El pronóstico anuncia lluvias para hoy en Tordesillas. Por desgracia, parece que no en la cantidad suficiente que obligue a suspender esa siniestra atrocidad llamada el Toro de la Vega. Así que, siguiendo la letanía clásica de los espectáculos, el tiempo no va a impedir la matanza, y un año más, la autoridad la va a permitir. ¿Autoridad? Debemos hablar en plural, pues son varias las implicadas en esta carnicería inhumana que se viene repitiendo, como poco, desde 1534. Si la que directamente la consiente e incluso promueve es la municipal, las otras —provincial, autonómica, estatal y europea— no se libran, en el mejor de los casos, de la complicidad por omisión. Y tampoco hay que dejar de señalar a los conmilitones políticos de la piara de desalmados que regenta la localidad vallisoletana. Importa una higa que Pedro Sánchez prometa difusamente una futura ley para prohibir la villanía, si no empieza por algo tan básico como ordenar la expulsión del PSOE del alcalde, un tipejo que atiende por José Antonio González Poncela, y de los demás zurullos con nariz y ojos que mangonean en el equipo de gobierno.
No, no rebajo ni un cuarto de diapasón los calificativos. De hecho, los extiendo a todos los individuos, con o sin mando en plaza, locales o foráneos, que en nombre de la tradición defienden el acoso y tortura hasta la muerte de un animal. Rompesuelas es el nombre de la víctima de este año. Pena que, en medio del martirio, los 640 kilos del morlaco no se revuelvan y alguno de los sádicos matarifes que lo estarán alanceando se lleve a casa un buen costurón. Un gramo de justicia, siquiera poética.
Y te has quedado corto
De los males, el menor.
El catedrático Luis Martín Arias nos explica por qué es bueno defender esta tradición (sic): Ritos como el festejo del toro de la Vega encauzan la violencia. Los animalistas deben comprender que la ausencia de este festejo lo pagarían las mujeres del pueblo.
Las palabras de este descerebrado han incendiado una parte de Twitter… y ha sido una persona a la que sigo quien me las ha hecho llegar.
El argumentario utilizado por el colectivo de cobardes que cometen la vesanía anual de atormentar a un ser inferior desde el punto de vista evolutivo como es un toro, es definitorio de la calaña moral que presentan los homínidos que defienden la carnicería como una tradición, una parte de la cultura autóctona, un acto de libertad en el que no deben intervenir gente ajena a su tribu.
Qué desperdicio de evolución del cerebro humano, si después de alrededor de un millón de años de incrementar circunvoluciones y agrandar la cavidad craneal, no queda un resquicio de materia gris en el que quepa la civilidad suficiente para pensar «Esto no. Esto no lo debemos hacer».
Y de acuerdo: Por mucho que nos quiera engañar Pedro Sánchez, queda también incluido en la caterva de matarifes si respeta a su emir de Tordesillas en su puesto.
Claro que te has quedado corto, Javier, pero eso tiene fácil solución en un próximo artículo cualquier día de éstos. Y si además de Tordesillas, hablas de Illumbe y de los cosos de Bilbo y Gasteiz, mejor que mejor.
Ningún problema en hacerlo. Y tampoco del de Iruña. O del de Baiona, que creo que sigue habiendo.
Yo no quiero esperar a días posteriores para extender mi más profundo desprecio al que encuentra su realización personal, social, política o cultural en la práctica del abuso mediante la violencia, tortura, y/o eliminación de cualquier ser vivo, ya sean animales o personas. Extiendo por tanto mi comentario anterior a cualquier ocasión y lugar.
Es un tema de subdesarrollo de la especie, y no de territorios o costumbres locales. En Hungría también pasa.