Son tantos los saqueos materiales y morales que se están produciendo a plena luz al amparo de la crisis, que algunos hasta nos pasan desapercibidos. Notamos, porque al arrancárnoslos nos han dejado marca, la rapiña de derechos y por los mismos motivos, somos conscientes, aunque todavía poco, del mordisco que le han dado a eso que ingenuamente llamábamos estado de bienestar. Sin embargo, aún no hemos reparado en que también nos están robando el lenguaje. Tal vez porque es mi herramienta de trabajo, yo sí he caído en la cuenta de esa nueva apropiación indebida, y me duele especialmente que el botín incluya una palabra que tengo en grandísima estima: austeridad.
Cierto, nunca ha sido un término muy popular. Se asocia, incluso, a una tacañería que roza el poste de la mezquindad. De los tipos que la practican se suelen hacer chistes por lo bajini porque su vestuario va tres modas por detrás y su móvil —que ya les costó hacerse con uno— es de los que “sólo” sirven para hacer y recibir llamadas. La tele, por supuesto, es una Elbe de culo grueso porque aún se ve perfectamente y su lugar invariable de veraneo, el pueblo de sus padres, que es el trozo del mundo donde más a gusto están. Cualquiera le explica eso a los que ya van por el tercer plasma ultraplano de chopecientas pulgadas y en cuanto ven tres días en rojo en el calendario salen zumbando a Punta Cana o las Maldivas.
Mejor dicho: cualquiera se lo explicaba. Ahora ya es tarde para comprender que esa vida austera, que no te hace particularmente más feliz o infeliz, podría habernos evitado muchos de los sinsabores actuales. En este minuto del partido, para una parte no pequeña de los hasta anteayer espléndidos pulidores de pasta, la austeridad ha dejado de ser una elección libre para convertirse en imposición. Y como, encima, nos han expropiado la palabra, ya sólo funciona como sinónimo eufemístico de ajuste, recorte o tajo.
sip. Libertad, Verdad, Ciudadano, Democracia… sip, yo también me he dado cuenta de que nos lo robaban…
En cuanto a austeridad. Es cierto que tiene connotaciones negativas. Pero no por lo que expones. Vamos, no para mi. Lo que has descrito es lo que yo llamo no consumista.
A mi austeridad, me traslada a una vida que por fortuna no he vivido y que espero no tener que vivir. A los periodos de postguerra.
Austeridad me evoca algo obligado, no consumismo, algo elegido.
😉
De acuerdo.
Ha sido un valor, especialmente denostado…
Y lo malo es que algunos nos hemos quedado sin catar esa otra forma de vida que ya no volverá… Bueno, no creo que sea malo tampoco.
Pero hay que tener en cuenta que el «progreso» necesitaba eso. Era la forma de crecer económicamente, y del «España va bien» y todo eso, un castillo de naipes basado en un consumo irracional y loco…
Y ahora, para mucha gente la austeridad va a ser un chiste, intentando llegar vivos a fin de mes… Ojalá pudieran ser austeros…
La austeridad es lo contrario a la opulencia supongo. Para mi es puro sentido común gestionar austeramente a las duras pero también a las maduras. Ahora nos lo venden como una receta anticrisis. Triste. Qué significa eso? que han gestionado como les ha venido en gana y que mientras se gestionaba en la opulencia a nadie le importaba por que la vida era bella y desde Punta Cana a quién el importa cómo se gestionen las cosas del comer. En fin, quizá a nivel social (al hilo del texto de ayer) tengamos lo que nos merecemos. No sé.
Buen texto JV, me ha encantado. Eres brillante.
Agur Iparretik
Habría que aclara, ¿ austeridad para quién? ¿ Para el expresidente del FMI que se alojaba en el peor momento de la crisis en suites de 3000 euros? ¿ Para Durán y Lleida que lo sigue haciendo habitualmente en el Ritz de Madrid? ¿ Para nuestro lehendakari que viaja sin control de gastos? ¿ Para nuestros «sufridos empresarios» que cada vez acumulan mayores beneficios? ¿ Para todos los mencionados anteriormente y muchos más que han vivido, viven y vivirán de la especulación porque el sistema les ampara y hacen aumentar de una manera desaforada las ventas de vehículos de gama alta, así como todo lo que significa lujo? NO. La austeridad nos toca a los que en la llamada época de bonanza, cuando «vivíamos por encima de nuestras posibilidades» haciamos eso que dice el sr. JV. Es decir, que no ya la austeridad, sino la miseria, porque nos han quitado hasta esos «lujos» de ir a veranear a la casa de nuestro pueblo, se ha instalado en nuestras vidas. Los desahucios, la precariedad laboral o el desempleo directamente, son cada vez más habituales entre las clases populares. Y estas no pueden ser ya austeras. Simplemente son pobres.