A eso hemos llegado, a que 812 muertos por coronavirus en España en 24 horas nos parezca una noticia esperanzadora porque podría indicar que ha comenzado el ansiado descenso de la curva. La matemática pura se abraza con la necesidad de creer, de agarrarse a cualquier clavo ardiendo. Ni en la peor de las versiones de hace unas semanas habíamos llegado a sospechar que la situación llegaría a ser tan devastadora.
Definitivamente y sin remedio, estamos atravesando por una circunstancia histórica de primer orden. En la entrega inicial de esta serie anoté que me gustaría que las generaciones del futuro dijeran que estuvimos a la altura. No quisiera flaquear, porque el derrotismo no es la mejor ayuda para conseguir el objetivo, pero lamento que buena parte de las mermadas energías se nos vayan en grescas vacías. No rehuyo el debate ni la confrontación de iniciativas, pero me sobra el cainismo y el vil aprovechamiento de esta inconmensurable tragedia. Máxime, si tales comportamientos son exhibidos —no me voy a cansar de señalarlo— por personas que saben al ciento por ciento que igual durante que después no van a perder un euro. Es más, ni siquiera van a recuperar un minuto de su trabajo. Por fortuna, solo son los que más ruido hacen, pero ni de lejos representan a los que sí ponen todo para salir.
Se nos da fatal entender números y solo vemos tragedias si nos tocan de cerca. Podemos, tranquilamente, hacer como que nos indignamos ante una cosa y después continuar actuando de una forma que sabemos que produce efectos en otras personas, pero, como a nosotros no…
Ejemplos, todos esos jetas jovencitos que, como a ellos no les afecta tanto el coronavirus, pues con decirles a los viejos que se queden en casa, pues ya. La ironía es que en la última crisis muchos de esos mayores que ahora sufrirán las consecuencias de los recortes prefirieron aferrarse a sus segundas y terceras viviendas en lugar de promover la reactivación económica invirtiendo en cualquier otra cosa.
Nadie está siempre encima de la parra. No está mal recordarlo antes de que te aplaste.
De esta crisis están surgiendo, al menos, dos nuevas clases sociales.
Una para la que la salud de las personas está por encima de todo y se contrapone a la otra. Esa para la que la pasta está por encima de la salud y el bienestar de todos. La primera la nutren, en su frente político-sindical, personas preocupadas por la salud de los trabajadores y los más desfavorecidos, excelentes seres humanos que, en su inmensa mayoría, llevan toda la vida tirando con pólvora del rey y que acabe esto como acabe podrán seguir integrando las filas de esa conmovedora izquierda caviar que se pasa el día predicando en la pancarta infinita, pero sin que se les escape del bolsillos ni un grano de trigo.
Al otro lado está una banda de indeseables sin escrúpulos con el corazón más negro que el betún, una banda para la que amasar dinero, despedir, explotar y perjudicar la salud de los trabajadores es su hobby. El frente político de estos esta compuesto, como no puede ser de otra manera, de «ustelas» y «herriaren etsais» en contraste con el blanco impoluto de los corazones,pensamientos y obras de los otros.
Y así todo.
Aunque siempre se dice que en circunstancias trágicas sale a flote lo mejor y lo peor del ser humano, me alucina el violento brote xenófobo en India contra los turistas chinos, italianos y españoles.
Beno, tampoco es de extrañar demasiado. Una amiga que vive el extranjero tiene desde hace años un noviete de allí y se quieren casar desde hace un par de años.
La familia no le deja al chaval que lo haga o le deheredan y le repudian.
Habrá que actualizar un poco el concepto de racismo como pandemia moral no exclusiva de los blanquitos.
En estos días, delante de la crisis sanitaria por el COVID-19, hemos visto como no se está desbordando el sistema sanitario vasco.
Lo que está quedando claro en esta crisis sanitaria es que el COVID-19 no es la clave de la cuestión. La pandemia es nada menos que una muestra clara que el capitalismo salvaje (Estados Unidos, Brasil, Chile) no es un modelo de organización social válido para garantizar la salud de las personas. Esta crisis sanitaria ha demostrado que el capitalismo social (Suecia, Holanda, Finlandia) dispone de una red de infraestructuras sanitarias, sociales, económicas fuertes para defender la vida y la salud de las personas.
Herritarren zerbitzura dagoen euskal sistema baten bermea da EAJ.
Euskal Nazioko ongizate-estatuak familiak, enpresariak, langileak babesten ditu.
El PNV es garantía de estabilidad sanitaria, social, económica del Reino español.
Aurrera Iñigo Urkullu lehendakaria!.