Grandes titulares que acaban en pellizco de monja: “Martín Villa reconoce que pudo ser responsable político y penal de homicidios y torturas”. Son, presuntamente, palabras del exministro postfranquista de Gobernación en un desayuno informativo a mayor gloria de sí mismo. Al descender a la letra pequeña, lo que resulta que ha dicho el individuo es que “es posible que en un rapto de locura hubiera podido ser el autor material” de los crímenes que le atribuía la juez argentina María Servini y de los que finalmente quedó exonerado por puras cuestiones de forma. Es decir, que el tipo se estaba cachondeando vilmente de la gravísima acusación que pendía sobre él, una vez que tiene claro que se va a ir de rositas. Y aún tuvo el cuajo de añadir que la querella no le quitó ni un minuto de sueño. No deja de ser una prueba más, por si no teníamos suficientes, de su ínfima catadura moral.
Lo tremendo es que en las enciclopedias y en las historietas oficiales, Rodolfo Martín Villa aparecerá como uno de los autores del milagro democrático español. Habrá que aceptarlo apretando los dientes. Quizá fuimos muy ilusos al creer que iba a quedar acreditada y señalada judicialmente su responsabilidad por acción (más que por omisión) en la masacre de Gasteiz del 3 de marzo de 1976, en el asesinato de Germán Rodríguez a manos de la Policía Armada en los sanfermines de 1978 o en otros episodios de aquella Transición sangrienta. A quienes vivimos todo aquello, incluso siendo apenas unos chiquillos, nos queda la convicción indeleble de que esos hechos siniestros de los que ahora hace chistes llevan en todo o en parte su firma.
Siempre se ha dicho que la historia la escriben los vencedores.
Con Martín Villa y todos sus compañeros políticos durante la transición, que no fue tan modélica como pretenden que quede escrita para la historia, seguro que ocurre lo mismo. Tendrán que pasar dos o tres generaciones para que, si hay suerte, se pueda conocer toda la verdad y nada más que la verdad.
Repuesta miserable por su parte.
Incluso, humanamente, entiendo que haya todo lo posible para irse de rositas (que ya es un hecho) y/o que evite el tema, que se niegue a comentarlo, ya como algo del pasado y de un contexto x; será cobardía y lo que se quiera pero lo vería más digno que esa arrogancia y chulería hiriente en un tema así.
Ya digo que puedo llegar a comprender que en unos años tremendos…cada uno estuvo donde estuvo y que incluso lo justifiquen o no quieran volver sobre ello…de eso nos vamos a tener que comer unas cuantas de todos los lados. Pero al menos…un mínimo de respeto.
Todos sabemos, en gran parte porque es cierto que esa versión es la que se ha divulgado más, que en la historia oficial el político leonés aparece como uno de los reformistas; o, como mucho, mencionado como del sector «azul» del primer gobierno de la monarquía, que luego devinieron, ya con los gobiernos de Suárez –quien también pertenecía a este sector–, en «azul reformista»; hasta el punto que tras el 23-F este hombre llegó a ser vicepresidente del Gobierno de España (cosa que se olvida) y, pasados los años, presidente de Sogecable (el tinglado de telecomunicaciones del grupo Prisa, donde se ventilaban/ventila mucho dinero y poder).
Sigamos. La mencionada historia oficial hace hincapié en que lo de Vitoria le sobrepasó al entonces sr ministro de Relaciones Sindicales, que en «lo» de Sanfermines de 1978 (muerte a tiro limpio de Germán Rodr´íguez) pasó tres cuartos de lo mismo, siendo ya Martín Villa ministro del Interior, y que en los días de la detención de Carrillo en la DGS su actuación fue más que decisiva, al ir llamando por teléfono cada media hora, para que elementos ultras (¡pero muy ultras!) no le dieran matarile a Carrillo, entonces detenido en los calabozos.
Un servidor quizá desconozca todos los extremos de estos episodios, pero la verdad es que no me imagino a este hombre actuando dolosamente en estos hechos; es decir, no me imagino dando la orden de matar a los obreros de Vitoria ni a Germán Rodríguez. Hablo –insisto– de percepciones mías: lo suyo es que se hubiera realizado una investigación policial seria y se hubiesen depurado responsabilidades. De sobra sabemos que la policía de aquel entonces era, en general, cualquier cosa menos profesional, además de ser parte muy interesada en estos hechos [no puedo dejar de pensar en cómo, al invadirse la plaza de toros de Pamplona, los energúmenos de los antidisturbios confundieron los colores del Osasuna que lucían algunas peñas con los anarquistas (!!!)]. Total, no se hizo lo que debió haberse hecho, y entre unas cosas y otras, la ley de amnistía y otros indultos se extendieron a estos hechos; y aquí no se castigó a nadie.
A ver: quien esto escribe sí entiende a este respecto lo siguiente: 1) que la Ley de Amnistía que fue reclamada sobre todo por las izquierdas y por nacionalistas, y sucedió que se extendió a todos, reclamo que estaba muy claro en la propia exigencia de la amnistía (amnistía completa para unos y otros); 2) que se buscaba un olvido, ciertamente, y mirar hacia adelante, precisamente porque se recordaba muy bien qué había sucedido 40 años antes; 3) que los hechos antes descritos de Vitoria, Pamplona, etc no encajan en los supuestos de crímenes de lesa humanidad, porque serán todo lo repugnantes que sean –que lo son–, pero la lesa humanidad se estableció para otros supuestos (exterminio del pueblo judío, desaparecidos en Argentina, etc), y además pienso que al retorcerlo tanto para procurar que encaje con lo sucedido por estos pagos en los años 70, se devalúa el propio concepto de crimen de lesa humanidad; 4) [importante, creo] que los propios protagonistas de la Transición reconocen en sus memorias, escritos e intervenciones que no fue pacífica: hubo muertos, muchos menos que si se hubiera declarado otra guerra civil, pero los hubo; así que la sacralización de este período no proviene necesariamente de sus protagonistas; 5) 40 años después, junto a cosas bien positivas (siempre según mi opinión) que se consiguieron tras la amnist´ía de 1977 (establecimiento de derechos y libertades; autogobierno; reformas sociales, sanitarias; etc etc), hay algunas negativas: increíblemente sigue habiendo sin identificar cuerpos en cunetas, cuando las técnicas científicas (ADN y demás) han avanzado enormemente y podrían ayudar muchísimo a la investigación.
De nuevo temas delicados, de mucha o enorme emotividad surgen (o permanecen) y se mezclan unos con otros. Tratemos de arreglarlos y solucionarlos definitivamente, si está en nuestra mano, y sigamos viviendo un poco (o un mucho) mejor, si nos es posible,
Los suyos y él no ganaron la guerra para terminar pidiendo disculpas. La historia la escriben los vencedores.