La gran injusticia respecto a la renta de garantía y las ayudas sociales no es tanto que haya quien las percibe de forma fraudulenta, sino que se les nieguen a personas y familias que las necesitan imperiosamente para subsistir. Si unimos la evidencia de que ocurre lo primero y lo segundo —muchas veces, en la misma escalera—, encontraremos parte de la explicación a la creciente desconfianza hacia los mecanismos de protección social. Y la palabra desconfianza es un eufemismo. Me temo que estamos más cerca de un rechazo visceral ante el que se hace un mundo oponer argumentos razonados. Tanto peor, si se trata de combatir a base de maquillar la realidad, retorcer estadísticas o, como es el caso más habitual, insultar a quienes manifiestan tal estado de ánimo.
Hago notar que, contra lo que marcaría la intuición, este sentimiento refractario a la solidaridad pública arraiga con mayor profundidad cuanto más humilde es el entorno. Es de los barrios que peor lo pasan de donde salen las diatribas más furibundas. Para comprobarlo, basta ir a un bar de esos en los que todavía echan serrín al suelo cuando llueve y poner la oreja. En la viceversa, los mensajes preñados de inmejorables intenciones suelen proceder —no digo que siempre sea así— de lugares en los que la comida del día siguiente o la factura de la luz del mes que viene no generan grandes quebraderos de cabeza… por lo menos, todavía. Se comprenderá que los que padecen estrecheces contantes y sonantes no muestren una gran disposición a recibir lecciones de supervivencia de quienes tienen resuelto lo inmediato.
Me desdigo: no se comprende. Y ahí es donde reside el problemón y la abismal diferencia a la hora de interpretar, por ejemplo, que el Gobierno Vasco anuncie que a partir de 2014 los perceptores de la RGI podrían tener que realizar ciertos trabajos comunitarios. Es justo, dicen unos. Un atropello intolerable, denuncian otros.
La lectura de tu artículo, cuyas dudas comparto, me lleva a una sospecha mía habitual sobre estos asuntos de poderes públicos ante necesidades privadas: Es un hecho que la ayuda asistencial no funciona adecuadamente en su componente más esencial, que es la justicia. Hay fraude, bastante más del que se dice, y hay una necesidad evidente de ayuda porque las situaciones son irresolubles en muchos casos, más también de lo que se piensa. Pero la ineficacia y permisividad en la administración de los recursos, causante evidente de que se produzca este fraude, es muy común a otros sectores de «lo público»: bajas simuladas en funcionarios, retrasos en la administración, déficits y falta de calidad en medios de comunicación, ineficacias en educación, inspecciones fiscales escasas e inútiles, disfunciones en servicios de emergencias, ertzainas que matan en desgraciadas actuaciones sin aclarar después de más de una año, Bancos reguladores queno evitan globos financieros… Y mi sospecha es que hay una cierta tendencia a que no funcione lo público: Que la ayuda social sea un conchabe indenunciable, que la ETB sea una verdadera mierda, que, en resumen, pensemos que el estado de bienestar no funciona porque lo público no funciona, es el mejor camino para cargárselo y confiar nuestra existencia a decisiones privadas, y que la ayuda social esté en manos de la buena fe de la gente, que la administración se adelgace sólo para poder pagar las nóminas de los políticos, y que cuanto menos sector público, mejor.
Para los que creemos que el único, repito UNICO, sentido que tiene el Estado es prever, proteger, educar y sanar a la sociedad, es inadmisible oir que no hay recursos suficientes para los necesitados, que hay que pagar las medicinas ya pagadas, que somos muchos y muy viejos para cobrar pensiones, porque hay mucho fraude o porque no hay cotizantes. Persigan el fraude, busquen recursos y háganlo bien, que para eso cobran. Sólo para eso. Ni un pobre, ni un niño, ni una maltradada, ni un viejo, ni un parado, ni un enfermo tiene culpa de lo que le pasa, y no hay excusa que evite ayudarle.
Julian, Chapeau!
Sólo quiero matizar una cosilla, y es que no estoy tan segura de que detrás de tanta desidia y negligencia en el «buen gestor» de la ayuda social inmediata -vamos a centrarnos ahí de momento-, a veces no hay una segunda intención en seguir perpetuando el desastre, sino sólo incompetencia, mediocridad, indiferencia, etc.
Es decir, un mas de lo mismo de un mal que aqueja a todos los trabajos (pues esto es un trabajo, jaun andreok) y que resulta mas evidente y mas sangrante porque afecta directamente a los recursos e instituciones públicas que tienen la obligación legal y moral de ser extremadamente eficientes en lo suyo.
Cada dia estoy mas de acuerdo con esas personas que piensan que la democracia real no es menos policia (o así), sino mas inspectores fiscales.