Qué episodios más reveladores nos está regalando esta campaña de fango y bilis. El penúltimo, que seguro a esta hora es ya el antepenúltimo, contiene el menú degustación de la condición política o, ampliando el foco, de la humana. El mismo día en que el BOE publicaba su nombre en el número 4 de la lista del PP al Parlamento europeo, el expresidente accidental de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido, comparecía en una especie de corrala de la sede de Ciudadanos para anunciar a todo trapo su inminente ingreso en la formación naranja, que le reserva puesto de salida en su candidatura a la Asamblea regional. Diez días antes había participado en la apertura de la campaña de su ya expartido y dejaba para los restos la siguiente proclama tuitera: “Comienza la campaña más importante para España. El PP es el valor seguro para el empleo, el crecimiento, los servicios públicos y la prosperidad de nuestro país. Tenemos equipo, propuestas y programa para España que mira al futuro en positivo”.
Es difícil encontrar un cambio de chaqueta de tal celeridad en la abultada antología del transfuguismo hispanistaní. Lo que no queda muy claro es si hablamos de la clásica rata abandonando a toda leche el barco que se va a pique —¡del PP se acaba de ir hasta el creador de su histórico logotipo!— o si estamos ante una venganza servida en el momento que más daño pueda causar. Por ahí parece ir el asunto. El tipo en cuestión, que tuvo que hacer de parche cuando estalló el marronazo de Cifuentes, fue apartado para promocionar a la amante de los atascos matritenses, Díaz Ayuso. Una vez más, el resentimiento como motor de la Historia.
Resentimiento puro y duro. Lo que me parece de una torpeza supina es lo de los naranjitos por aceptarlo y hasta darle bombo.
Han quedado muy retratadas las tres partes, pero los que peor, creo, Ciudadanos.
En todo caso, tanto para la «izquierda».
Motivo, medio y oportunidad. Todos los ingredientes del crimen servidos en bandeja.
Como derivada un poco más lejana, sobre si es o no una muestra de la descomposición del PP. No lo diría, de momento, Casado tiene su fuerza rural para mantenerse. Claro que, a diferencia de los naranjitos buitreros, Vox podría perfectamente sacar pescado de esos mismos caladeros.
Si no fuera por quién podría beneficiarse, sería de lo más satisfactorio ver al PP recibir al menos una mínima parte de su merecido.