Cuando murió Pieter Botha, el asesino sin matices que gobernó Sudáfrica en los años más duros de la segregación y la represión contra la población negra, Nelson Mandela no dudó en mostrar sus condolencias. Podía haberse quedado en un “Descanse en paz, que Dios le perdone”, pero el hombre que pasó entre rejas todo el mandato del bautizado como Gran Cocodrilo dejó escrito lo siguiente: “Mientras para muchos Botha será recordado como un símbolo del apartheid, también le recordamos por los pasos que dio para preparar el camino hacia el pacto que fue negociado pacíficamente en nuestro país”. El gobierno de entonces —finales de 2006—, compuesto en su totalidad por víctimas del matarife, no escatimó en mensajes conciliatorios ni gestos de duelo.
Confieso que, en mi pequeñez de espíritu, soy el primero en no comprender tamaña consideración a un hijoputa de marca mayor. La registro, sin embargo, como término (extremo) de comparación con algunos de los comportamientos artificiosamente displicentes que ha provocado la muerte de Adolfo Suárez. Mientras los adoradores tardíos se salían de madre con las natillas fúnebres, otros han sentido la necesidad de aparecer como los más malotes de la cuadrilla y de marcar paquete iconoclasta. Lo revelador es que ambas reacciones tienen su origen en un desconocimiento sideral —fingido o no— del personaje y de los hechos. Al mito del Prometeo que regaló a los celtíberos el fuego democrático se ha opuesto el contramito del franquista contumaz que prolongó la vida del régimen anterior con un birlibirloque. Y la cosa es que Suárez no fue exactamente ni lo uno ni lo otro.
Salseando un poco por la red me he topado con una entrevista que le hace Antonio Yelo-para mi, desconocido hasta ahora- a Gregorio Morán y me ha resultado de los mas jugoso que he leido en los últimos tiempos sobre la Transacción española:
«Los padres de la Transición eran unos impresentables».
Durante la entrevista, el que escribió hace mas de 20 años Testamento Vasco en cuanto le echaron de La gaceta del Norte, se explaya a gusto sobre el personaje en cuestión y aún mas sobre la obra de teatro y sus actores en los años inmediatos y algo mas posteriores de aquellos años que parecen ya la prehistoria.
Y sin embargo, de aquellos lodos…
De verdad que merece la pena; se disfruta y aprende en igual medida y eso no ocurre todos los dias!
Anliber: Soy el porpagandista número uno de Morán. Sus «Sabatinas intempestivas» en La Vanguardia son brutales… aunque ya advierto que a muchos que les gustan unas cosas, no les gustarán otras. En cuestión de identidades, por ejemplo, también es muy heavy.
Es el autor de la mejor biografía de Suárez que he leído. Ahí está todo lo que citas porque la entrevista se la hicieron cuando sacó el libro. En realidad, es la segunda biografía, porque en 1979 ya hizo la primera, y al hombre le dieron yoyas por todos lados. Os la recomiendo vivamente. Va mucho más allá del personaje: retrata a todos los de la época.
Me hace gracia, por otro lado, que hoy mismo le están dando mucho bombo al libro sobre el rey y Suárez que va a publicar Pilar Urbano. Son grandes revelaciones… que ya están en el libro de Morán.
Probablemente, en este momento, muchos de los que apostamos por la ruptura ( entre los que creo no se encuentra usted, sr. Vizcaino) podemos decir sin ningún tipo de ambages lo que supuso Suárez para nuestro país y el de al lado, sin distanciarnos mucho de su último comentario. Sin embargo, entiendo perfectamente, y la comparto, de Mandela, con respecto a Botha. Y la entiendo, porque en ese momento Mandela estaba en el poder. No sé si usted habrá oído aquello de feroces en la batalla, magnánimos en la victoria, pero es algo que los rupturistas hubiésemos asumido si el franquismo hubiera desaparecido a la muerte de el primer presidente de la reforma del franquismo.
