Preveíamos entretenida la esgrima sucesoria en el PP, pero nos quedábamos cortos. Cada minuto que pasa, el festejo gana enteros, y lo mejor de todo es que la media de lo que llevamos visto nos habla de un partido en liquidación por derribo que ahora mismo da más risa que miedo. Y es verdad, como acabamos de comprobar, que hay muertos que resucitan de un rato para otro, pero hasta que eso ocurra, toca ejercitar los músculos de la risa con el espectáculo genovés.
La pena es que el circo tiene tantas pistas, que no sabe uno a cuál mirar. Quizá para relativizar más la vaina, merezca la pena empezar por el misterioso caso de la afiliación menguante. Cuánto cacareo hasta ayer sobre el partido con más número de carnés, para que se termine descubriendo que no pagaba la cuota ni el Tato. Como guasapeó con gracia un oyente de Onda Vasca, el PP tiene en B hasta la militancia.
En cuanto a las y los aspirantes al cetro de Tancredo, y aunque tenga su gracia el intercambio de bofetadas entre la exvicepresidenta y la antigua ministra de Defensa, me quedo sin dudar con esa nulidad venida a más que atiende por Pablo Casado. Su frenético tour por la pecaminosa Vasconia —¡Cuatro localidades en nueve horas!— da para hacer una secuela de Airbag. Menudo colocón de incultura general que se gastó el viejoven Casado cuando, entre otras bocachancladas, soltó que el euskera es un idioma ajeno a Navarra. Lo puso a huevo: la investigación sobre la autenticidad de sus títulos universitarios debería extenderse al Graduado Escolar. Todo, con Maroto como botillero y Ana Beltrán sonriendo a la cámara antes de declarar, ejem, su neutralidad.