¿La venganza de Alfonso Alonso?

Leo en un medio que bebe a morro de fuentes de Génova que una de las primeras cosas que hará el mesías Alberto Núñez Feijóo cuando tome el mando efectivo será quitarse de en medio al actual presidente del PP vasco, Carlos Iturgaiz. Se añade, incluso, que Alfonso Alonso está por la labor de dar el paso y asumir de nuevo el puesto del que fue sacado a patadas por el hoy cadáver político andante Pablo Casado. Por un lado, me cuesta creer que el taimado y calculador Alonso se preste a dejar su comodísima vida de lobbista para volver a tomar las riendas de una formación cada vez más residual y sin grandes perspectivas de remontar el vuelo. Claro que, conociendo su gusto por los focos y los micrófonos, ante los que se maneja con una maestría envidiable, tampoco sería tan descabellado que se dejara tentar.

Mucho más, cuando al hacerlo podría cobrarse la revancha que lleva rumiando desde el mismo instante de su cruel descabalgamiento del machito. No hay más que leer el artículo de página entera que publicó en El Mundo o que escuchar lo que le dijo a Arantza Ruiz en ETB para comprobar que el exalcalde de Gasteiz sigue respirando por la vieja herida. De saque y sin cortarse, reclama un congreso propio del PP vasco después de recordar que los actuales dirigentes no son más que fieles mayordomos que han venido cumpliendo la voluntad de Casado hasta un minuto antes de su defenestración. No es mía sino suya esta frase: “Casado quería una sucursal del PP en el País Vasco, no un PP vasco”. Vayamos haciendo acopio de palomitas porque los próximos episodios del jueguecillo de tronos local se prevén de lo más jugosos.

Iturgaiz despacha a Ciudadanos

No somos nada. El doctor Iturgaiz Angulo firmó anteayer el parte de defunción de la sociedad de auxilios mutuos entre el PP y Ciudadanos en la demarcación autonómica. “La coalición esta muerta”, proclamó en una entrevista en Vocento el curtido superviviente de la política y líder de la sucursal local de Génova por la gracia de Pablo Casado. Como imaginarán —e incluso, como les pasará a buena parte de ustedes—, las grescas a ese lado del tablero ideológico no me provocan el menor sufrimiento. De hecho, si les digo que solo me inspiran indiferencia, les estoy mintiendo. En realidad, asisto a ellas con media sonrisa que no impide que acudan a mi cabeza pensamientos más o menos reflexivos sobre la indecible levedad de cierta alianzas políticas.

En el caso que nos ocupa, procede recordar cómo hace apenas dos años, el PP vasco persiguió por tierra, mar y aire la entente con la franquicia naranja en el terruño. Aquí nunca fueron más de una docena, pero la aparente pujanza de los entonces acaudillados por Albert Rivera acongojaba a los populares, que veían en las coaliciones electorales una forma de amortiguar el batacazo que temían. Luego se vio que el matrimonio de siglas no evitó la bofetada en las urnas. Es más: para la formación del acordeonista fue pan hecho con unas tortas, pues de los siete representantes en Gasteiz, dos eran de Ciudadanos; ni de broma hubieran obtenido los de Arrimadas tales resultados en solitario, eso sí que fue un cuponazo. Ahora que uno de los agraciados se ha apañado un carné con la gaviota y los azules aumentan su mayoría, Iturgaiz enseña la puerta al que se ha quedado colgado de la brocha. Cría cuervos.

Delirante PP vasco

Asisto con fascinación enfermiza a la impudorosa autodestrucción del PP vasco a la vista de todo el mundo. Confieso que en no pocas ocasiones soy incapaz de discernir si el espectáculo es real o producto de un pésimo guionista de serie zeta. O quizá de uno de esos programas de cámara oculta. Hay momentos, no me lo nieguen, en que se trasciende el esperpento para dar de lleno en el delirio. Ni el actor más bregado en Stanislavski sería capaz de reproducir esos discursos abracadabrantes de Iturgaiz que provocan una mezcla de pasmo, asquete y compasión en el observador. ¿Cómo se puede llegar a semejante extremo de carencia de sentido del ridículo? ¿Es que no hay nadie cerca con la piedad necesaria para contarle al tipo que se le ha parado el calendario o que sus dislates encadenados resultan de un patetismo cósmico?

No, no lo hay. Pinta tiene, de hecho, de que el tristísimo festival de lo grotesco atiende al dictado de un estratega sin corazón de Génova, donde hace tiempo que dieron a Euskadi como tierra perdida para cazar votos. Por eso, cada intento de puesta al día del catecismo ha sido cercenada sistemáticamente. Nadie mejor que Amaya Fernández, presidenta interina que enseguida será fulminada, para describir la agónica situación: “Nos hemos dado un tiro en el pie”. En realidad, otro más.

Derecha esperpéntica

Siempre he defendido —y me he llevado unos buenos pescozones por ello— que Euskadi necesita un centro-derecha españolista civilizado. Puesto que en la sociedad vasca hay un número nada desdeñable de personas con esa ideología que no comparto en absoluto pero que respeto sin matices, sostengo que deberían tener una formación política que las representara. Pensaba sinceramente que la desaparición (ya sé que estratégica y nada ética) de ETA facilitaría las cosas, pero el paso del tiempo me ha hecho comprobar que no es así. Al contrario: mirando en perspectiva los movimientos en el seno del partido que podría haber asumido esos principios democráticos, se diría que se ha huido de la puesta al día del ideario como de la peste.

