Esas coincidencias del almanaque. El domingo, 8 de marzo, mientras todo quisque se venía arriba con los manoseados y falsarios eslóganes dizque por la igualidad, el estadio Benito Villamarín en pleno aclamaba a un presunto maltratador. A quién le importará que al tal Rubén Castro se le pidan dos años y un mes de cárcel bajo la acusación de haber dejado la cara de su exnovia como un mapa, si en jornada tan señalada el tipo le casca tres goles al Valladolid, rival directísimo por el ascenso, y consigue alzar al cuadro verdiblanco al coliderato de la Segunda División. ¡Musho Beti, musho beti, heh, heh!, y allá que le vayan dando a todo lo demás.
¿Alguien debería extrañarse? No, desde luego. Estamos hablando del mismo campo donde durante semanas se coreó que la víctima de las palizas era una puta y que su supuesto agresor e ídolo local había hecho muy bien en atizarle una mano de guantás. Como ya escribí, directiva, cuerpo técnico, plantilla al completo, medios locales y, desde luego, afición con contadas excepciones fueron cómplices cobardes de todo aquello. Y cuando por chiripa trascendió, en lugar de bajar la cabeza y pedir perdón, la respuesta fue una campaña bajo el lema —¡Hay que joderse!— “El Betis se respeta”.
Ya vemos cómo: jaleando histéricamente a un tipo juzgado por cuatro delitos de violencia machista y otro de amenazas. El mismo, por cierto, que cuando le preguntan qué le parecen los vomitivos cánticos de sus seguidores sale por esta petenera: “Cada uno es libre de decir lo que quiera”. Pero como marca goles —tres el domingo, día internacional de la mujer— es un héroe intocable. Asco.
Casi tanto asco como la farisea interpretacion que de vez en cuando se sacan de la manga los que dirigen (o asi) la política contra los malos tratos en general.
Un tipo llamado Zaplana, cuando era ministro del caudillo de Quintanilla de Onésimo se dejó caer un ocho de marzo de 2014 en una concentración contra la violencia de género en Donosti
Claro que estábamos en campaña electoral y hasta a un presunto machistófanes como a ese Sr se le suponen ciertas dotes interpretativas desde a que las mujeres les dejan votar.
Pues en mi opinión si las politicas de educación en la igualdad fracasan estrepitosamente, lo mínimo que se debe exigir es que al menos fomenten un poco sus capacidades de fingimiento, de interpretación, que se curren la falsedad y la impostura, vamos, que todo es trabajo.
Asi que, la directiva y propietaria der Betish, que como club tiene toda la gracia y el señorio de una patada en la espinilla debería haber hecho como todos esos policastros pancarteros a los que les importa un pimiento la violencia contra la mujer.
Como en cualquier función teatral, les deseo mucha mierda.