El testimonio de las víctimas de abusos policiales llegará también a las aulas vascas. La noticia es que sea noticia. O, en todo caso, el retraso. Si algo debería parecernos extraordinario, es que hasta la fecha se haya obviado esa parte del relato con absoluta naturalidad. Es como si en clase de matemáticas enseñaran a dividir pero no a multiplicar, un sinsentido que solo se comprende en un país que hemos pretendido construir únicamente con los ladrillos de conveniencia. Pero como también somos previsibles hasta el aburrimiento, un titular así provoca crujidos de dientes y rasgados rituales de vestiduras. ¡Equiparación, equiparación!, claman fuera de sí los que se niegan a admitir cualquier sufrimiento que no sea el canónico. Al hacerlo, se retratan —nuevamente— como ciegos voluntarios, amén de como inhumanos monopolistas del dolor que intentan eliminar la competencia. Ni se les ocurre pensar que los padecimientos no solo no se anulan entre sí, sino que son complementarios.
En cualquier caso, no sé qué ando gastando tinta, papel, energías y su paciencia describiendo por enésima vez una evidencia de la que (casi) todos, incluidos los que obran así, estamos al corriente. En el espacio que me queda intentaré ser propositivo, que no sé muy bien lo que quiere decir, pero que está muy de moda. Me limitaré a dar la bienvenida a la iniciativa y, en la medida que me lo permite mi escepticismo, a desear que resulte de provecho. Debo confesar que albergo mis dudas sobre el efecto que puedan tener las experiencias de víctimas de cualquier violencia en chavalas y chavales de entre 12 y 16 años. Digo yo que mal no les harán las narraciones, pero igualmente me temo que asistan a ellas con el mismo entusiasmo con que atienden una lección sobre las partes de la célula o las características del ser parmenideo. Quizá baste, es verdad, con que a uno o dos les llegue el mensaje. No estamos para pedir mucho más.
Creo que justo para las víctimas que todas puedan contar su historia, detrás de cada una de las víctimas existe una historia. Cuando se habla de víctimas creo que hay tendrían que tener cabida todas y cada una de ellas. Lo que no sé si la escuela es el lugar donde transmitirlas.
Hablo por experiencia, es muy duro perder a un miembro de tu familia, en mi caso mi hermano Miguel Angel Martínez Santamaría, getxotarra, murió en Suecia en extrañas circunstancias y todas las Instituciones, políticos,…etc. han pasado del tema y no han hecho absolutamente nada, sólo humillarme. Cuando les cuentas tu historia alucinan, les interesa e incluso sienten cierta empatia pero cuando sales de su despacho no eres nada ni nadie, su vida continua igual aunque la tuya se ha detenido un poco presa del dolor tanto por la muerte de un ser querido como por el trato recibido.
La noticia dices que no debería ser noticia, pero realmente lo que es noticia es que haya casos como el de Iñigo Cabacas y que nadie haya pedido perdón públicamente. Noticia es que su Ama, Fina Liceranzu, además del dolor enorme de perder un hijo, diga «Cada vez tengo menos fuerzas por lo mal que me tratan las instituciones».
Si el mensaje que se pretende llegar a nuestros hijos es que la vida de una persona está por encima de todas las cosas, primero habría que concienciar a todos los responsables de cómo se debe tratar a TODAS las víctimas y no puede haber víctimas de primera, segunda y otras cuya vida no vale nada
Se pretende educar a los adolescentes y habría que educar a los mayores. Seguro que estos futuros adultos serán muchísimo mejores de lo que hemos sido nosotros
Ahí estas tu, eso es lo vergonzantemente extraordinario, el olvido que, políticos y dirigentes además de los grandes medios de comunicación, sostienen de estas victimas, por lo que tiene de complicidad, enaltecimiento, mala conciencia y cosas peores. Pero no basta con caernos del guindo hoy y abrir los ojos a una realidad tenazmente ocultada… ¿por quienes? ¡Qué casualidad! Por quienes dicen ser “los protagonistas del mayor episodio de violencia y terror jamás vivido por nadie nunca jamás”, o sea, las victimas de ETA. Y no me refiero a las victimas como sujetos particulares, sino como personas pertenecientes de manera fehaciente –la mayor parte de ellas- a los mecanismos represores y violentos del Estado antes de 1975 y después de 1975: militares, policías, fiscales, jueces, políticos, periodistas y oligarcas…
Como bien dices, esos inhumanos monopolistas del dolor y ciegos voluntarios que no son simples ciudadanos de la calle, pues son nuestros gobernantes, nuestros políticos de los partidos mas votados, los encargados de impartir la justicia, los encargados de que la ley se cumpla en la calle, los encargados de informarnos con verdad y ecuanimidad….Que con leyes o por falta de ellas, con políticas o por falta de ellas, con policías de día o por incontrolados de noche, con desinformación o por falta de ella, etc etc etc llevan desde 1975 hasta el ahora mismo sometiéndonos al totalitarismo y la mentira con la excusa del dolor de los suyos sobre el de los demás, sobre el de los otros. Sobre el de todos los otros que ellos causan.
Sencillamente hemos vuelto a vivir lo ocurrido desde 1936 hasta 1975 –quienes olvidan su historia están obligados a repetirla- solo hubo “mártires de la patria” y todo lo demás eran lo que hoy llaman ETA, y si bien muchos aprendieron a ver que tras aquel relato falso de “mártires” y de quienes así les proclamaban se escondían los mayores asesinos en la mayor de las impunidades, ayer como hoy, ahí han estado y están todos los representantes habidos del Estado, presidentes, ministros, políticos, jueces, fiscales, carceleros, policías, periodistas…. clamando contra la “equiparación” y encubriendo el asesinato vil con eufemismos tales como “abusos policiales” -¿y por que no es abuso civil lo de ETA, eh?- pues son los últimos capotes que les quedan antes de que definitivamente salga a la luz el siniestro espectáculo de su obrar criminal. Si hoy somos mas los que sabemos que no solo ETA mato, que no solo hay victimas de ETA, pero todavía solo ETA ha ido a la cárcel y solo sus victimas han sido SUFICIENTEMENTE RESARCIDAS, digan lo que digan, faltan muchas voces todavía que pregunten a nuestros responsables políticos, judiciales, policiales y medios de la información…. ¿Dónde estaban cuando se cometían estos crímenes? ¿Qué hicieron para evitarlos, para denunciarlos, para perseguirlos? ¿Por qué nadie esta en la cárcel y donde están entonces? ¿Cuándo fue la última vez que visitaron o hablaron con una victima o familiar de la violencia de Estado? Durante más de 30 años los más destacados protagonistas de esa gran mentira que ha sido “la lucha contra terrorista” han sido los principales responsables de la ocultación y humillación de las victimas y de la impunidad de los verdugos. Es hora de rendir cuentas y se las debemos de exigir.
Creo que el gran error ha sido el del mecanismo mental (utilizado en ambas orillas) en el que se puede considerar a las víctimas (las que sean y de quien sean) «no como sujetos particulares sino como personas pertenecientes a…» (lo que sea; a conveniencia de cada bando). En el momento en que la persona particular pasa a segundo plano frente a su condición (real o incluso supuesta o atribuida) de miembro de (aparataros represores, colaboradores, propagandistas…o grupo terrorista, grupos de apoyo…) ya se puede hacer casi lo que sea, porque se pierde de vista que ahí hay una persona.