Bienvenida sea la derogación de la doctrina Parot. Cantaba a leguas que era un chapucero aguaplast jurídico para tapar un boquete de serie en la legislación española, que conjuga escandalosas condenas a tres mil años con un sistema de bonus y cupones de descuento que muchísimas veces dejan la pena real en una ganga. En contrapartida, por una chorrada de delito, hay desgraciados que pringan un decenio, sin que a los paladines de las nobles causas se les mueva media ceja. Cuestión de fotogenia criminal.
O sea, que sí, que muy bien por la decisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, pero sin venirse arriba y sin olvidar ciertos detalles. Por ejemplo, que esa institución a la que se le hace la ola por su ecuánime dictamen es la misma en cuyas muelas nos ciscamos cuando bendijo la ilegalización de Batasuna. No puede ser que sus magistrados antes fueran tildados de mamarrachos que emitían sus veredictos sobre lo que no tenían ni puta idea y ahora sean festejados como inspiradísimos y atinadísimos señaladores de la verdad. Ni viceversa, claro.
Ocurre, me temo —y esta es la parte más delicada de mi mensaje de hoy— que una vez más el asunto no va ni de justicia ni de derechos humanos, por mucho que casi todo el mundo se haya refugiado en ambos elevados conceptos para vender su mercancía. La inmensa mayoría de las posturas a favor o en contra de la Doctrina Parot son políticas o de conveniencia. En un lado se defiende la institucionalización de la venganza y el retorcimiento de las leyes para mantener alta la moral del ultramonte. En el otro se pretende dar carta de naturaleza al pelillos a la mar ante quien ha cometido una docena de asesinatos y no siente el menor cargo de conciencia por ello. Me gustaría pensar que hay un camino intermedio entre el encarnizamiento penitenciario y la impunidad, y que es por el que ha optado, aunque sea de puñetera chamba, el Tribunal de Estrasburgo..
Hola,
De acuerdo con lo que dices, pero me estoy empezando a preocupar bastante, porque justo al final leo que escribes sobre «posturas (…) políticas o de conveniencia». Muchas veces oigo hablar de razones políticas y no me parece que sea realmente «políticas» a lo que se refieran, sino que más bien «de conveniencia» como tú señalas aquí. ¿De verdad pensais que es lo mismo? ¿Se nos ha olvidado qué significa la política?
No sé por qué se llama «de Derechos Humanos» porque nada tiene que ver como ya se demostró con el caso de la ley de partidos. Ellos respetan la legalidad de cada estado y como dice la fea como un pecado presidenta de una asociación de víctimas, si la legislación hubiera sido otra y estuviera en vigor la pena de muerte, no quedaba vivo ni Cristo y los prelados tan a gusto con sus derechos humanos bien protegidos por sus sueldazos. El caso es que han aplicado retroactivamente una medida penal y por lo tanto injustamente pero ,sobre todo, ilegalmente. Eso es todo.
Si me alegro un poquito por el fallo es porque queda de manifiesto que cuando dicen que esto es un Estado de Derecho no se lo creen ni ellos. Justicia es una palabra demasiado grande, la habrá poética,la habrá divina pero que alguien mantenga a los tribunales lejos de mí.
Totalmente cierto, Ematxu. He metido la pata: debí haber escrito «partidistas» en lugar de «políticas». Yo mismo voy contra lo que pregono…
Justicia y legalidad ¿son lo mismo? .
Defender los derechos humanos, y que exista un Tribunal para ello, es bien curioso, los demás tribunales no defienden esos derechos, en la raíz y la base de toda actuación Judicial?
Debiera de ser.
Quizá No sea posible cumplir 3.000 años de sentencia, tampoco es posible quizás superar la pérdida de un ser querido en apenas una vida.
Si los humanos, fueramos como esos animales de la selva ,que encuentran un punto de agua, en medio de la selva y todos los animales, no se atacan, y demuestran que lo importante en ese momento no es cazarse, sino beber, y ritualizar su convivencia, pediría para todos.
Un punto de agua.
Ongi etorri Inés.