Dedico estas líneas al selecto (y espero que todavía nutrido) grupo de lectores y lectoras que acceden a ellas únicamente a través del papel. Se me antojan como los últimos de las Filipinas tecnológicas, aguantando a pie firme el asedio de esa modernidad que, paradójicamente, se hace vieja al poco de nacer. No crean que no me los imagino arrugando la nariz cada vez que menciono —casi a diario— las llamadas redes sociales, especialmente la del pajarito azul. Me consta, porque así me lo han dicho en las impagables ocasiones en que los conozco en persona, que muchos ni son capaces de hacerse una idea de lo que va el invento. Y tres cuartos de lo mismo con Facebook, que es adonde quería llegar. Benditos ellos y ellas, que se permiten vivir al margen de esta gran trampa para elefantes —nosotros mismos— de la que en los últimos días se leen y escuchan tantas diatribas.
Menuda novedad, resulta que es un sórdido bazar donde se trafica con datos al por mayor para fines escasamente decentes, como hacer ganar las elecciones a Donald Trump, sin ir más lejos. Está bien, y ojalá sirviera para algo, que las instituciones que dicen preservar la democracia (ya será menos) llamen a capítulo al niñato eterno Zuckerberg, pero conviene que tampoco nos vengamos arriba. El tipo en cuestión puede ser uno de los pobladores del planeta más vomitivo y falto de escrúpulos. pero engañar, lo que se dice engañar, engaña lo justo. Cada uno de esos datos con los que trapichea se los hemos dado libre y voluntariamente los usuarios de su telaraña. Lo gratis sale caro, decía mi abuela. Qué tentación, volver al papel y solo al papel.
Hace tiempo que escribió Javier Echeverria sobre los Señores del Aire
Fundamental en este tema ponerse al día en el Trilema de la globalización (Dani Rodrik, 2007): Tres tendencias actuales en las que el progreso de cada una de ellas es incompatible con el de las otras dos, por lo que alguna de ellas debe relajarse. Son la Globalización, la soberanía de gobiernos democráticos y la gobernación de políticas sociales que cumplan con el estado del bienestar.
En estos momentos los globalizadores de la economía están tratando de sustituir los tradicionales estados soberanos por organizaciones supranacionales (y por ende supra-democráticas), y en la medida que este proceso avanza se trabaja mientras tanto con la deuda financiera creada por las insalvables diferencias en el acceso a los recursos naturales de cada país. La Unión Europea no es más que un primer escalón en esta sustitución (no hay más que acuerdos mercantiles, no sociales), y muchos miembros de esta última ya han sustituido sus obligaciones constitucionales con sus ciudadanos por obligaciones prioritarias con sus acreedores (Grecia, España y otros pueden hablar de esto). Por otro lado los recortes y políticas sociales vienen siendo recortadas como consecuencia de la crisis provocada por instituciones financieras supranacionales (sin que ello tuviera que ser necesario).
El dominio de los «big data» por los dominadores de los TIC’s, que a su vez crecen en poder financiero, contribuirá en gran medida al dominio de estos sobre los gobiernos y por tanto sobre los gobernados, lo que implica el dominio de la Globalización sobre el gobierno democrático, relegando las políticas sociales a la mínima expresión.
La clave de lo deseable sería que las dos patas (Gobierno democráticos y políticas sociales, juntas por supuesto) prevalecieran o controlaran la tendencia a la globalización. Pero la actuación, hoy por hoy, va en sentido contrario.
Yo por mi parte, veo mientras tanto muy positivos lo movimientos de desagregación de la soberanía, como el caso catalán, el posible vasco (en el cual el concierto y el cupo no es una contribución desdeñable), y (en cierta medida) el Brexit, la resistencia de Noruega a la UE, la de Dinamarca al euro, el fracaso de la mal llamada Constitución Europea» etc… La integración es buena y deseable, pero con otras pautas, con otros objetivos, y por supuesto con el poder financiero bajo el control de la administración democrática.