“50 horas en el aeropuerto sin agua. Nos han tratado como a perros”, moqueaba las penas de Murcia, o sea, las de Katmandú, un enfadadísimo turista (silabeo: tu-ris-ta) español que, además de poder contarlo, a esta hora duerme plácidamente en su casa mientras decenas de miles de nepalíes solo tienen escombros a su alrededor. Los que no han perdido la vida, claro. Como comentaba alguien en Twitter, el gachó debió de pensar que con la pulserita del hotel tenía prioridad en el rescate.
No quisiera generalizar, porque me consta que no todos los forasteros a los que les sorprendió el terremoto han mantenido la misma actitud. Sin embargo, este y otros berrinches de occidental mimado han sido lo suficientemente frecuentes —véanse los titulares, incluso de este mismo diario— como para que nos detengamos a pensar en su significado. Comprendo, cómo no hacerlo, el tremendo susto, la zozobra, y seguramente la angustia por vivir una experiencia límite. Pero justo hasta ahí. El resto es pataleo de pésimo gusto que delata una nula empatía y, en el mismo bote, ese neocolonialismo paternalista que rezuman —creyendo ellos y ellas lo contrario— estos Marco Polos de Decathlon.
En uno de mis libros de cabecera, La tentación de la inocencia, Pascal Bruckner señala la querencia por la autovictimización tantas veces gratuita que gastamos en la parte fetén del mundo. En el afán por monopolizar el infortunio, nuestros contratiempos de andar por casa acaban eclipsando el sufrimiento genuino y las auténticas tragedias. A los del lado chungo del planeta les hemos expropiado hasta la posibilidad de sentirse desgraciados.
Muy de acuerdo.
No sé si tiene mucho que ver, pero hoy he pensado algo parecido al escuchar los lamentos de una de las personas que ayer estaba en el ferry ese de Mallorca.
Fue rescatado sin riesgos; todos sanos y salvos; estupendo (ahora veremos qué pasa con el fuel). Pero se quejaba amargamente, indignadísimo…de que el bote salvavidas se movía mucho e iban todos muy juntos en el mismo porque lo que se había chocado varias veces con los del al lado. Que…qué vergüenza y tal.
No sé si viene muy a cuento esto que digo y no quisiera frivolizar pero…es que creo que tenemos una tendencia a la exigencia máxima, a que nos tienen que tratar como a reyes, en que todo tiene que estar a nuestra máxima comodidad y cualquier cosa que nos incomoda, en cualquier situación nos hace montar el cólera, buscar culpables y….muy de moda…pedir compensaciones, etc.
Al respecto de lo de Nepal también me llama la atención la preocupación por los»nacionales» de uno. Entiendo, por supuesto, la preocupación de los allegados y que las embajadas, para eso están, hagan lo posible por encontrarles, repatriarles…etc
Pero ese seguimiento mediático…en una catástrofe de estas magnitudes…andar obsesivamente…que si faltan 40 españoles (o franceses….o lo que sea) por encontrar..suena algo..aldeano.
Totalmente de acuerdo. Dan vergüenza ajena declaraciones del indignado turista español en Nepal al que tuvieron la desfachatez de dejarle un montón de horas esperando en el aeropuerto por una mierda de terremoto en un pais de mierda. Además, por sus declaraciones parece que salió por patas del taxi que le llevaba al aeropuerto abandonando a su suerte a sus compañeros de viaje.
Lo que más me ha llamado la atención : con toda la desgracia que han tenido, tienen y van a tener los nepalíes , se apelotonaban entre los escombros y cuando han rescatado a una persona viva que llevaba 48 o 72 horas, todos reían y aplaudían.! Esa gente de Nepal, es extraordinaria!
Menuda lección, de ver lo que es importante y lo que no: estar vivo.
También hay gente, que está yendo para allá a ayudar, hay de todo, por suerte, en este mundo.
Nepalés, no nepalí…
Ah, ¿si? https://twitter.com/raeinforma/status/442991701154873344
Oso ona Javier. Goitik behera.