Confieso que esta es una versión de la columna de ayer, aunque prometo repetirme lo justo y necesario para ver si soy capaz de dejar descrita una corriente de pensamiento y acción que cada vez parece gozar de mayor predicamento. Seguramente habrá un nombre mejor, pero yo la he bautizado como totalitarismo democrático. Se diría que lo primero se opone a lo segundo y viceversa, dando lugar a un oxímoron del nueve largo. Sin embargo, es en la contradicción de términos donde reside la gracia del asunto, o sea, la desgracia.
De nuevo, el punto de partida es la negación del derecho a decidir y, más concretamente, la argumentación que la acompaña. Si se han fijado, buena parte de los que rechazan con toda la contundencia de su ser que se consulte a la ciudadanía qué quiere ser o dejar de ser lo hacen en nombre de la democracia. Se presentan, de hecho, ¡manda narices!, como los únicos demócratas genuinos y tildan de reaccionarios descojonaconvivencias a los que, a riesgo de ser derrotados, están dispuestos a someter sus ideas al veredicto de los urnas. Bajo el banderón de la libertad se ciscan en la libertad, y encima tienen los bemoles de hacerse los ofendidos y soltar tremebundas filípicas que básicamente se resumen en la idea de que preguntar al pueblo sobre cuestiones que le atañen es destapar la caja de los truenos, además de una antigualla que ya no se lleva. Y como el balón es suyo, o se juega con sus reglas, o vienen los tanques, a ver quién se aparta antes.
Estamos ante una vuelta de tuerca corregida y aumentada de la democracia orgánica de los vencedores de la guerra de 1936. El razonamiento de partida es el mismo: puesto que las urnas son la raíz de todos las catástrofes porque los ciudadanos se empeñan en votar lo que no conviene, eliminemos la tentación de votar mal. La diferencia es que técnicamente ahora no estamos en una dictadura. Solo en una democracia totalitaria, qué bien.
Mira Kontxi, he pensado que vas a seguir conviviendo conmigo decidas lo que decidas y no me hagas ponerme de mala leche, que te calzo dos hostias. (Patxi Lo)
Ocurre que los que niegan a los demás que tengan derecho a decidir son los que han ejercido ese derecho aceptando el status quo y para estos debe haber dos tipos de ciudadanos…..ellos de primera, pues ya ejercen ese derecho y los otros de segunda negándoles ese ejercicio…pasa que se autodenominan demócratas de toda la vida y no creen que el derecho a decidir es el pilar básico de la convivencia……Aunque haya otros que les bailan el agua.
Me ha venido a la cabeza Igeldo-Donostia
A mi me recuerda al PAP en Gipuzkoa.