Cospedal, al final de la escapada

Qué tiempos, aquellos en los que la vieja guardia pepera entonaba el “Menos mal que nos queda Cospedal”. Hubo una época, se lo juro, en que la manchega fue la gran esperanza blanca en esa sede genovesa ahora en venta. Fue precisamente hasta que se enredó en aquel trabalenguas en bucle del despido simulado en diferido de Bárcenas. A partir de ahí cayó en barrena por deméritos propios y por las zancadillas sin cuento que le fue poniendo su enemiga íntima Soraya Sáenz de Santamaría. Es gracioso a la par que revelador que una y otra estén ahora mismo en un marrón judicial de complicada salida a cuenta, justamente, de los tejemanejes del falto de escrúpulos extesorero. Para ser justos, la exvicepresidenta y mano derecha de Rajoy todavía va librando, aunque parece que por poco tiempo. De acuerdo a lo que conocimos ayer, es María Dolores de Cospedal la que más siente el aliento de la Justicia en su nuca. El juez instructor del caso Kitchen, Manuel García-Castellón (que no es, ni de lejos, sospechoso de izquierdismo rampante) le acusa a ella y a su marido de haber urdido toda la rocambolesca trama que tenía como objetivo robarle a Bárcenas los documentos comprometedores para decenas de dirigentes de primera fila del PP. A la ex ministra de Defensa se le imputan tres delitos que no son ninguna minucia: cohecho, malversación y tráfico de influencias. Con el ministro de la triste figura, Jorge Fernández Díaz (el de “la fiscalía te lo afina”) ya imputado desde hace meses, el círculo se va  cerrando. La siguiente vuelta de tuerca dará de lleno a la mentada Sáenz de Santamaría y caben pocas dudas de que la pieza final será Eme Punto Rajoy.

Ser Iglesias o no

Para que no haya dudas —aunque las habrá igualmente; conozco a mis clásicos—, empezaré diciendo que las imputaciones que pretende cargarle a Pablo Iglesias el juez García-Castellón suenan un congo a paja mental de su señoría. Díganme si no lo aprecian en este fragmento del auto, cuando el togado califica los hechos como una “consciente y planificada actuación falsaria desplegada por el señor Iglesias con su personación, fingiendo ante la opinión pública y ante su electorado haber sido víctima de un hecho que sabía inexistente, pocas semanas antes de unas elecciones generales”. Ya me contarán cómo carajo se va a probar que lo que movió al líder de Podemos fue hacerse el mártir para rascar votos. Tiene toda la pinta de que este fuego de artificio quedará en humo.

Por lo demás, en el momento procesal actual, Iglesias no es culpable de nada. Ni siquiera presunto culpable. Será el Supremo quien determine si procede imputarlo (o investigarlo, según la jerga nueva). ¿A que el principio es de cajón? Debería, pero ya saben que no. Solo se aplica cuando los pleitos afectan a los intocables. Cualquier otra persona sobre la que se emprende una acción judicial es automáticamente culpable. Es la eterna doble vara. Por cierto, este juez tan malvado es el mismo que instruye el caso Kitchen. Denle una vuelta.