No somos nada. El doctor Iturgaiz Angulo firmó anteayer el parte de defunción de la sociedad de auxilios mutuos entre el PP y Ciudadanos en la demarcación autonómica. “La coalición esta muerta”, proclamó en una entrevista en Vocento el curtido superviviente de la política y líder de la sucursal local de Génova por la gracia de Pablo Casado. Como imaginarán —e incluso, como les pasará a buena parte de ustedes—, las grescas a ese lado del tablero ideológico no me provocan el menor sufrimiento. De hecho, si les digo que solo me inspiran indiferencia, les estoy mintiendo. En realidad, asisto a ellas con media sonrisa que no impide que acudan a mi cabeza pensamientos más o menos reflexivos sobre la indecible levedad de cierta alianzas políticas.
En el caso que nos ocupa, procede recordar cómo hace apenas dos años, el PP vasco persiguió por tierra, mar y aire la entente con la franquicia naranja en el terruño. Aquí nunca fueron más de una docena, pero la aparente pujanza de los entonces acaudillados por Albert Rivera acongojaba a los populares, que veían en las coaliciones electorales una forma de amortiguar el batacazo que temían. Luego se vio que el matrimonio de siglas no evitó la bofetada en las urnas. Es más: para la formación del acordeonista fue pan hecho con unas tortas, pues de los siete representantes en Gasteiz, dos eran de Ciudadanos; ni de broma hubieran obtenido los de Arrimadas tales resultados en solitario, eso sí que fue un cuponazo. Ahora que uno de los agraciados se ha apañado un carné con la gaviota y los azules aumentan su mayoría, Iturgaiz enseña la puerta al que se ha quedado colgado de la brocha. Cría cuervos.
Iturgaiz es un fenómeno. No encontraría trabajo ni de tertuliano de Ana Rosa y siempre a flote.
Dios me libre de alianzas políticas por intereses personales. Eso de «me pongo aqui» porque puedo sacar más votos, o «me junto con estos» porque así los neutralizó, y después resulta que ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. Y de lo que hablamos y acordamos «cero patatero», es una forma de hacer política de muy poca calidad.
Y así nos va en algunos sectores de nuestra política actual. Tránsfugas y desertores moviéndose de un «color» a otro, con tal de mantenerse en su escaño, y asegurarse el futuro, porque lo de volver a su actividad profesional es muy duro y casi imposible. Al menos con los privilegios y salarios que cobran algunos en su actividad política, y eso de actividad, por decir algo, pues ya vemos la «leche» que dan algúnos de ellos. Ni para hacer un café cortado.
Maquiavelo ya lo vislumbró. Nunca te juntes con alguien mas poderoso que tú, a no ser por necesidad, pues siempre estarás en sus manos. Esto ha sucedido en este caso. Aparte la falta de ética y moral a la que nos tiene acostumbrados el simpático acordeonista, junto con sus salidas de pata de banco en el Parlamento Vasco, hay que recordar que ese engendro de coalición fue impuesto por el gran gurú Pablo, el cual, además de saber de Derecho político copiando másteres y otras hierbas, debería darse cuenta que los matrimonios de conveniencia duran lo mismo que una tarta a la puerta del colegio. Esto es muy suyo dentro de su partido porque hoy te necesito y mañana , si te he visto no me acuerdo. Por ello, el desenlace de la novela estaba claro y él encargado de dar la última palada ha sudo precisamente su gran valedor en Euskadi. Quizá debería de recordar que el que a hierro mata a hierro muere y que también deberá pasar tarde o temprano por esa experiencia. Entonces, que diría?: O cielos, traición?. u OPA Hostil hacia su partido?. La única OPA de ese tipo tanto al Estatuto que dice defender como a la ética que debiera imperar en la política la realiza el tanto con sus insustancialidades como por promover y alentar las mayores bajezas a este respecto. Luego. que no venga contando milongas y tocando música lúgubre en su acordeón. Por cierto, tiene la titulación de solfeo?