Treinta folios, hora y veinte minutos de palique y, por toda alusión a la cosa vasca, un estrambótico recuerdo de saque “a las víctimas del terrorismo”, como quien saluda a un cuñado de Cuenca, “que me estará escuchando”. Sí, claro, es de esperar que en las réplicas a PNV, Amaiur y Geroa Bai, qué remedio, tenga que torear con el asunto. Sin embargo, da bastante que pensar que Mariano Rajoy se hiciera el sueco descaradamente en el discurso de investidura, que es el que queda para la Historia o, como poco, el que marca la dichosa hoja de ruta que tanto nos gusta mentar.
Caben dos docenas de interpretaciones del olvido obviamente voluntario. La más simple entronca con la leyenda de la ambigüedad calculada que se le atribuye al ya casi inquilino de Moncloa. Al orillar una cuestión que no ha faltado en los parlamentos iniciales de los presidentes españoles desde 1977, el de Pontevedra estaría mandando un mensaje que tirios y troyanos podrían traducir a su favor. Algo así como “confiad en mi, que yo voy a saber hacerlo”. Si este era el sentido, está claro que ha horneado un pan con unas hostias, pues tiene de uñas y pensando lo peor a quienes a uno y otro lado y por causas opuestas esperaban (esperábamos) siquiera un par de párrafos.
¿Por qué no lo resolvió, aunque fuera, con una de esas vacuas generalidades que dedicó a la enseñanza, la sanidad o, rizando el rizo y ruborizando a la parroquia, “el apoyo a la implantación de nuestra gastronomía en el ámbito europeo e internacional”? ¿Por qué, de entre todas las formas de silencio, eligió la más clamorosa respecto a la normalización y la pacificación? Sigamos especulando. Quizá fue porque lo da por algo ya superado y, por tanto, sin mérito para ser incluido en una enumeración de prioridades. No parece. Es más probable que sencilla y llanamente no tenga ni pajolera idea de por dónde hincarle el diente a la cosa. Pues eso es un problema, y grande, además.
Coincido contigo y añado que en lo tocante a lo economico se centrara en recortar y no en promover, o si lo hace, no sera con los dos huevos encima de la mesa. Pero por el bien de todos, espero que no acertemos ni tu ni yo. Aqui si que no estamos jugando los cuartos. Saludos.