Les doy a escoger entre tres frases que juegan con el concepto oscuridad aplicables —o no— a lo que llevamos viendo en Catalunya. Las dos primeras son enternecedoramente optimistas, voluntaristas o directamente ingenuas. La más conocida, juraría yo que perteneciente a la tradición escolástica, asegura que “la hora más oscura es la que precede al alba”. Vendría a querer decir que no hay que preocuparse en exceso por la escalada de encabronamiento, porque es el requisito sine qua non para que a la peña le entre la cordura ante la evidencia de los daños, y se avenga a arreglar el desaguisado.
Una versión happymaryflower de la sentencia anterior, vista en una de esas tazas de desayuno con mensajes chachipirulis, avienta entre efluvios de incienso y ajonjolí que “cuando se pone todo oscuro, es cuando salen las estrellas”. Llevado a lo que nos ocupa, el esloganzuelo, perfecta síntesis del infantilismo chorra en que nos ha tocado vivir este milenio, nos invita a despreocuparnos, porque al final todo se arregla, y si no se arregla, qué le vamos a hacer, peor sería que nos quedásemos sin semillas de chía para echarle al batido detox, buah chaval.
La tercera y última variante —que si no es de Mao, bien podría haberlo sido— es bastante menos buenrollista, y por eso mismo, me temo que más ajustada al asunto del que hablamos. Sin más zarandajas, enuncia que “todo se va poniendo cada vez más oscuro hasta que se queda definitivamente negro”. No hace falta que les diga que este cenizo irreductible (¡pero con memoria!) se abona a esta variante como diagnóstico de lo que está por pasar. Y suerte si no es aún peor.
Si al menos tuvieran el apoyo internacional de una potencia reconocida… algo podrían conseguirlo.
Tiene pinta de que va a haber «otras» elecciones. Ganará ERC, pero quizá convenga recordar que «ya» en las anteriores JpS + CUP tenían menos votos que el resto, aunque tuvieran mayoría absoluta de escaños… ¿No os recuerda a algo?
Es un poco obsesivo el querer ejercer de avisados, con bola de cristal incluida, sobre lo que pasará en el 1-O y sobre todo, después.
Creo que ante la inutilidad del pronóstico deberíamos fijarnos más en lo ocurrido que en lo venidero.
Para mí es importante lo que se ha desvelado hasta ahora:
1. La incapacidad de un sistema político de asumir valores democráticos, que deben ser generadores de la Ley, y no al revés.
2. La reacción autoritaria del partido gobernante ante un referéndum que, de acuerdo con la ley, es inválido, incurriendo incluso en el adelanto de la represión al delito, que además no lo es.(Si el resultado, que tampoco se sabe, no vincula legalidad alguna, por qué reprimirlo, ¿Qué importancia tiene el que se vote?).
3. Las tibias reacciones de los partidos teóricamente contrarios a la posición gubernamental, que a demás de necesitada de apoyos por su minoría aritmética, presenta una debilidad de prestigio por su relación con casos de corrupción al más alto nivel. El escandaloso silencio que el principal partido de la oposición, además de los llamados a la regeneración democrática, tanto (C’s como Podemos), ha ejercido cuando podía haber forzado la aplicación de otras soluciones al caso catalán, les hacen inmerecedores de otro calificativo que cómplices. La ocasión requería la unidad de los demócratas, por tanto una unidad que no incluyera al PP ni al que le apoye. Son los valores democráticos los que hay que salvar, no la unidad de España.
La elección de esta última como prioritaria por los partidos del sistema es lo más trascendente a señalar.