Navarra escuece

Sigo sin saber cómo acabará el enésimo serial foral. Es cierto que pinta mejor que hace 48 horas, pero la amplia bibliografía presentada en el pasado invita a extremar la prudencia. Como suelo repetir, hasta el rabo todo es toro. En cualquier caso, a la espera de la evolución de la trama, toca disfrutar este momento de llantina, rasgado ritual de vestiduras, dolientes toques a rebato y demasías dialécticas que nos devuelven uno o varios lustros atrás en el calendario.

Procede entonar el clásico cervantino: ladran, luego cabalgamos. ¡Y qué ladridos, oigan, desde el ultramonte político y mediático! No sabe uno dónde escoger entre tanta salida de madre. “El PSOE abraza al separatismo en Navarra”, vociferaba en portada el diario que fletó el Dragon Rapide en julio de 1936. “Sánchez se entrega a Bildu para allanar su investidura”, clamaba también en primera la hoja volandera fundada por el ínclito Anson. En versión corregida y levemente aumentada, el editorialista el experiódico de Pedrojota se incendiaba: “Entregar Navarra al aval de Otegi”. Todo, claro, pasando por alto que en este psicodrama, la coalición soberanista ejerce casi de convidado de piedra y que, como ayer advirtió Barkartxo Ruiz en Onda Vasca, no piensa resignarse a semejante papel.

Tanto da. Para Pablo Casado y su protegida ahora matritense, Ana Beltrán, lo del miércoles fue “ponerse de rodillas ante el nacionalismo” o “el inicio de la traición y el primer pago al independentismo”. Como guinda, Rivera, el mil veces ridiculizado por Macron, se abona al comodín de las líneas rojas pisoteadas, como si lo suyo con Vox fuera un accidente. Sobra rostro.

Esperpento sucesorio

Preveíamos entretenida la esgrima sucesoria en el PP, pero nos quedábamos cortos. Cada minuto que pasa, el festejo gana enteros, y lo mejor de todo es que la media de lo que llevamos visto nos habla de un partido en liquidación por derribo que ahora mismo da más risa que miedo. Y es verdad, como acabamos de comprobar, que hay muertos que resucitan de un rato para otro, pero hasta que eso ocurra, toca ejercitar los músculos de la risa con el espectáculo genovés.

La pena es que el circo tiene tantas pistas, que no sabe uno a cuál mirar. Quizá para relativizar más la vaina, merezca la pena empezar por el misterioso caso de la afiliación menguante. Cuánto cacareo hasta ayer sobre el partido con más número de carnés, para que se termine descubriendo que no pagaba la cuota ni el Tato. Como guasapeó con gracia un oyente de Onda Vasca, el PP tiene en B hasta la militancia.

En cuanto a las y los aspirantes al cetro de Tancredo, y aunque tenga su gracia el intercambio de bofetadas entre la exvicepresidenta y la antigua ministra de Defensa, me quedo sin dudar con esa nulidad venida a más que atiende por Pablo Casado. Su frenético tour por la pecaminosa Vasconia —¡Cuatro localidades en nueve horas!— da para hacer una secuela de Airbag. Menudo colocón de incultura general que se gastó el viejoven Casado cuando, entre otras bocachancladas, soltó que el euskera es un idioma ajeno a Navarra. Lo puso a huevo: la investigación sobre la autenticidad de sus títulos universitarios debería extenderse al Graduado Escolar. Todo, con Maroto como botillero y Ana Beltrán sonriendo a la cámara antes de declarar, ejem, su neutralidad.

Iracunda Beltrán

Desde esta esquinita de la demarcación autonómica, dudo si tomarme en cachondeo o a la tremenda a la Sarah Palin de vía estrecha que lidera o así el Partido Popular de Navarra. Se comprende que la competencia en la cáscara amarga —o sea, rancia— del (requeté)regionalismo está muy jodida, y que debe de quemar un chingo verse como una excrecencia menor en el ultramonte ahora condenado a la oposición, pero lo de Ana Beltrán empieza a ser para hacérselo mirar. Solo el último comunicado evacuado por la susodicha da, como poco, para sendas tesinas de politologia parda y psiquiatría de similar tonalidad.

La iracunda exgerente de la empresa familiar en concurso de acreedores que le debe un pastizal a Hacienda se quejaba a exabrupto pelado de los 50.000 euros invertidos por el gobierno de Uxue Barkos en una campaña para promocionar el prestigio social del euskera. “Hay que parar el gasto con el vascuence [sic] o acabaremos como en Cataluña”, bramaba en el trozo de la filípica que, no por nada, el diario de la acera de choque elegía como titular de encabronamiento para los feligreses habituales. Lo cierto es que, incluso poniendo un dedo con los ojos cerrados en cualquier parte de la descarga de bilis, se habría atinado con una demasía del pelo.

Que si irreverencia, que si locura, que si sacrificio del bienestar de los ciudadanos para engordar una lengua minoritaria, que si arma política para extender el nacionalismo, que si construcción nacional… No falta ni una de las letanías sobeteadas hasta la náusea. Y uno se pregunta —insisto, a 150 kilómetros— si hay público para tales soflamuelas o es puro desfogue.

