La Historia se escribe con mucho retraso. A veces, de décadas o incluso siglos. En esta ocasión han sido 13 años y unos meses lo que han tardado en poner negro sobre blanco algo que era un secreto a voces. Tal y como supimos desde mucho antes de que cayera la primera bomba, la guerra de Irak respondió al empeño criminal de un par de barandas planetarios —George W. Bush y Tony Blair— y sus respectivos comeingles periféricos. Si tienen en mente la infame foto de las Azores, estos últimos ya saben que son el exmaoísta recién contratado por Goldman Sachs, José Manuel Durao Barroso, y el peor presidente español de todos los tiempos, José María Aznar López.
¿Qué hacemos con este cuarteto de pendejos y los otros centenares de cómplices, ahora que el informe Chilcot ha confirmado que las únicas armas de destrucción masiva eran las del engaño y la propaganda orquestadas desde el eje del bien? Se dice, se cuenta y se rumorea que hay una Corte Penal Internacional que tiene la misión de juzgar y, si procede, condenar a los autores de crímenes de genocidio, de guerra, de agresión y de lesa humanidad. No es que uno sea muy versado en materia jurídica, pero se diría que el incalculable daño que provocaron intencionadamente estas sabandijas trajeadas cabe perfectamente en los cuatro supuestos. Pero eso es para malos oficiales del tercer mundo y territorios asimilados. En el caso que nos ocupa, tendremos que conformarnos con la mierda de pseudodisculpa de Blair, que un segundo después de jurar que lo siente, asegura que volvería a hacerlo. Claro que todavía es peor es el silencio del canalla que ustedes están pensando.
Así va el Mundo pilotado por mediocres como los que nos ocupan.