No es verdad, por más que nos empeñemos y lo proclamemos con hueca solemnidad, que cada vez que se cierra un medio de comunicación la libertad recibe un mordisco. Básicamente, lo que ocurre es que se consuma un fracaso, por lo general —aunque no siempre— empresarial y de gestión, y que decenas o centenares de personas pierden su medio de vida. Una putada como un piano, pero no más gorda que cuando la china les cae, pongamos, a los currelas de una cadena de supermercados, de una empresa de limpieza o de una correduría de seguros. Con las torres tan altas que hemos visto venirse abajo, con las escabechinas laborales que nos toca contar a diario, lo que no se entiende es que no tengamos clarísimo que las próximas campanas pueden doblar por nosotros, soberbios miembros del gremio plumífero. Tenemos en contra la ley de probabilidades, el mercado, los caprichos del público, el grosor de los bolsillos, los zarpazos del gratis total, las bajezas políticas, la frialdad de los contables y, a veces, hasta el puñetero azar y la jodida mala suerte. Lo milagroso es seguir a flote. Pero insisto: enfrente del teclado o detrás del mostrador de una degustación.
Leo y escucho los lamentos funerarios por la liquidación fulminante de Canal 9 y compruebo que no hemos asumido nada de lo que describía. Por supuesto que siento en el alma la pérdida de empleos y los dramas personales que los acompañan. Sin embargo, ni la pena ni la empatía me impiden ver que no había otro fin posible para el medio gubernamental valenciano. Sí, gubernamental; público era, en todo caso, el dineral que engrasó la brutal maquinaria de propaganda del que gozaron sucesivos dirigentes de la Generalitat e instituciones afines. Y fue así con la aquiescencia de muchísimos de los que ahora se han quedado sin otro recurso que protestar detrás de una pancarta. ¿Será esta una lección para escarmentar en carne ajena? Mucho me temo que no.
Lo que sorprende es que pensemos que la información, necesaria para una sociedad libre y con criterio, es una empresa mas sujeta a la cuenta de resultados y que encima, siendo la verdad el acticulo mas valioso, esta sea deficitaria. Los medios que no informan sino que adoctrinan y emiten propaganda, lógicamente al haber renunciado a la verdad, el articulo precioso y preciado, están condenados a quebrar, los otros, los necesarios ‘los quiebran’ por peligrosos, porque no se quiere una sociedad informada y con criterio. ¿por que para informar hay que ser millonario? La información al ser un bien social debería ser un gasto social igual que la educación que, por lo menos hasta ayer, no es necesario ser rico para recibirla, los hijos de pobres también acceden a ella y eso rebunda en una mejor socieda. Para una libertad de información solo hace falta un periodista por cada forma de pensar y ver las cosas y tener acceso a su opinión sin restrinciones, el resto, la maquinaria, la plataforma, el medio, como el colegio, deberia ser común, economizando los gastos y liberando de la apropiación de unas pocas manos acaudaladas y de una única forma de pensar
Importante el último pàrrafo. No quisiera que lo que voy a decir se entienda como una crítica. O…bueno, sí. Pero…me incluyo de lleno en la crítica. Es decir; yo hago lo mismo. Yo hasta ahora me hubiera comportado igual que los trabajadores de Canal 9 (tragar y tragar y obedecer y obedecer y, a lo sumo, despotricar en petit comité) y ahora, abocado al despido, me entraría el arranque de rebeldía y dignidad (total…).
De hecho, en mi día a día en mi empresa actual, trago y trago y despotrico y despotrico, con los colegas en el bar o enh el txoko.
Pero llama la atención esa directora general que ahora se echa al monte, o esos periodistas que ahora denuncian manipulaciones y censuras y que se plantan en medio del plató tan dignamente. Lo entiendo perfectamente e insisto, yo haría lo mismo. Pero mérito, lo que se dice mérito, hubiera tenido antes.
Supongo que esto es aplicable a todo. Incluso a Fagor. Cómo nos indignamos y nos ponemos dignos y «ya lo sabía yo», cuando nos afecta personalmente algo y hasta entonces…
Relacionado con todo esto, también una reflexión o apoyo a los miles de personas que diariamente se quedan en la calle (trabajadores, autónomos, pequeños empresarios), como un goteo, sin que nadie lo tenga en cuenta, sin que nadie mueva un dedo, ni haya reuniones al más alto nivel para buscarles una salida, recolocación, etc.
Oiga ¿y yo?
Admito que tengo sensaciones contradictorias cuando veo esas manifestaciones exigiendo que les solucionen el problema y les den otro trabajo. Hombre, si yo me voy a la calle…pues yo me tendré que buscar la vida, de fijo. Quizás sea envidia, vale.
No se puede terminar sin destacar la indencente actuación del Fabra y demás: la frase esa de que no van a cerrar ningún colegio ni hospital por mantener una TV. Eso, dicho por quien lo dice, con lo que han hecho en Valencia, con lo que han hecho con la propia TV, con lo que han despilfarrado, con lo que han robado…es ruin y miserable.