La memez del contagio

Ilustrativa coincidencia, los líderes de las tres fuerzas —en un par de casos, fuercitas— de la oposición en Navarra farfullando melonadas varias sobre no sé qué posibilidad de contagio del virus catalán en el condominio foral. Por los labios coordinados de Esparza, Beltrán y Chivite hablaban las indisimuladas ganas de mambo o, sin más, el lúbrico deseo de que se revuelvan las aguas para echar la caña. Quien dice revolver las aguas, dice agitar el asustaviejas de costumbre, único programa conocido de quienes carecen de cualquier cosa levemente similar a una propuesta concreta.

Y en la demarcación autonómica, cuarto y mitad del mismo almíbar barato, dispensado a granel por el todavía inconsolable exministro enviado a misiones a su tierra de nacimiento. Es difícil escoger entre el descojono o el cabreo ante la visión del de la triple A onomástica (Alfonso Alonso Aranegui) mentando la bicha ante su media docena de fieles en no sé qué sarao montado para salir 30 segundos en la tele. “Tenemos los mismos ingredientes que en Catalunya; solo hace falta que se unan”, fingió rasgarse las vestiduras, como si no supiera de sobra que aquí la vaina va de otra cosa. Ahí está la última encuesta de Gizaker para EITB, clavando lo que cualquiera con dos ojos, incluido el propio presidente del PP vasco, ve a su alrededor: empatía con el procés, toda; ganas de meterse en un fregado similar, ninguna.

Cuánta razón vuelve a tener la defenestrada predecesora de Alonso. Sin ETA, el partido se quedó desnudo. Desnudo de discurso, y como se ha ido comprobando de elección en elección, también de votos. Nueve escaños, y bajando.

Bendito malvado capitalismo

Parece que el gobierno disolvente, cuatripartito y pecador de Uxue Barkos no ceja en su empeño de hundir Navarra. Como prueba, el penúltimo logro: la decisión de Volkswagen de conceder la producción del segundo modelo a la planta de Landaben. Notable jodienda para los navarrísimos, foralísimos y españolísimos apóstoles del cuanto peor mejor. Van a tener su gracia las próximas descargas de bilis desde el atril parlamentario de Esparza o Ana Beltrán. O los tuits encabronados de Carlos Salvador, ese señor que dice que una de las lenguas de su tierra es un lujo prescindible.

Fuera de sarcasmos, o quizá no tanto, merece la pena darle dos vueltas a lo que supone lo que con su habitual buen tino, Rafa Aguilera calificaba como una de las noticias de 2016 en la comunidad. Estamos hablando de asegurar mucho trabajo durante mucho tiempo. Probablemente, en condiciones mejorables —¿quién no quiere más?—, pero sustancialmente superiores a la media y, desde luego, cumpliendo unos mínimos holgados de dignidad.

¿Qué le lleva a una multinacional como la alemana a dar un paso así? Obviamente, no ha sido una cuestión sentimental; bien sabido es que las corporaciones carecen de corazón. Y pese a la broma inicial de estas líneas, poco ha tenido que ver, ni para bien ni para regular, el color del gobierno de turno. Así que todo se ha reducido a una cuestión de números. Simplemente, después de los pertinentes cálculos, Volkswagen ha llegado a la conclusión de que el sumatorio de circunstancias que presenta Landaben es el que le resulta más beneficioso para sus intereses. Así funciona el bendito malvado capitalismo.

¿Escenificación o escándalo?

Prodigio de los prodigios. En menos de una semana, los 1.500 kilazos del IVA de Volkswagen se convierten en cien. Cómodamente abonables en cuatro anualidades de 25. El apocalipsis anunciado para las arcas navarras se queda en un mal sueño. Montoro aprieta pero no ahoga. Solo es cuestión de pedirle las cosas con la debida delicadeza. Ayuda, y mucho, que los solicitantes tengan en el bolsillo el mismo carné. A Pablo Zalba y Ana Beltrán, que no son exactamente Winston Churchill e Indira Gandhi, les ha bastado una sonrisa y una gaviota estampada en una cartulina para triunfar allá donde mordió el polvo la corajuda presidenta. Se imagina uno los cagüentales de la doña al ver la foto de los conseguidores en animada cháchara con el perdonavidas de la voz atiplada. Su trabajo, hecho por un par de secundarios de la política foral a los que, para colmo, últimamente no deja de hacerles rabiar. Dice mi periódico que Barcina ha sido ninguneada. Supongo que no se han querido cargar las tintas. En realidad, ha sido humillada. Por sus prójimos ideológicos, además, lo que debe de resultarle aun más doloroso. Con esos amigos, ¿quién necesita enemigos?

Los espectadores de estos volatines también hemos sido muy benevolentes. Hablamos de escenificación, y sin duda, lo ha sido, con interpretaciones bastante pobres, por cierto. Pero lo gordo ha ocurrido en la tramoya. Resulta que por interés político, un señor Estado puede sacarse de la sobaquera una deuda que arruine a una Comunidad… o dejarla en algo más que una multa de aparcamiento. Eso ya no es teatro, sino un escándalo indecente perpetrado a la vista pública.