‘Efecto Feijóo’

Hay que ver cómo nos gusta a los plumíferos la pirotecnia en los titulares. Eso, y hacernos trampas en el solitario a la vista de todo el mundo. “El ‘efecto Feijóo’ dispara al PP en el CIS”, encabezamos ayer y hoy 99 de cada cien medios, pasando por alto voluntariamente que hasta el que reparte las cocacolas sabe que Tezanos se saca los datos, si no de la entrepierna, por lo menos, de la sobaquera. El histórico de la comparativa de sus vaticinios con la realidad demuestra que el carísimo instituto demoscópico público español tiene un índice de acierto por debajo del de la escopeta de feria más chungalí. Claro que, como también tenemos certificado, los groseros fallos no atienden necesariamente a la incompetencia sino a la intención desparpajuda de arrimar el ascua a la sardina ideológica del señorito.

El resto del trabajo lo hacemos, insisto, los trasegadores de información al distribuir la mercancía averiada sin siquiera pasarla por el cedazo. Bien es cierto que también lo hacemos porque nos sirve para llenar de material gratuito de aluvión minutos de tertulia o centímetros de papel y/o pantalla. ¿Que hay que vender el ‘Efecto Feijóo’? Oiga, pues se vende acompañado de toda la fanfarria que sea menester, de igual modo que, cuando toque, correremos a proclamar que el tal efecto se ha estancado, se desinfla o, si es el caso, cae en picado. Ya se hizo, sin ir más lejos con el ‘Efecto Casado’, sin que la curva azul que subía y bajaba según le petaba al gran maestre del CIS pudiese confrontarse nunca con los hechos contantes y sonantes. Lo sorprendente, o quizá no tanto, es que el birlibirloque siga colando.

¿La venganza de Alfonso Alonso?

Leo en un medio que bebe a morro de fuentes de Génova que una de las primeras cosas que hará el mesías Alberto Núñez Feijóo cuando tome el mando efectivo será quitarse de en medio al actual presidente del PP vasco, Carlos Iturgaiz. Se añade, incluso, que Alfonso Alonso está por la labor de dar el paso y asumir de nuevo el puesto del que fue sacado a patadas por el hoy cadáver político andante Pablo Casado. Por un lado, me cuesta creer que el taimado y calculador Alonso se preste a dejar su comodísima vida de lobbista para volver a tomar las riendas de una formación cada vez más residual y sin grandes perspectivas de remontar el vuelo. Claro que, conociendo su gusto por los focos y los micrófonos, ante los que se maneja con una maestría envidiable, tampoco sería tan descabellado que se dejara tentar.

Mucho más, cuando al hacerlo podría cobrarse la revancha que lleva rumiando desde el mismo instante de su cruel descabalgamiento del machito. No hay más que leer el artículo de página entera que publicó en El Mundo o que escuchar lo que le dijo a Arantza Ruiz en ETB para comprobar que el exalcalde de Gasteiz sigue respirando por la vieja herida. De saque y sin cortarse, reclama un congreso propio del PP vasco después de recordar que los actuales dirigentes no son más que fieles mayordomos que han venido cumpliendo la voluntad de Casado hasta un minuto antes de su defenestración. No es mía sino suya esta frase: “Casado quería una sucursal del PP en el País Vasco, no un PP vasco”. Vayamos haciendo acopio de palomitas porque los próximos episodios del jueguecillo de tronos local se prevén de lo más jugosos.

Vox toca pelo gubernamental

La misma noche electoral, Santiago Abascal le dijo entre risotadas al cabeza de lista de Vox, Juan García-Gallardo, que se le estaba poniendo cara de vicepresidente. El tiempo (el poquito tiempo; ni un mes, en realidad) le ha acabado dando la razón al caudillín de Amurrio. Su sucursal castellano-leonesa pilla de una tacada esa vicepresidencia, tres consejerías y, de propina, la presidencia de la Asamblea. Da entre pena y risa recordar al políticamente difunto Pablo Casado jurando que no les iba a caer esa breva a los ultramontanos. El plan inicial era que Vox entregara sus votos gratis et amore o repetir las elecciones. Lo despiporrante es que el líder del PP en el terruño y aspirante a la reelección como presidente se mostró todavía más tajante. Por encima de su cadáver iba a compartir Mañueco gobierno con los abascálidos. Ya ven lo poco que dura un “no es no” en la política española.

Y ya ven de paso cuál ha sido la primera decisión importante del virtual (pero ya en ejercicio) presidente del PP, el muy moderado Alberto Núñez Feijóo. Si a alguien le sorprende, que se empolle un poco más al personaje. Si algo es el gallego (además de gallego), es un fuera de serie en materia de cabalgar contradicciones. Esta no le va a pasar factura. Primero, porque se va a olvidar echando leches. Segundo y más importante, porque a los votantes de a pie del PP no les incomoda en absoluto compartir gabinete con Vox. Al contrario, lo ven como el reencuentro de miembros de la misma familia que se habían distanciado un tanto. Si lo piensan, lo cierto es que Vox ya había gobernado en Castilla y León: cuando todavía formaba parte del PP.