De los deseos a la realidad hay un buen trecho. A mí también me gustaría, como a todos, meter en cintura a las todopoderosas y abusonas compañías eléctricas. La cuestión es cómo y con qué consecuencias. Cuando el atribulado Gobierno español puesto entre la espada y la pared anunció su intención de dar un bocado a los beneficios de los emporios que nos suministran la luz, no me fue difícil imaginar el siguiente capítulo. Y creo que a nadie, porque es lo que vienen haciendo los proveedores de servicios básicos cada vez que se encuentran con una disminución de las ganancias. Simplemente, trasladan el mordisco a los consumidores. En un mercado medianamente libre, los sufridos paganos buscarían una oferta mejor. En este caso no hay tutía. Da lo mismo a quién le paguemos el recibo. Nos la clavan igual porque estamos cautivos.
Con todo, esta vez los taimados semimonopolios han hilado más fino. En lugar de endiñar el zurriagazo a los particulares que ya van ahogados de sobra, lo han hecho sobre las empresas. El hostión ha sido tan espectacular, que algunas de las firmas industriales más potentes han tenido que parar la producción. Imaginen cómo lo estarán pasando las más pequeñas. La moraleja, por más que nos pese, es que lo del cacareado hachazo no fue tan buena idea. Al final, el remedio es peor que la enfermedad y en el cómputo global salimos palmando mucho más. Bueno, no todos. Hay quien gana porque nunca pierde. ¿Las eléctricas? Ellas, claro, y a su lado, los demagogos que piarán a dos carrillos contra el tarifazo y contra la pérdida de empleo de las empresas que no pueden pagar la factura.
Vamos a ver; obviamente las eléctricas son malvadas, como la banca, como las petroleras y gasisticas, como los arrendadores de pisos, como cualquiera que pretenda hacer negocio con una determinada actividad. No parece, a las vista de los datos, que las eléctricas españolas hayan actuado de forma diferente de las europeas. Hemos elegido, democráticamente, un modelo de producción energética, teóricamente respetuoso con el medio ambiente, pero que es muy caro y tal vez frágil. A EEUU, mediante el denostado fraquing, le sobra gas y petróleo, China opta por las centrales de carbón, Alemania también, Francia plantea aumentar su capacidad de generar energía nuclear. ¿Y España? A sí, las malvadas eléctricas, jeje. Pero eso sí, aunque debajo de Subijana exista una bolsa de gas capaz de paliar nuestra dependencia energética, no lo queremos ni investigar. Luego, cuando algún día demos al botón del termostato y no funcione, porque no hay suministro, la culpa será de las malditas energéticas, del sunsum corda. Bueno, todos a soplar fuerte a ver si los molinos giran más fuerte y nos anegan de megavatios. Y ¡ojo! Cruzar los dedos.
Es curioso que nos cabreemos con Galán y sus socios, con razón, pero aguantemos como valientes los tarifazos de las compañías telefónicas o las subidas de márgenes de las petroleras.
El Giga es el nuevo dios y las redes sus profetas.
Cierto es que el mercado europeo de la energía es el que es. No obstante, de acuerdo con el artículo 107 del Tratado, pueden acordarse ayudas de carácter social a los consumidores que sean afectados por la escalada del precio de la luz. Por ahí podría considerarse como correctas las medidas que hubieran de adoptarse. Ahora bien , no hay que olvidar que, tal y como se reconoce en el artículo 194 del Tratado así como en los Reglamentos y Directivas de desarrollo, que todos los consumidores; en particular los industriales como exponente relevante de los mismos, deben ser garantizados con unos precios asequibles, proporcionarles las señales necesarias para procurar la inversión en energías renovables, garantizar el suministro y abrir la vía menos costos hacia la transición climática. Así mismo, debe de garantizarse la seguridad del suministro energético mediante evaluaciones adecuadas de riesgo, planes de acción preventivos y planes de emergencia adecuados, reforzando los mecanismos de protección solidaridad y respuesta. Creo recordar que ninguno de estos remedios humildemente propuestos se ha llevado a la práctica, sino mas bien se ha cargado el acento en la producción y distribución mediante la elevación de las cargas fiscales, olvidando las otras dimensiones del mercado europeo de la electricidad, lo que nos ha conducido a esta situación. Por ello, me gustar´ía indicar que algunos que ven la luz en la defensa de ciertas medidas para penalizar a los productores y distribuidores pueden acabar cegados por ella y cegarnos también a todos. Otros dicen que el reino de los productores y distribuidores de la energía no es de este mundo pero el que camina en las tinieblas no sabe a donde va. No soy accionista de ninguna multinacional eléctrica pero realizo estas reflexiones para poner un poco de claridad en medio de una tormenta basada muchas veces en la demagogia o la ignorancia.
Buenos días, don Javier.
Un amigo navarro me comentaba desde ya hace varios años que en España con las renovables se podría conseguir gas. Y su explicación es muy sencilla y fácil de entender… Si la electricidad no se puede almacenar, cuando hay un exceso de producción o falta de consumo, derivar esa electricidad a plantas productoras de Hidrógeno ¿Qué mejor que la electrolisis para producir ese gas…? De esta forma, no se desaprovecharía ni un vatio y quién sabe si el hidrógeno no acabaría sustituyendo al gas ciudad.
En las administraciones parece que se ha hablado de algo parecido, pero el miedo de los políticos a acometer ayudas a algo para ellos nuevo nos lleva otra vez al «que inventen ellos».
Un saludo