Cuando la demagogia entra por la puerta, la menor posibilidad de un debate sereno y sosegado salta por la ventana. El principio vale para lo que quieran, pero en este caso me refiero al inminente cierre del Museo de la Ciencia de Donostia. Una pérdida que no es solo para Gipuzkoa, sino para los tres territorios de la demarcación autonómica; a ver cuándo nos dejamos de provincialismos y empezamos a tener visión de país, aunque sea en su versión administrativamente liofilizada. De paso, a ver si abandonamos la hipocresía y el hacernos de nuevas con fastidio. Está ampliamente constatado que cuando la decisión se sometió a votación en el Patronato de la Fundación Kutxa, todos los partidos, sindicatos e instituciones representadas dieron su visto bueno.
O sea, que menos sulfuros impostados y menos lágrimas de cocodrilo. Esa unanimidad solo quiere decir algo bien sencillo que nos negamos a aceptar: no quedaba otra. Por mucho que pretendamos engañarnos a nosotros mismos, las normas vigentes y, peor que eso, el propio despiadado mercado bancario actual han hecho que nuestras queridas cajas tengan que competir por seguir vivas y arraigadas en sus respectivas sedes. Ya escribí una vez y vuelvo a hacerlo que la gran obra social que espero de un banco es que pague muchos impuestos a las arcas locales. A partir de ahí, son las instituciones y no la beneficencia mal entendida las responsables de dotarnos de los servicios que demanda la sociedad que consume y vota. Y eso incluye la creación y el mantenimiento (si las empresas privadas echan un cable, genial) de un Museo de la Ciencia como el de Miramon. O ese mismo.
Y donde está el museo ése ¿pondrán un restaurante o harán pisos turísticos? Ahi esta el futuro y no en la tontería ésa de las Ciencias.
Cuando a finales del siglo XIX y finales del XX, se crearon los Bancos y las Caja de Ahorro, la diferencia entre aquellas y éstas estaba muy clara. Hoy en día ya no es así. Nos guste más o nos guste menos. Negocio puro y duro. Si, las cajas siguen teniendo una Obra Social, alimentada por los beneficios de cada ejercicio, pero también condicionada a la obtención de rentabilidad comercial.
Y es que el mercado financiero no entiende de «obras sociales», ya sean buenas, malas o regulares. La pela es la pela. Y no hay otra, por eso, como dice Javier, la mejor «obra social» es el pago de impuestos, que deben de servir para proporcionar servicios sociales a quienes lo necesiten.
Pasaron, afortunadamente, los tiempos en los que el ejército de lo que hoy consideramos Derechos, dependía de la Caridad (mal entendida) y/o de la Obra Social de aquellas Cajas de Ahorro dependientes algunas de ellas, de las Instituciones públicas, pero que hoy ya son «otra cosa»
De hecho, el tantas veces invocado Estatuto de Gernika menciona expresamente la «Investigación científica» y el «Patrimonio científico» como dos de las competencias exclusivas del País Vasco. Y son dos ya transferidas desde tiempo ha.
Excelente ejemplo, pues, de cómo mientras se insiste una y otra vez de una manera bastante justa (creo) en las treinta y pico (¿o son menos ya?) transferencias pendientes, resulta que otras, cuya existencia nadie discute y cuya titularidad se ostenta desde hace tiempo, no se ejercen o bien (como agudamente dice el artículo) «se encarga de ellas» el sector privado (=bancario), en una especie de delegación de las competencias públicas tantas veces exigidas y –al menos teóricamente, cara a la galería– defendidas.
Delegación, o más bien dejación (sería un término más exacto).
Bueno, como siempre, lo PÚBLICO BUENO lo PRIVADO CACA, CULO, PEDO, PIS. Pues no sé, normalmente lo privado suele ser, al menos, más barato para el erario público e, incluso, funcionar mejor. Pero bueno, contra las convicciones arraigadas es inútil discutir. Es el problema de los sesgos en las “ventanas de confirmación”. Pues nada, a seguir engordando “lo público” hasta que reviente.