Y eso es precio de amigo, a la vista de la elección de Iturgaiz como candidato a lehendakari y, sobre todo, del seguimiento de su campaña que bate récords de esperpento de acto en acto, con Casado como padrino omnipresente, exhibiendo en cada declaración un desconocimiento entre profundo e insultante de la realidad del país. Por si faltara quincallería chusca, en lisérgica coalición con Ciudadanos, cuya visceral antiforalista líder se plantó el domingo en Gernika, símbolo de la foralidad, a pasear su nulo sentido del ridículo y su ilimitada ignorancia atrevida. De lo suyo gastan.

PP contra PP

Dos barreños de palomitas, preveía yo a la ligera en la anterior columna. Con menos de media docena no llegamos para lo que parce que va a dar de sí esta versión de Kramer contra Kramer en que se han enredado el PP español y el PP vasco. Y ojo, si no vamos a necesitar también una caja gigante de pañuelos de papel para secarnos las lágrimas, en su mayor parte, de risa. Pensaba uno ingenuamente que, llegados al borde del precipicio, la casa madre entraría en razón, y aunque fuera a regañadientes, dejaría la coalición con Ciudadanos para mejor momento y se comería con patatas las listas al estilo de Alfonso Alonso, o sea, con los paracaidistas naranjas relegados al quinto anfiteatro, que es lo que les corresponde por peso real.

Pero no, para chulo, el pirulo de Casado, que ha acabado firmando el pacto con Arrimadas, dejándole claro a su hemorroide vasca que son lentejas, y que si le apetece dimitir, tanta gloria lleve como paz deje. El otro ha contestado negándose a presentarse en la calle Génova, donde había sido convocado por un guasap enviado a horas intempestivas y provocando que su jefe cancelase una excursión propagandística a las inmediaciones del vertedero de Zaldibar. También ha difundido la especie de que ni él ni su junta directiva piensan renunciar aunque les toque jalarse la rueda de molino que les han endilgado sus señoritos de los madriles. Suena eso a la enésima humillación, pero también puede ser que el todavía presidente del PP vasco sea discípulo de Pedro Sánchez y esté pensando en escribir su propio Manual de resistencia.

Un recuerdo para Arantza Quiroga, a la que todo esto debe de sonarle.

¿Suman o restan?

Menos mal que en medio de los dramas de verdad nos quedan tragicomedias de chicha y nabo para echarnos unas risas. Lo de la coalición esa entre PP y Ciudadanos para las elecciones en la demarcación autonómica, por ejemplo. No me digan que no es para llenar dos barreños de palomitas y disponerse a disfrutar del espectáculo. Lo penúltimo a la hora de escribir estas líneas es que después de haber anunciado con toda pompa el matrimonio de conveniencia, al PP vasco se le han hinchado las narices y ha bramado en Twitter que no va a tragar con que le cuelen en puestos de salida —de presunta salida, dada la precariedad electoral de los pop-ulares locales— a submarinos naranjas que no los conocen ni en su casa a la hora de merendar.

Iba siendo hora, jopelines, de que a Alfonso Alonso le saliera el carácter. Era demasiada tomadura de tupé que sus señoritos de Génova le estuviesen montando una plancha nada menos que con Rosa de Sodupe como cabeza de cartel y que solo lo salvara de la quema el lehendakari al adelantar las elecciones. Y luego, que el presunto pacto lo negociasen en Madrid el mandamás Casado y la mandaloquesepuede Arrimadas.

Espero con ansiedad el próximo episodio del astracán. ¿Se mantendrá Alonso en sus trece o, como ha hecho de manera impropia en alguien que le saca mil largos a su jefe genovés, volverá a bajar la testuz? La pura lógica y el más básico instinto de supervivencia llevarían a pensar que el PP español va a recular y, quizá, a decirle a la heredera de los restos de serie que dejó Rivera que donde dijo digo ahora es Diego y, bueno, Inés, ya tú sabes. Hoy mismo saldremos de tan divertida duda.

Casado humilla a Alonso

Casi a la par que Real y Athletic consiguieron su brillante pase a las semifinales de Copa tras hacer morder el polvo, respectivamente, a Madrid y Barça, corrió el chauchau de que el Partido Popular había elegido a Rosa de Sodupe como candidata a Lehendakari para las elecciones que —tiene pinta— se nos vienen encima. Era inevitable que las albricias se adueñaran de los memes de las redes sociales. Tanta alegría, aventuraban decenas de malévolos tuiteros, no podía ser verdad. Y la lástima, mirado desde el lado de quienes desean que la franquicia vascongada del PP resulte más irrelevante de lo que ya es en la actualidad, es que no lo vaya a ser.

Pensaba uno cuando se echó a correr semejante especie que se trataba de un bulo de cuarta regional. Ni les cuento la cara que se me quedó al saber por las fuentes cavernarias que he vuelto a frecuentar que, efectivamente, en la Génova del mandarín Casado se había ponderado esa posibilidad muy seriamente. De hecho, va a misa que la doña exmagenta fue llamada a consultas en la sede central del PP junto a Fernando Savater —lagarto, lagarto— y Maite Pagazaurtundua, quien, por cierto, aún no está descartada al cien por ciento para encabezar una hipotética candidatura conjunta de populares y Ciudadanos en la plaza autonómica.

Todo eso, ojo al parche, después de haber ofrecido a Alfonso Alonso la consabida salida digna remunerada a millón en algún chiringo semipúblico bajo la égida pepera. Parece que la estrechez de fechas, sobre todo si hay adelanto, lo va a impedir. Pero como humillación al principal valor político del partido en la CAV no me digan que no es del quince.