Los aficionados al baloncesto se quejan porque su deporte tiende a ser noticia casi exclusivamente por acontecimientos negativos como la (estúpida) trifulca del domingo en Miribilla entre jugadores de Bilbao Basket y Baskonia. Seguramente, no les falta razón, pero con media pensada que le echen, comprenderán que no pueden pedir —como hicieron en Twitter o ante los micrófonos algunos de los implicados en la pelea— que quienes vieron el lamentable espectáculo corran un tupido velo y olviden las deplorables imágenes como si todo hubiera sido un mal sueño. Ocurre, por desgracia, que no lo fue. La tangana fue muy real. Lo pueden atestiguar los centenares de seguidores de uno y otro equipo presentes en el pabellón, incluido el chaval al que consolaron varios de los que se habían intercambiado trompazos, y, desde luego, las miles de personas que asistimos a la reyerta a través de la televisión o del vídeo convertido en viral.
Anoto en positivo la inmediatez del arrepentimiento y la sinceridad que se aprecia en las disculpas de jugadores, técnicos y ambas entidades. Les honra ese reconocimiento de los hechos que, con alta probabilidad, en el fútbol habría sido negación, excusas de mal pagador o un rastrero cruce de acusaciones sobre quién empezó primero. Pero insisto en que no les compro la invitación a la amnesia. Muy al contrario, creo que una de las mejores maneras de evitar la repetición de incidentes tan bochornosos es que sus tristes protagonistas los tengan siempre presentes. El recuerdo debe servir como freno cuando la adrenalina y las pulsaciones disparadas muevan a hacer otra tontería.
Nada se ha dicho de por qué empezó la bronca. No es un asunto determinante, pero conviene recordarlo:
en baloncesto, cuando el partido está ya resuelto (>20 puntos) a pocos segundos o minutos del final, se considera (¿se consideraba?) de mal gusto alargar la agonía del contrario que está siendo derrotado por una diferencia ya insalvable. Así, perdir un tiempo muerto cuando al entrenador contrario no le queda nada que decir o, como en este caso, hacer un mate en un contraataque regodeándose en la victoria siempre fueron consideradas conductas impropias de un vencedor elegante.
Hablo de los tiempos gloriosos del baloncesto. Es decir, todos los anteriores a la llegada de Jordan en USA y de Petrovic en Europa. Después de esos dos infectos competidores, no sé si las cosas siguen siendo como eran. Sospecho que no.
Qué llevó a ese jugador a hacer una jugada de humillación sin necesidad, para mi está claro: instinto balcánico.
A fin de cuentas, apenas si hay 400km. entre Sibenik y Podgorica
Vaya por delante que solo soy fan de los Harlem Globetrotters porque el tal Bilbao Basket «basque team», tiene menos de Bilbao -ojo, para mi mdesto entender- que los caramelos de La Pajarita.
Así que porque unos ¿serbios? se zurren unos soplamocos en vivo, tampoco lo veo para tanto ni siquiera para dedicarle una falsa montaña mediática sobre un percance bastante habitual, leáse, mosqueo en la cancha, yoyas pero sin sangre. Como comentario de barra de bar el lunes, pues ni tan mal. Vale, sí, está feo y eso, pero unos soplamocos van a repartirse mañana, pasado y al otro. Y lo de pedir perdón y tal, pues otro clásico que no va a ir por supuesto, a ningún lado. Y te aviso que cuando te pille en el partido de vuelta te vas a enterar., que me he he quedado con tu cara.
Más risas me han producido en el tremendo video unos seguratas de marrón muy enanitos-as intentando con sus minúsculos cuerpos intervenir «oyes, por favor, no os pegueis» aplastados entre esas moles humanas que seguro no entendian ni papa de castellano.
En fin, a ver si voy a tener que empezar a ir a Miribilla con mi bufanda de los Harlem Globetrotters 😉