Reclamar lo que es nuestro

Hoy toca foto de familia (no demasiado bien avenida) en Salamanca, que como reza el dicho referido a su universidad, no presta lo que la naturaleza no da. Veremos ahí a Pedro Sánchez-Profidén sonriendo junto a lo que él considera sus vasallos locales. No sé si antes o después de los flashes se habrá producido el presunto acontecimiento nuclear, la conferencia de presidentes, que escribo en minúsculas porque no creo que merezca más un ringorrango que consiste en una sucesión de monólogos celéricos —el tiempo es limitado— abiertos y cerrados por la bendición condescendiente del citado inquilino de Moncloa. Cuentan las crónicas redactadas con abundancia de aspavientos que muchos de los citados están que se suben por las paredes porque en la antevíspera, a cambio de su presencia en el sarao, el lehendakari Iñigo Urkullu obligó a Sánchez a convocar la Comisión Mixta del Concierto. A los lectores de la demarcación autonómica les digo que esa, la de ayer, es la única reunión que importa. De ella salieron decisiones que harán un poco más llevadera la lucha contra la crisis económica de la pandemia. Ojo, que no es ninguna prebenda como claman los tiñosos de costumbre, sino la aplicación de las normas vigentes. Y a quienes lean esto en la comunidad foral les insto a ver la diferencia. Todo lo que consiguió Urkullu le pertenece por derecho a Nafarroa. Se comprende que la militancia de María Chivite le obliga a fichar sin rechistar en la capital castellana cuando su superior jerárquico en el partido firma la convocatoria. Pero lo cortés no quita lo valiente y la presidenta debería reclamar lo que es de sus administrados.

Urkullu, no; Chivite, sí

Celebro, no saben ustedes cuánto, el preacuerdo para aprobar los presupuestos de Nafarroa que han alcanzado el Gobierno de María Chivite y EH Bildu. Por la parte maliciosa, por la bilis que —imagino con delectación— empezarán a supurar las huestes cavernarias en cuanto sepan de la noticia. Confirmarán con los ojos fuera de las órbitas y expeliendo espumarajos por las fauces que Sánchez ha vendido la sacrosanta Comunidad foral a la ETA, así, con artículo, que es como les gusta pronunciar el nombre de su bicha favorita.

Será divertido. Pero más allá de eso, el pacto también me provoca una sonrisa socarrona al pensar que las cuentas que va a apoyar la coalición soberanista —la llamo así porque un día puse abertzale y me lo afearon algunos integrantes de la formación— no creo que sean muy diferentes de las que desdeñó con cajas destempladas en la demarcación autonómica. Y sí, ya se conoce uno la película del relato y los adornos sobre los compromisos megamaxisociales que se dirá que se le ha arrancado a la contraparte. Pero no me cuela. O sea, me cuela en la misma medida que hice como que me tragué las aleyuyas de Podemos en la CAV, pretendiendo que gracias a ellos, los presupuestos son requetefeministas, requeteverdes y me llevo una.

Allá cada cual con los autoengaños al solitario y, sobre todo, con lo que se vende a la parroquia. Bienvenidos los pactos, que no dejan de ser males menores porque a la fuerza ahorcan o estrategias del rato que toca. Como digo más arriba, este en concreto lo aplaudo, como aplaudí la abstención con sabor a sí en la investidura de Sánchez. Lo que no se me escapa es el contraste.

La memez del contagio

Ilustrativa coincidencia, los líderes de las tres fuerzas —en un par de casos, fuercitas— de la oposición en Navarra farfullando melonadas varias sobre no sé qué posibilidad de contagio del virus catalán en el condominio foral. Por los labios coordinados de Esparza, Beltrán y Chivite hablaban las indisimuladas ganas de mambo o, sin más, el lúbrico deseo de que se revuelvan las aguas para echar la caña. Quien dice revolver las aguas, dice agitar el asustaviejas de costumbre, único programa conocido de quienes carecen de cualquier cosa levemente similar a una propuesta concreta.

Y en la demarcación autonómica, cuarto y mitad del mismo almíbar barato, dispensado a granel por el todavía inconsolable exministro enviado a misiones a su tierra de nacimiento. Es difícil escoger entre el descojono o el cabreo ante la visión del de la triple A onomástica (Alfonso Alonso Aranegui) mentando la bicha ante su media docena de fieles en no sé qué sarao montado para salir 30 segundos en la tele. “Tenemos los mismos ingredientes que en Catalunya; solo hace falta que se unan”, fingió rasgarse las vestiduras, como si no supiera de sobra que aquí la vaina va de otra cosa. Ahí está la última encuesta de Gizaker para EITB, clavando lo que cualquiera con dos ojos, incluido el propio presidente del PP vasco, ve a su alrededor: empatía con el procés, toda; ganas de meterse en un fregado similar, ninguna.

Cuánta razón vuelve a tener la defenestrada predecesora de Alonso. Sin ETA, el partido se quedó desnudo. Desnudo de discurso, y como se ha ido comprobando de elección en elección, también de votos. Nueve escaños, y bajando.

Sánchez y la coherencia del PSN

Como si no hubiera tres congos de precedentes perfectamente documentados e imposibles de borrar de la memoria colectiva y las hemerotecas, en su paso por territorio foral para investir a la nueva delegada de Ferraz, Pedro Sánchez se adornó con el tirabuzón verbal que sigue: “Estoy orgulloso del PSN, un partido que una y otra vez ha sabido anteponer el interés general de los navarros a cualquier otra consideración”. ¿Rostro de hormigón armado o torpeza supina, en la línea (de)mostrada desde que Susana Díaz —parece que hoy bastante arrepentida— le regaló la secretaría general en detrimento del desaparecido en combate Eduardo Madina? Como me dijeron bastantes personas cuando planteé esta misma pregunta en Twitter, lo uno y lo otro no han de ser excluyentes. Es más, en el caso que mentamos, ignorancia y osadía se ofrecen, junto a la caídita de ojos y la sonrisa Profidén, como únicas señas de identidad y/o currículum del tipo que está llamado a conducir al PSOE hasta el borde mismo de la tumba.

Bien es cierto que sería injusto culpar del desastre anunciado al de las camisas inmaculadas. Cuentan las crónicas de este mismo acto que los presentes —y no eran cuatro ni cinco; eso sí que es un misterio para mi— prorrumpieron en una sonora ovación ante las palabras citadas. Y obraron con similar gasto de entusiasmo y decibelios cuando el galán de medianoche elogió “el gran trabajo de Jiménez” para rematar asegurando que su sucesora “recoge el patrimonio de la coherencia política, la fiabilidad y la responsabilidad, tanto en el Gobierno como en la oposición, trabajando lealmente por Navarra”. Tracatrá.