PP contra PP

Dos barreños de palomitas, preveía yo a la ligera en la anterior columna. Con menos de media docena no llegamos para lo que parce que va a dar de sí esta versión de Kramer contra Kramer en que se han enredado el PP español y el PP vasco. Y ojo, si no vamos a necesitar también una caja gigante de pañuelos de papel para secarnos las lágrimas, en su mayor parte, de risa. Pensaba uno ingenuamente que, llegados al borde del precipicio, la casa madre entraría en razón, y aunque fuera a regañadientes, dejaría la coalición con Ciudadanos para mejor momento y se comería con patatas las listas al estilo de Alfonso Alonso, o sea, con los paracaidistas naranjas relegados al quinto anfiteatro, que es lo que les corresponde por peso real.

Pero no, para chulo, el pirulo de Casado, que ha acabado firmando el pacto con Arrimadas, dejándole claro a su hemorroide vasca que son lentejas, y que si le apetece dimitir, tanta gloria lleve como paz deje. El otro ha contestado negándose a presentarse en la calle Génova, donde había sido convocado por un guasap enviado a horas intempestivas y provocando que su jefe cancelase una excursión propagandística a las inmediaciones del vertedero de Zaldibar. También ha difundido la especie de que ni él ni su junta directiva piensan renunciar aunque les toque jalarse la rueda de molino que les han endilgado sus señoritos de los madriles. Suena eso a la enésima humillación, pero también puede ser que el todavía presidente del PP vasco sea discípulo de Pedro Sánchez y esté pensando en escribir su propio Manual de resistencia.

Un recuerdo para Arantza Quiroga, a la que todo esto debe de sonarle.

¿Suman o restan?

Menos mal que en medio de los dramas de verdad nos quedan tragicomedias de chicha y nabo para echarnos unas risas. Lo de la coalición esa entre PP y Ciudadanos para las elecciones en la demarcación autonómica, por ejemplo. No me digan que no es para llenar dos barreños de palomitas y disponerse a disfrutar del espectáculo. Lo penúltimo a la hora de escribir estas líneas es que después de haber anunciado con toda pompa el matrimonio de conveniencia, al PP vasco se le han hinchado las narices y ha bramado en Twitter que no va a tragar con que le cuelen en puestos de salida —de presunta salida, dada la precariedad electoral de los pop-ulares locales— a submarinos naranjas que no los conocen ni en su casa a la hora de merendar.

Iba siendo hora, jopelines, de que a Alfonso Alonso le saliera el carácter. Era demasiada tomadura de tupé que sus señoritos de Génova le estuviesen montando una plancha nada menos que con Rosa de Sodupe como cabeza de cartel y que solo lo salvara de la quema el lehendakari al adelantar las elecciones. Y luego, que el presunto pacto lo negociasen en Madrid el mandamás Casado y la mandaloquesepuede Arrimadas.

Espero con ansiedad el próximo episodio del astracán. ¿Se mantendrá Alonso en sus trece o, como ha hecho de manera impropia en alguien que le saca mil largos a su jefe genovés, volverá a bajar la testuz? La pura lógica y el más básico instinto de supervivencia llevarían a pensar que el PP español va a recular y, quizá, a decirle a la heredera de los restos de serie que dejó Rivera que donde dijo digo ahora es Diego y, bueno, Inés, ya tú sabes. Hoy mismo saldremos de tan divertida duda.