Sobre el suflé catalán

Economizamos en metáforas. La del suflé catalán la acuñó —o la popularizó, por lo menos— Pasqual Maragall hace diez años, en los tiempos de aquel tripartit que, contra pronóstico, levantó más ampollas entre los cavernarios que los dos decenios largos de pujolismo precedentes. Lo curioso es que no aludía a cuestiones directamente identitarias. Se refería a la tremenda bronca que generó su famosa (con ojos de hoy, visionaria) acusación de que los gobiernos de CiU cobraban el 3 por ciento de cada adjudicación pública. Viendo que la cosa había llegado mucho más lejos de lo que había previsto, pidió que se dejara “reposar el suflé”. Al quite y con mala baba, como siempre, los cruzados del centralismo fueron manoseando la comparación hasta despojarla de su sentido original. En pocos meses, la alusión al ligero preparado culinario empezó a remitir a las supuestas características del catalanismo como un pastel de escasa miga y mucho aire. Según su teoría, las leyes de la física hacían que en cuanto adquiría un determinado volumen, comenzaba inexorablemente a desinflarse hasta quedar en no mucho más que un hojaldre fino nada amenazador para el statu quo.

Y en esas volvemos a estar. No hay editorialista o amanuense de los medios de orden que estos días no miente el dichoso suflé en presunto proceso deflactorio. Más que a diagnóstico basado en la observación de la realidad, la formulación canta a autoengaño tranquilizador. ¡Pero, cuidado! También a intento de profecía que se cumple a sí misma. Lo verán cuando pasado mañana las crónicas se ufanen de que en la Diada han participado cuatro y el del tambor.

5 comentarios en «Sobre el suflé catalán»

  1. Supongo que en la 6ª línea por la cola, donde escribes «miente» habrás querido escribir «mente».
    Si no es así, ignora mi observación.

    En cuanto al artículo, creo que el nacionalismo español -que en esto de la chulería podría sentar cátedra- tiende a infravalorar al resto de nacionalismos de «su» Estado, mezclando a partes iguales desprecio con autoengaño.
    Sin embargo, debo admitir que tienen un motivo para creerse lo que dicen: el Plan Ibarretxe.

    Se podría discutir largo y tendido sobre los motivos por los que aquella iniciativa se descompuso con tal rapidez (y apuesto a que nadie le incomodaría más esta discusión que a la actual directiva del PNV), pero el caso es que sentó un precedente negativo por el que Rajoy y cia pueden pensar que estas cosas se resuelven con prohibición y tentetieso.

    Espero que los catalanes se tomen esto como una carrera de fondo y sepan aprovechar a su favor las muchas zancadillas que les van a poner.

  2. Hablando de “mentar”… Que es lo que temo que me ocurra aquí más pronto que tarde a fuerza de insistir siempre con lo mismo. En mi descargo diré que he aguantado un día entero y que el comentario anterior me autoriza con su ejemplo; a ver si cuela. Acabemos ya: se escribe “soufflé”
    http://lema.rae.es/drae/?val=suflé
    Supongo que la RAE y el libro de estilo han entrado en colisión.

  3. M: Lo sabía, pero por ahí no pasaba. Manda narices que castellanizan «güisqui» y dejan eso otro así…

  4. Si es por una cuestión de principios, no hay nada más que decir. Aunque – vaya, sí que hay – escrito así, sin «u» y con solo una «f», a mí parece más bien un mazacote. En cuanto a «güisqui»… Después de leer esto, ow.ly/Bh7yb, uno, por favor, pero con «w», «h», «k» e «y».
    ¿Pero cómo se distingue un extranjerismo crudo, que mantiene por tanto su grafía original, de otro que ya no lo está? ¿Pinchándolo con un tenedor? ¿ Y de verdad no se puede templar la justicia con la compasión y escribir «soufflé»?

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