Los que joden

Hasta cierto punto, es normal que una grandísima hija de Fabra jaleara con un “¡Que se jodan!” el anuncio del enésimo machetazo a los derechos y la dignidad de los parados. Es altamente improbable que esta pija de manual con neurona única tuviera la menor noción del asunto que se estaba tratando. Aunque su familia extensa y su círculo de relaciones chachipirulis estén llenos de tipejos y tipejas que no han dado un palo al agua en su puta vida, seguramente jamás ha cruzado una palabra con alguien que quiera trabajar y no encuentre dónde. Dudo incluso que tal concepto pueda caberle a la peliteñida en el conjunto vacío que le hace las veces de cerebro. Tarea inútil, explicarle a esta niñata consentida cuyo mayor quebradero de cabeza es escoger entre un bolso de Louis Vuitton o uno de Loewe que hay gente que no es que no llegue a fin de mes, sino que no pasa del día uno.

El drama es que el destino de todas esas personas que no saben qué comerán mañana o cuándo los van a echar de su casa está en manos de individuos como Andrea Fabra. Porque puede que la vástaga del señor neofeudal de Castellón se haya delatado con su gesto de princesuela malcriada como el novamás de la insolidaridad indolente, pero no es la única que tal baila. Ni de su bancada ni de la de enfrente, esa a la que asegura que se refería con su “chincha rabiña”. La inmensa mayoría de los que asientan sus reales en el Congreso de los Diputados —ídem de lienzo en el Senado o en cámaras y camaritas autonómicas— no pueden hacerse ni la más remota idea de lo que significa ser un parado o una parada.

Simplemente, jamás se han visto ni a sí mismos ni a los de su entorno próximo en esa situación de angustia oceánica, de aniquilación total de la autoestima, que es cosechar una y otra y otra negativa. Legislan o hacen oposición sobre una realidad que les es absolutamente ajena. Y al que le afecte lo que decidan, que se joda.

Un comentario en «Los que joden»

  1. Javier, como ves, han pasado varias horas desde que te hemos leido (al menos, yo) yaún no he sido capaces de componer cuatro frases con sentido que no contengan tantos exabruptos como palabras reposadas y serenas.
    Llevo unos dias intentando hablar del asunto y sólo me sale inmundicia por los dedos.
    La expresión oral ha sido y está siendo suficientemente elocuente en casi todas las pseudotertulias en las que sale el tema.
    Si «no sale,, lo sacamos», pero creo que se necesita mucha mas elocuencia que la que yo tengo para expresar con precisión lo que pensamos de esta individua, de sus compañeros de escaño, de la mafia que la protege porque es en la que se ha criado, del gobiernucho de empresentables que amparan a la doña esta (que además se ha hecho famosilla sin mover un dedo) y también de los millones de personas que han votado a esta casta después de haber recibido un bofetón tras otro y le han echado la culpa «a la crisis», como si fuera una entelequia en la que «ellos» no han pintado nada.
    «Ellos» también esperan que el aburrimiento haga mella en «nosotros», que el hartazgo por tanta escandalera termine asumiéndose como normal, como parte del paisaje político.
    Hasta me sentaria mal que la expedientaran, pues tendriamos que agradecer un gesto de honradez en sus jefes que no es tal.
    Casi prefiero que quede inmune para que el retrato de esta gentuza se rebele tal y como es, sin el maquillaje de la corrección política o el escarmiento disciplinario…
    En la misma obra de teatro en la que hemos oido los dulces trinos de esta gaviotilla nos hemos enterado de que Timofónica ha blindado el contrato que tiene con el duqueso, a pesar de que al parecer la pérdida de prestigio desde el affaire de Noos es mas que evidente para la entidad.
    Pues eso, que nos jodan a todos, que nos jodan bien porque nadie de los que tienen la obligación moral y legal de defendernos parece que esté por la labor.

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