Urkullu, no; Chivite, sí

Celebro, no saben ustedes cuánto, el preacuerdo para aprobar los presupuestos de Nafarroa que han alcanzado el Gobierno de María Chivite y EH Bildu. Por la parte maliciosa, por la bilis que —imagino con delectación— empezarán a supurar las huestes cavernarias en cuanto sepan de la noticia. Confirmarán con los ojos fuera de las órbitas y expeliendo espumarajos por las fauces que Sánchez ha vendido la sacrosanta Comunidad foral a la ETA, así, con artículo, que es como les gusta pronunciar el nombre de su bicha favorita.

Será divertido. Pero más allá de eso, el pacto también me provoca una sonrisa socarrona al pensar que las cuentas que va a apoyar la coalición soberanista —la llamo así porque un día puse abertzale y me lo afearon algunos integrantes de la formación— no creo que sean muy diferentes de las que desdeñó con cajas destempladas en la demarcación autonómica. Y sí, ya se conoce uno la película del relato y los adornos sobre los compromisos megamaxisociales que se dirá que se le ha arrancado a la contraparte. Pero no me cuela. O sea, me cuela en la misma medida que hice como que me tragué las aleyuyas de Podemos en la CAV, pretendiendo que gracias a ellos, los presupuestos son requetefeministas, requeteverdes y me llevo una.

Allá cada cual con los autoengaños al solitario y, sobre todo, con lo que se vende a la parroquia. Bienvenidos los pactos, que no dejan de ser males menores porque a la fuerza ahorcan o estrategias del rato que toca. Como digo más arriba, este en concreto lo aplaudo, como aplaudí la abstención con sabor a sí en la investidura de Sánchez. Lo que no se me escapa es el contraste.

Principio de realidad

Mi animal mitológico favorito empieza a ser el nuevo estatus vasco. Y cuando digo vasco, quiero decir de los tres territorios de la demarcación autonómica. El baño de realismo empieza por ahí. Si nos diera por ampliar el espectro a Nafarroa, y no digamos a Iparralde, nos encontraríamos con la aritmética totalmente en contra. Como a la fuerza ahorcan, quienes no hace tanto se enrocaban en el Zazpiak bat o nada acabaron cayéndose del guindo y aceptando que cada trocito del mapa tiene sus ritmos. Eso, claro, haciendo precio de amigo y no reventando del todo el globo de la ilusión, porque si somos una gotita sinceros con nosotros mismos, sabemos perfectamente que pueden pasar decenios antes de que en el norte el soberanismo deje de ser incontestablemente minoritario. En cuanto a la Comunidad foral, y sin negar los avances de los últimos tiempos, la correlación de fuerzas sigue siendo favorable a lo que hemos dado en llamar unionismo.

Resumiendo, la única posibilidad de emprender el camino hacia Ítaca pasa por encontrar un acuerdo amplio en la CAV. ¿Acaso no era lo suficientemente amplia la mayoría que sumaban PNV y EH Bildu en el acuerdo inicial? De cara al objetivo perseguido, no, salvo que pretendiéramos excluir a una porción enorme de la sociedad a la que decimos escuchar. En cualquier caso, y como nos enseña para bien o para regular el ejemplo catalán, no estamos ante una cuestión de puras matemáticas. Qué va, ni siquiera de justicia. Aunque pensemos que la razón está de nuestra parte, el terreno de juego es el que es. Se impone actuar con pragmatismo. Y mejor hacerlo ahora que dentro de otros quince años.

¿Vienen los fachas?

Definitivamente, soy un inconsciente. Un atisbo de racionalidad al fondo de mi pequeño ser me advierte de que no hay que tomarse a broma el tsunami ultramontano que se nos viene de encima. Sin embargo, me puede más la curiosidad que el acojone, y allá donde debería ponerme a temblar o echar a correr, me quedo embobado contemplando el fenómeno y preguntándome qué será lo siguiente. ¿Será posible, como dijo ayer en Iruña el caudillín Pablo Casado, que lo de Andalucía sea el anticipo de la inminente barrida de la santísima trinidad del extremo centro en las próximas elecciones? Me resisto a creerlo, y no solo por fe de carbonero, sino porque los datos fehacientes no parece que apunten por ahí. No, desde luego, en nuestros terruños, que son los que egoístamente más me interesan.

Mismamente en Navarra, que es donde el Nostradamus de lance soltó su profecía, ahora mismo sus flamantes y bramantes candidatas, Beltrán y Alba, están más cerca de tener que buscarse la vida a partir del 27 de mayo que que ocupar la silla a la que aspiran. Cosa distinta es que se cumplan otros pronósticos y UPN se encuentre con la posibilidad de recuperar la silla partiendo peras con formaciones como Ciudadanos o Vox, que tienen como bandera acabar con el presunto privilegio foral.

Y en la demarcación autonómica, casi hay menos cuidado. No digo que, especialmente en Araba, ese puñadito de votos huérfanos del inefable Maneiro no se convierta en asiento en Juntas o quizá en algunos ayuntamientos, incluyendo el de la capital. Fuera de eso, estaría por apostar que la competencia por ser la derecha más incivilizada restará en lugar de sum

Motivos para celebrar

140 años y dos días de Concierto Económico, quítenle lo bailado a la herramienta fundamental del autogobierno en los tres territorios de la hoy demarcación autonómica. Y no olviden añadir los 37 más del Convenio navarro, primo hermano de vicisitudes a lo largo de tantos y tantos calendarios. Quién iba a imaginar que lo que nació como imposición y represalia a los perdedores de una guerra acabaría siendo considerado por los herederos políticos (o así) de los ganadores como un chollo y un agravio comparativo del recopón.

