No fue la vibrante y brillante clasificación para semifinales de Real y Athletic haciendo morder el polvo a Madrid y Barça. Ni siquiera la posibilidad de una final entre ambos en Sevilla con Felipe VI encabronado y récord de decibelios en el momento del chuntachunta. Decididamente, lo mejor de esta Copa a cara o cruz sin red ha sido la llantina inconsolable de los señoritos porque sus todopoderosos y multimillonarios equipos no se han jalado un colín.
Se ha hecho medio famoso estos días el tal Roberto Gómez, el discípulo menos aventajado de Butano, despotricando en la tele pública española —manda huevos— por el sindiós de llegar a la fase decisiva de la competición con todos los gallos apeados y cuatro comparsas como protagonistas. En su cerril descarga de bilis, el individuo porfiaba como un tremendo daño al torneo el método que había provocado la ausencia de los supuestamente grandes e intocables en el cuadro de honor.
Pura anécdota, si el bocachancla Gómez hubiera sido el único en salir con tal petenera. Por desgracia, en francachelas igual dizque deportivas que politiqueras me he topado con melonadas despreciativas del mismo pelo. Muchas terminaban, no en el capítulo de La Cartuja, sino en el siguiente, en la turné de pleitesía a los petrosátrapas saudíes. “¿Tú te imaginas lo que dirán los jeques y los de las televisiones cuando vean un Mirandés-Bilbao (sic) en la Supercopa del año que viene?”, se indignaba uno de los habladores. “Esto no puede volver a ocurrir”, zanjaba un compadre de blablablá. Y tiene bastante pinta de que allá donde se toman las decisiones alguien convertirá en realidad sus deseos.
Pues qué llegarían a decir si, como espero, el Athletic llegue a tener derecho a jugar la supercopa, y, como espero y debería, también se niegue a ir a bailarles el agua a la manada de maltratadores de mujeres, financiadores de guerras, colgadores de homosexuales y descuartizadores de opositores.
Sería conveniente establecer también esa diferencia de una vez con el mercanchifleo indecente que se está convirtiendo el fútbol profesional.
Yo vi el momento «Roberto Gómez» y fue penoso (con el «estilo» propio del personaje, además) pero creo que es de justicia añadir que el resto de los presentes (merengues, colchoneros y culés) se le echaron encima por decir eso; especialmente el conductor del programa, Juan Carlos Rivero.
En la mayoría de medios «estatales» yo eh escuchado mayoría de elogios hacia este modelo de copa, mucho más imprevisible y, por tanto, emocionante.
No obstante, como no soy un ingenuo, no dudo de que en las TV, que son las que mandan, no habrán gustado nada estas semifinales.
En una red social hubo quien habló de torneo desprestigiado sin el Barca y el Madrid… Mi respuesta fue que el prestigio lo dan los equipos que los eliminaron.
Simplemente, simple.