Señoritos contrariados

No fue la vibrante y brillante clasificación para semifinales de Real y Athletic haciendo morder el polvo a Madrid y Barça. Ni siquiera la posibilidad de una final entre ambos en Sevilla con Felipe VI encabronado y récord de decibelios en el momento del chuntachunta. Decididamente, lo mejor de esta Copa a cara o cruz sin red ha sido la llantina inconsolable de los señoritos porque sus todopoderosos y multimillonarios equipos no se han jalado un colín.

Se ha hecho medio famoso estos días el tal Roberto Gómez, el discípulo menos aventajado de Butano, despotricando en la tele pública española —manda huevos— por el sindiós de llegar a la fase decisiva de la competición con todos los gallos apeados y cuatro comparsas como protagonistas. En su cerril descarga de bilis, el individuo porfiaba como un tremendo daño al torneo el método que había provocado la ausencia de los supuestamente grandes e intocables en el cuadro de honor.

Pura anécdota, si el bocachancla Gómez hubiera sido el único en salir con tal petenera. Por desgracia, en francachelas igual dizque deportivas que politiqueras me he topado con melonadas despreciativas del mismo pelo. Muchas terminaban, no en el capítulo de La Cartuja, sino en el siguiente, en la turné de pleitesía a los petrosátrapas saudíes. “¿Tú te imaginas lo que dirán los jeques y los de las televisiones cuando vean un Mirandés-Bilbao (sic) en la Supercopa del año que viene?”, se indignaba uno de los habladores. “Esto no puede volver a ocurrir”, zanjaba un compadre de blablablá. Y tiene bastante pinta de que allá donde se toman las decisiones alguien convertirá en realidad sus deseos.

Liberad a Messi

En materia de infamias, no hay límite; siempre se puede caer más bajo. Como enésima prueba, ahí está el Barça promoviendo una desvergonzada campaña con el incalificable lema “Todos somos Messi”. Hace falta un desparpajo inconmensurable para reivindicar a voz en grito y con el mentón enhiesto el buen nombre de un fulano al que acaban de condenar a 21 meses de cárcel por haber despistado más de cuatro millones de euros a Hacienda.

Fíjense que uno le concede al tipo el beneficio de la duda. Probablemente, es verdad (o no mentira del todo) que no tenía gran idea de lo que su viejo le daba a firmar. Puesto en su piel, hasta resulta humanamente compresible la codicia que lleva a ahorrarse unas migajas a un individuo que ha ganado lo que no podría gastarse en dos docenas de vidas. Pero hasta ahí. Lo que no cabe ni como hipótesis de una tarde tonta de canícula es hacerlo pasar por víctima de no se sabe qué inmensa injusticia perpetrada por la voracidad del Estado y convertirlo en objeto de la solidaridad tuitera de pijama y pantuflas.

Me consta el bochorno indecible de muchísimos culés de buena fe que se apresuraron a desmarcarse de la ruindad, y así lo anoto. Inmediatamente después, añado el número nada desdeñable de forofos blaugranas que se sumaron con los vellos erizados y echando espuma por la boca a esta versión caspurienta y morruda de Liberad a Willy. De entre la jarca de cínicos irredentos, destaco a esa caricatura con hábito que atiende por Sor Lucía Caram, que reclamaba clemencia para el descuidero de impuestos utilizando como abracadabrante eximente su calidad futbolística. Hay que joderse.