No crean, de todos modos, que es nueva esta ofensiva rabiosa alentada por el figurín figurón naranja y respaldada por un número creciente de extremocentristas españoles. Un vistazo a las hemerotecas a lo largo de este puñado de decenios nos sirve para comprobar que cada cierto tiempo el jacobinismo hispano se ha emperrado en acabar con la cosa. No es casualidad que la forma que encontró Franco de castigar a las provincias llamadas traidoras de Bizkaia y Gipuzkoa fuera despojarles del Concierto.

Así que, ante la acometida de la jauría centralista, procede entonar que ladran, luego cabalgamos. Celebremos el aniversario y conjurémonos en su defensa, pero no como fetiche, herencia o tradición. Porque aunque la Historia está muy bien como conocimiento, no necesariamente debe operar como fuente de derecho automática. Lo fundamental del Concierto y del Convenio no reside en lo que fueron en el pasado, sino en lo que son en el presente y ojalá sigan siendo en el futuro: elementos que siguen concitando el consenso, ahora incluso de quienes hasta anteayer echaban las muelas ante su sola mención.

No estamos tan mal (II)

No me ha sorprendido que varios lectores, siempre con respeto y cariño, hayan negado la mayor que contenía mi columna de ayer. Algunos lo han hecho armados con datos resultones que vendrían a probar, en contra de lo que yo sostenía, que no sólo podemos sino que además debemos darnos con un canto en los dientes por cómo nos pintan las cosas por aquí arriba. Seguimos estando en la mitad de paro y en el doble de crecimiento de la media.

Sin ánimo de resultar empecinado, en esas mismas cifras encuentro que mi argumento se refuerza. Primero, porque una vez más se sostienen sobre la falacia de la comparación con los demás, cuando es con nosotros mismos con quienes hay que establecer el paralelismo. Si lo hacemos, veremos cómo hay motivos para que se nos ponga un nudo en la garganta. Segundo, porque esos indicadores no son otra cosa que estadísticas, es decir, herramientas para cometer el crimen perfecto contra la verdad. Recordemos el clásico: si tu vecino tiene dos manzanas y tú ninguna, según la estadística, tendréis una cada uno.

Ahí iba yo en la prédica contra la autocomplacencia. Lo más inmoral de la expresión “Aquí no estamos tan mal” es el uso de la primera persona del plural. Perogrullada va: los que no están tan mal, efectivamente, no lo están. Muchos de ellos incluso están entre muy bien y de narices. Pero, ¿qué pasa con los demás? ¿Es válida la letanía para las 206.000 personas registradas en Lanbide o el Inem entre la CAV y Navarra? ¿Lo es, un escalón más abajo, para los 65.000 perceptores de la renta de garantía de ingresos? ¿Y para quienes (ahí ya no hay números) conservan un empleo tal vez sólo hasta dentro de un par de meses gracias a haber renunciado en algunos casos a una cuarta parte del salario? No olviden, aunque siempre suele hacerse, a los autónomos que han echado la persiana o están a punto de hacerlo. Bastantes de los citados hasta anteayer no estaban… tan mal.

No estamos tan mal

Hasta diez minutos antes de declararse en bancarrota y tener que ser intervenida por los primos de Zumosol de Bruselas, Irlanda era el copón de la baraja. Sus orgullosas autoridades marcaban paquete de modelo económico a imitar, mientras la legión de profetas financieros que no ven tres en un burro llenaban las páginas salmón de loas sacarosas al milagro irlandés. Los cuatro o cinco que sabían la verdad sobre la tramoya que sostenía el cuento de hadas rezaban a San Patricio para que nadie descubriera que el presunto portento era puñetero aire. De nada sirvió. La trola cayó por su propio peso y se impuso la realidad de una ruina que, de haber actuado antes, no habría resultado tan feroz.

Tanto que a los vascos nos gusta mirarnos para otras cosas en el espejo de por allá arriba, deberíamos tomar nota también de adónde puede conducir la autocomplacencia. Pero me temo que no hay modo. Desde que empezaron a adelgazar las vacas —va para cuatro años—, en este trocito del mundo nos agarramos como lapas al clavo ardiendo de la comparación. “Aquí no estamos tan mal”, empezamos a repetir como hacen los harekrisnas con sus mantras. Y en esas seguimos. Lo silabean Barcina, López, sus respectivos consejeros de Economía, los portavoces de todos los partidos y las patronales, pero también los sindicatos y, resumiendo, cada hijo de vecino de la CAV o Nafarroa. Que tire la primera piedra quien no se haya consolado con la vaina de que somos los tuertos del reino borbónico de los ciegos.

Mientras nos regodeamos pensando que la mierda sólo nos llega a los hombros y no al cuello como a los de un poquito más abajo en el mapa, batimos récords de paro y de déficit público y el PIB se nos derrenga a todo trapo. Pero en nuestra ceguera voluntaria, eso es una anécdota, porque nos ha tocado una recesión que es un poco menos recesión que la de alrededor, dónde va a parar. Aquí, ya se sabe, no estamos tan mal.