Qué tiempos, aquellos en los que la vieja guardia pepera entonaba el “Menos mal que nos queda Cospedal”. Hubo una época, se lo juro, en que la manchega fue la gran esperanza blanca en esa sede genovesa ahora en venta. Fue precisamente hasta que se enredó en aquel trabalenguas en bucle del despido simulado en diferido de Bárcenas. A partir de ahí cayó en barrena por deméritos propios y por las zancadillas sin cuento que le fue poniendo su enemiga íntima Soraya Sáenz de Santamaría. Es gracioso a la par que revelador que una y otra estén ahora mismo en un marrón judicial de complicada salida a cuenta, justamente, de los tejemanejes del falto de escrúpulos extesorero. Para ser justos, la exvicepresidenta y mano derecha de Rajoy todavía va librando, aunque parece que por poco tiempo. De acuerdo a lo que conocimos ayer, es María Dolores de Cospedal la que más siente el aliento de la Justicia en su nuca. El juez instructor del caso Kitchen, Manuel García-Castellón (que no es, ni de lejos, sospechoso de izquierdismo rampante) le acusa a ella y a su marido de haber urdido toda la rocambolesca trama que tenía como objetivo robarle a Bárcenas los documentos comprometedores para decenas de dirigentes de primera fila del PP. A la ex ministra de Defensa se le imputan tres delitos que no son ninguna minucia: cohecho, malversación y tráfico de influencias. Con el ministro de la triste figura, Jorge Fernández Díaz (el de “la fiscalía te lo afina”) ya imputado desde hace meses, el círculo se va cerrando. La siguiente vuelta de tuerca dará de lleno a la mentada Sáenz de Santamaría y caben pocas dudas de que la pieza final será Eme Punto Rajoy.