Palabra, que uno no quiere ser pájaro de mal agüero, pero me está pareciendo ver cosas que ya he visto antes. En seis ocasiones, de hecho. Sí, es verdad que todavía no estamos para echar las sirenas a berrear. También lo es que estamos vacunados casi todos y que en los últimos 26 meses se ha acumulado un conocimiento estratosférico sobre el bicho. Igualmente, se han cometido unos quintales de errores que deberían habernos servido para no reincidir. Sin embargo, por pura precaución y en evitación de desagradables fiascos para los días estivales que tenemos a la vuelta de la esquina, haríamos bien en no perder de vista los números. Insisto: todavía no alarmantes, pero quizá ya preocupantes: en las últimas semanas estamos por encima de la veintena de muertes. Poca broma.
Y no. Nadie vea estas líneas como un asomo de crítica a las medidas de relajación de restricciones que nos han devuelto una vida bastante parecida a la que teníamos antes de febrero del infausto 2020. Aunque haya quien tenga la tentación de venir con el yoyaloadvertí, a fecha de hoy hay más motivos para pensar que fueron decisiones correctas que para defender lo contrario. Sin negar que todavía podemos llevarnos una sorpresa porque también hemos aprendido que hay factores impredecibles, podemos estar razonablemente satisfechos. Con algún tropezón, vamos haciendo realidad en anhelo de convivir con el virus. Desde luego, como estamos comprobando incluso en personas de renombre y/o a nuestro alrededor, seguirá habiendo contagios. Una férrea vigilancia y la flexibilidad para actuar en caso necesario será la clave para superar esta nueva ola.
De ilusión también se vive. Una ilusión que, unas veces no tiene ningún sentido y otras que si lo tiene. Creo que esto es lo que nos está pasando con la pandemia del covid-19. Tenemos fundamentos científicos y datos estadísticos como para tener mucha ilusión en que lo peor de esta pandemia ha pasado, pero lo cierto es que no del todo.
Creo que está en una fase en la que para protegernos del virus, no es necesario imponer leyes, normas, prohibiciones de obligado cumplimiento. Creo que ahora depende más del sentido común y del sentido de la responsabilidad de cada uno de nosotros. Creo, insisto, en que ahora más que nunca está en nuestras manos evitar la séptima ola, y poder disfrutar de una «nueva vida» pero con responsabilidad, porque no quiero ser agorero, pero siguen muriendo personas por el covid-19. Y ese dato debería ser suficiente como para moderar «nuestra ilusión.
Yo creo que la supresión de la obligatoriedad de las mascarillas se ha hecho precisamente en previsión de una nueva ola, aunque suene contradictorio.
Sería algo así como un comodín para evitar tomar medidas más restrictivas que sí podrían impactar en la economía.
Si los contagios se van de madre y empiezan a tensionar el sistema de salud…pues se vuelve a decretar la obligatoriedad de las mascarillas y con ello ya parece que se hace algo y evitas, de momento, restringir consumo en barras, horarios y demás.
Si siguiesen siendo obligatorias y la situación empeorara…se verían obligados a tomar otras medidas que no se quieren ni plantear.
Lo de la salud está muy bien, pero lo de la economía está aún mejor. Seamos realistas, al final, selección natural.