AMM: Yo tenía entre siete y trece años (de la muerte de Franco al 23-F), y creo que de haber tenido edad de comprender, habría estado también por la ruptura. Ocurre que la ruptura tenía un problema: era prácticamente imposible que se produjera, habida cuenta de la brutal desproporción de fuerzas. La oposición al franquismo era heroica… pero minoritaria.
a mi también me gustaría, para variar, porque parece que solo los oprimidos y represaliados por los poderosos deben ser generosos -asco de pareado- oír a los gobiernos de Madrid, Vitoria y Pamplona decir: «Mientras para muchos ETA y la Izquierda Abrtzale serán recordados como un símbolo de terrorismo, también les recordamos por los pasos que dieron para preparar el camino hacia el pacto que fue negociado pacíficamente en nuestro Estado»… cosa que es hoy es verdad pero a medias, ya que la otra mitad sigue en su pedestal de únicas victimas y única razón, pero que, recalco, conste que lo hecho por Mandela, ex-terrorista, ex-preso, ex-presidente… ya se hace aquí, por algunos, los de siempre, los oprimidos y represaliados, como siempre, se ve que ser y estar con el imperio rojigualdo rigidiza mucho las formas
Me pasé corriendo todo su mandato, detrás o delante, según fuera de los grises, los marrones..los «especiales», …gritando las mismas consignas que hace unos meses, todos sentíamos en callado.
Suarez me hizo correr, tener una cintura envidiable, conocer la tortura de amigos,la cárcel, comer pegatinas en contra de la central nuclear, meterse entre pecho y espalda propaganda ilegal, utilizar las vietnamitas, llorar de impotencia, lanzar jerseys al aire, reir hasta la saciedad, conseguir mi primera carta verde para visitar a refugiados que acabaron escapando de una isla, saber que se siente cuando el batallón vasco español te pone una bomba en una casa en Plentzia, y tantas bonitas cosas.
Se lo agradezco a Martin Villa, a Suarez, echo de menos al Papus, a su conserje, los San Fermines que prohibieron y los trabajadores muertos en Gasteiz,las huelgas de la Wackok, y nuestrs reivindicaciones por un Hospital en Lejona….
Pero corría mucho, y siempre riendo,las cosas como son.
Y tantas otras cosas, tantos recuerdos amargos y dulces.
Mandela tenía mucho sentido del humor.
Era un gran hombre.
Pues yo tenía de 20 a 25 (muerte del intubado al 23 F) y fui partidario entonces de la ruptura, que no veía tan heroica, sino casi automática porque dependía de la Democracia Cristiana, del PSP, PSOE, del PC, de CCOO, del PSUC, y confiábamos en que la fuerza coordinada de organizaciones populares y partidos democráticos, ayudados de la presión internacional, forzarían al régimen a romperse, sobre todo territorialmente. Y ahora, incluso con mejor perspectiva, sigo siendo partidario de esa ruptura que claro que era posible. Lo que pasa es que falló (o funcionó perfectamente) esa tercera pata de la presión internacional: Llegó Teodulfo Lagunero de México con un maletín cargado de billetes, y mandó a parar: «Que dice el Tío Sam que de Arias, nada, pero de ruptura menos. No queremos un nuevo PCI o sindicatos a la francesa. Os aclaráis para hacer un sistema de aterrizaje suave y, a cambio de no tocar a los que están, admitir a los que no están (los Garrigues, educados en USA, eran íntimos de la familia Kennedy y colaboradores del Partido Demócrata, y Diego Prado, de Henry Kissinger), y luego ya veremos cómo va».
Mis sensaciones sobre la posibilidad de ruptura o reforma no han cambiado, lo que pasa que ahora nos damos cuenta de que todo estuvo (y sigue) diseñado muchos gardos al Oeste, y como era crucial el papel del PSOE («…de Olof Palme nada, pero de Billy Brandt, lo que quieras, y de Bettino Craxi, más ..y me entras en la Otan, vale?» ). Así salió todo.
Temíamos a la resistencia integrista de los viejos camisas viejas, y lo que debíamos haber temido era algo que sigue desde entonces: El tingladito de poder montado para los camisas nuevas con traje de pana, pero también con Ave’s, convolutos, Filesas, Gurtells… despachitos ad-hoc, puertas giratorias y puestos en Consejos poderosos. Eso en el Pentágono saben muy bien cómo hacerlo.