Asisto, más divertido que indignado, al crecimiento de esa bola de nieve rojigualda llamada Tabarnia. Manda pelotas cómo una aparente tontuna de cuatro gañanes con mucho tiempo libre puede llegar a convertirse, amén de otras muchas cosas, en encabronadera de procesistas de salón que muerden el cebo como panchitos y se lanzan en pijama a cagarse en lo más barrido a través de Twitter. ¿No se dan cuenta de que los otros dirán que si ladran es señal de que cabalgan?
Más que eso. Se diría que los tabarnarios, tabarneses o (me cuadra más) tabarñoles galopan a lomos de su exitosa ocurrencia. Poca broma, cuando en los bazares chinos o los badaluques te ofrecen a euro el metro la bandera de la entelequia recién parida. La historia es pródiga en chorradas del quince devenidas en religión, régimen, movimiento social, corriente política dominante o, ya que nos ponemos, realidad nacional. Barrunta servidor que esto no llegará a tanto, pero tampoco me apostaría más de un café con sacarina.
Sigo, como les cuento, con resabiada atención la evolución de lo que ya nadie puede negar que es un fenómeno. ¿Multiplicado por las terminales mediáticas del antiindependentismo? Pero también (o sobre todo) por el infantil sulfuro que provoca justamente donde es su intención provocarlo. Por lo demás, y ya tirando de escama de galápago, tiene hasta su puntito de cabriola intelectualoide mirarse en el espejo deformado frente al que pretenden colocarnos los creadores del engendro. En todo caso, no hay gran cosa que temer, porque esta panda de diletantes no se van a arriesgar ni a la cárcel ni al exilio por conseguir sus objetivos.
¿Criticar a los que les dan bola, dándoles de hecho bola con este artículo, no es un poco contradictorio?
Si no lo he entendido mal, el Sr. Vizcaíno no critica a los que le dan bola, sino a los medios catalanes que, ante lo que es evidentemente una provocación cómica, reaccionan como toro ante capote. O como suele reaccionar La Razón frente a todo lo que hace el independentismo lo que, desde mi humilde punto de vista, demuestra escasa altura de miras.
Pues no sé, a mi lo de que unos tios a los que no les gusta el rumbo que está tomando su país, deciden que como en su territorio ellos son mayoría, inventarse una bandera, unas fronteras, un escudo, un himno, etc…
Igual pensaban lo mismo a finales del siglo 19 de Arana y sus discípulos.
Quien sabe si dentro de un siglo Tabarnia será un territorio reconocido diferente de Catalunya.
Si se hace un referendum y ganan los promotores de Tabarnia, que hay de mal en ello?
Es que ocurre que la realidad es: «Barcelona paga bastante más impuestos que el resto de Catalunya». Y que la brigada movil de tractores vive de las subvenciones europeas.
Tal como se ha planteado lo de Tabarnia ahora mismo, está claro que la cosa no pasa de un «trolleo» con más o menos gracia. Pero no deja de preocuparme la idea de fondo: que haya zonas en Cataluña tan proclives al unionismo, que si la República de marras llegara a ser un hecho, sus habitantes estarían dispuestos a dividir Cataluña con tal de seguir formando parte de España.
Y ya sea con la extensión que reivindica el mapa más o menos satírico, o limitando la segregación a la provincia de Barcelona para un mejor encaje constitucional, estaría por ver qué pasaría con la paz social y el progreso en esa «Cataluña del Este» aislada geográficamente del resto de España y donde seguiría habiendo un porcentaje muy importante de catalanistas. Tema de la capitalidad aparte.
En fin, que ojalá todo quede en el trolleo y que, después de haberse hablado tanto sobre la vía escocesa, no termine todo en una vía irlandesa.