Repetiré una vez más mi máxima: la muerte no nos convierte en buenas personas. Así que no verán que me brote ni media lágrima por Rita Barberá. De igual modo, se lo puedo asegurar, ninguna sonrisa. ¿Y guardar un minuto de silencio por ella? No sería especialmente sentido, pero tampoco me tendría por reo de hipocresía por hacerlo. Lo cortés no quita lo valiente y viceversa. Otra cosa es que me diera por aprovechar el viaje fúnebre para vender mi moto o espolvorear mis demagogias a sabiendas, esa es otra, de que al olor de los crisantemos no es difícil tocar la fibra de cierto público y hacer caja. Que si los bolsos de Louis Vuitton frente a la pobreza energética, bla, bla, bla, requeteblá.
Pasado el estupor por el inesperado óbito de la doña (bueno, ya hay quien dice que estaba cantado), lo primero que me asalta es una reflexión baratuja sobre la insoportable levedad del ser. Tanto para tan poco. Quién le iba a decir a la en tiempo remoto reina de la belleza y hasta anteayer sultana del Mediterráneo que palmaría de un vulgar patatazo hecha un adefesio físico y, lo más doloroso, repudiada en sus últimos días entre los vivos por los que le fueron más próximos. Y ahí viene la segunda parte de la cavilación: cómo en cuanto ha adquirido la condición de cadáver, toda esa fulanada que le había puesto popa regresa al elogio desmedido, baboso… y falaz.
Esa es la tristísima moraleja. Por mucho que esa caterva de fieles de ida y vuelta se empeñe en el blanqueo de la (oportunamente) finada a base de excesivas adulaciones postmortem, no colará. Rita Barberá quedará en la Historia exactamente como lo que ha sido.
En este caso la postura de Podemos me ha parecido coherente y razonable.
No han hecho escarnio ni han faltado al respeto. Han mostrado sus condolencias en el aspecto humano y familia a ya amigos pero no han participado en lo que supone un reconocimiento (aunque sí en el Senado). Y me parece bien que se hayan ausentado; es más respetuoso que quedarse sentados.
No digo que me parezca mal haber participado en el minuto de silencio, como han hecho, por ejemplo, ERC o Compromís, o PNV…
Creo que es una de esas situaciones en las que ambas posturas tienen sentido.
No así la del PP. Quienes más daño le han hecho han sido quienes, siendo de los suyos, se alejaron de ella como de la peste, le dieron la espalda, ni la mencionaban, etc.
No viene a cuento ahora tanto elogio ni arremeter contra los demás.
Rita Barberá, ahora con las víctimas del metro de Valencia.
https://www.youtube.com/watch?v=BzJuQkWVxMQ