Reconozco mi fascinación por los profetas. No hay especie más inasequible al desaliento. O que nos tome por tontos de un modo tan abiertamente descarado. O que nos insulte con una gradación ofensiva directamente proporcional al fiasco reiterado de sus vaticinios. ¿Se pueden creer que los que habían pronosticado todo lo que impepinablemente no ha ido ocurriendo siguen empeñados en leer la buena fortuna en las palmas de la mano de unos hechos que no distinguirían de una onza de chocolate? Y se enfadan y no dejan de respirar si tratas de hacerles ver su persistencia en el error.
Les hablo, como imaginan, de los que no han dado una aventurando por dónde iban a ir los tiros en Catalunya. Por no remontarnos más atrás, son los mismo que en 2014, tras la irrupción de Podemos (que tampoco se habían olido, como nos pasó a la mayoría), empezaron a vender la especie de la inminente caída del régimen del 78. Daban por segura la muerte del bipartidismo —vale, podríamos discutirlo—, la caída en barrena de la monarquía borbonesca y, por descontado, las secesiones en fila india, incluyendo la de Euskadi… ¡Y hasta la de Galicia! La de Catalunya tenía fecha: el 9 de noviembre de ese año, tras un referéndum que, porfiaban entonces, la España en descomposición no iba a ser capaz de impedir. Venidos arriba, como en aquellos días atravesábamos por lo más crudo del invierno de recortes, se subían a la monserga falaz y voluntarista de la “crisis sistémica” y predecían el apocalipsis final del capitalismo en seis u ocho meses como mucho. Como anticipo, acontecería el desmembramiento de la Unión Europea. Profetas a mí…
Es cierta la abundancia de tales profetas, pero no sólo los que describes. Yo he conocido y sigo sufriendo a los esceptólogos. Todo les parece un cuento, nada va a cambiar porque todo es un pasteleo. Los revolucionarios podemitas se aburguesarán como los sociatas de los 80, el bipartidismo es pa siempre… y, por supuesto, lo de la independencia catalana es un bluff pues los intereses personales y económicos primarán y habrá un pacto de yo te rasco y tú a mí… Bueno, el exilio y la cárcel de los indepes algo les ha trastocado a estos cenizos el yo ya lo sabía… pero siempre les queda el ya veremos cómo acaba… Un saludo Javier.
Toda la razón en que los profetas han fallado.
Nicolas II y Batista también tenían los suyos y le fallaron. Aunque esas son otras historias y distintos tiempos.
La grande y libre indisoluble con su «democracia» y el apoyo de los imperialistas europeos tiene para rato.
¡Absténganse los profetas iluminados!