiados espectadores con alma de espeleológo, quizá?
Si, exacto, demasiados espectadores ávidos de» espelealogía escatológica» (Jesús, parece una enfermedad de House), y además es adictiva.
También parece que crea ciertas amnesias parciales, por eso se me ha ocurrido la comparación con la famosa teleserie: la gente olvida la divertida escandalera que provocó el «ex pantojo» hace unos meses en el mismo programa (300.000 de vellón, que debió de levantarse el ex alcalde), o la invitación al programa de Ana Rosa Superosssea Quintana cuando llevó a dos de las implicadas en la muerte de M del Castillo hace un tiempo y tantos etcéteras.
Tengo la impresión de que ese tipo de televisión (yo también pienso que no hay que generalizar) ha creado un estilo propio, el autoescándalo, o una mirada constante al ombligo de la autocomplacencia con muchos decibelios, en el que el protagonista de turno no es mas que un invitado cuya función es hacer de comparsa del propio programa, que ha hecho suyo el viejo dicho «que hablen de uno, aunque sea bien».
Aún así, y aunque suene muy mal, creo que dan al público lo que éste les demanda, y no sé si tenemos los políticos que queremos, pero sí tenemos la televisión que nos merecemos.
Pues vayámonos preparando para lo que nos espera con RTVE, un oasis que todavía programa cosas como ‘Pienso, luego existo’ (dejemos al margen el borrón del programa dedicado al tal Savater) o que mantiene dos emisoras de admirables: Radio 3 y Radio Clásica.
¿No recordamos los informativos de Urdaci, la serie sobre la historia de España de García de Cortázar o aquellas entrevistas que perpetraron Isabel SS y Carlos Dávila en ‘El tercer grado’? Ya nos refrescarán la memoria, y bien pronto.
De acuerdo, Faldo. Se echa de menos, como le decía el otro día Evole a Miguel Angel Rodriguez, la objetividad de aquellos telediarios de Urdaci…
Yo no soy de los que linchan a La Noria, lo digo en serio. Puedo ver alguna parte del programa, o alguna entrevista, lo demás ni me interesa, y por supuesto toda esa dicencia y maledicencia de los personajes de la patética farándula del papel couché me horroriza. Yo a Telecinco la mayor objeción que le haría es habese sumado a la insidiosa campaña en defensa de la «lengua Española» (así, las demás no, y por lo tanto nos van declarando independientes).
Ah, y en cuanto a invitados del «Pienso, luego existo», también se podría hacer un «Bebo, luego existo», o un «Me meto con el nacionalismo vasco, luego vivo…de cojones».
Yo creo que no se puede linchar a ningún programa de TV ni a ninguna cadena por sus contenidos, la pluralidad informativa y política tiene que ser absoluta y en ese tipo de programas tenemos a unos televidentes de lo más normales en España, si serán normales que 10.500.000 personas han votado a un partido de claro cariz capitalista y que va a destrozar los pocos logros que nos quedan después de la criba del psoe, sin que este diga nada de nada de su postura económica por miedo según sus propios interlocutores en diferentes medios de comunicación a que si el pueblo los conoce no le voten y luego van estos …….(SIP) y les votan.
Así que para que quejarnos de una televisión, con lo fácil que es como hacemos ya cada vez más personas desintonizar ese tipo de cadenas que no aportan nada a la sociedad. Es una lástima que no podamos hacer lo mismo con nuestros políticos.