¡Otra vez el Cupo!

Aunque no están los tiempos para hacerlo por aquello de evitar contagios, tiene uno que frotarse los ojos ante la enésima vuelta de la burra al trigo. ¿Se pueden creer que la requetederecha (y alguno que se dice de izquierdas) ha sacado otra vez a paseo el espantajo del concierto vasco y el convenio navarro? Era una pregunta retórica. Por supuesto que se lo creen porque seguramente habrán sido testigos de los eructos de repertorio sobre la cuestión. Que esa es otra: ni siquiera se molestan en actualizar las martingalas. Se engolfan siempre en las mismas trolas que vienen a resumirse en que nuestros sistemas fiscales son una suerte de latrocinio elevada a bella arte. Es sencillamente inútil tratar de explicarles que, sobre todo cuando vienen mal dadas, la fórmula implica riesgos que no corren quienes se instalaron en la comodidad del “Que recauden otros”.

Lo gracioso, aunque tampoco nuevo, es que la presente ofensiva venga encabezada por los politicastros y terminales mediáticas que representan los intereses de la Comunidad de Madrid. Son Díaz Ayuso y sus mariachis los que han emprendido la embestida porque huelen que esta vez sí les han pillado con el carrito del helado. Si alguien se lo lleva crudo a costa del resto, si hay un verdadero paraíso fiscal en Hispanistán, no es otro que Madrid.

Motivos para celebrar

140 años y dos días de Concierto Económico, quítenle lo bailado a la herramienta fundamental del autogobierno en los tres territorios de la hoy demarcación autonómica. Y no olviden añadir los 37 más del Convenio navarro, primo hermano de vicisitudes a lo largo de tantos y tantos calendarios. Quién iba a imaginar que lo que nació como imposición y represalia a los perdedores de una guerra acabaría siendo considerado por los herederos políticos (o así) de los ganadores como un chollo y un agravio comparativo del recopón.

No crean, de todos modos, que es nueva esta ofensiva rabiosa alentada por el figurín figurón naranja y respaldada por un número creciente de extremocentristas españoles. Un vistazo a las hemerotecas a lo largo de este puñado de decenios nos sirve para comprobar que cada cierto tiempo el jacobinismo hispano se ha emperrado en acabar con la cosa. No es casualidad que la forma que encontró Franco de castigar a las provincias llamadas traidoras de Bizkaia y Gipuzkoa fuera despojarles del Concierto.

Así que, ante la acometida de la jauría centralista, procede entonar que ladran, luego cabalgamos. Celebremos el aniversario y conjurémonos en su defensa, pero no como fetiche, herencia o tradición. Porque aunque la Historia está muy bien como conocimiento, no necesariamente debe operar como fuente de derecho automática. Lo fundamental del Concierto y del Convenio no reside en lo que fueron en el pasado, sino en lo que son en el presente y ojalá sigan siendo en el futuro: elementos que siguen concitando el consenso, ahora incluso de quienes hasta anteayer echaban las muelas ante su sola mención.

Privilegios que no lo son

Del interminable catálogo de polémicas recurrentes, una de las más cansinas es la de los supuestos privilegios que conllevan el Concierto de los tres territorios autonómicos y (citado con menos frecuencia) el Convenio de Navarra. Harta una hueva ver al figurín figurón Rivera, le petit Macron, haciendo la gracieta del cuponazo para denominar a lo que no tiene ni puta idea de cómo va. Y qué decir del entrañable Baldoví o de su compañera de tiñas Mónica Oltra, autitulados nacionalistas valencianos, enfadándose y sin respirar como si los malvados vascones tuvieran algo que ver con la rapiña sistemática a orillas del Mediterráneo. Pueden dar gracias en aquel terruño por no haber tenido un sistema fiscal parecido al que envenena sus sueños, porque el pufo actual iba a ser broma en comparación con el que habrían adquirido con una herramienta que en manos de ladrones compulsivos conduce a la ruina en un par de años.

Que se apliquen el cuento, de paso, la sultana socialista de Andalucía y su conmilitón extremeño Fernández Vara, émulo menor del cacique Rodríguez Ibarra, motejado el bellotari en sus días de mandato. Dadas las costumbres manirrotas acreditadas por los gobernantes de sus respectivas ínsulas, habría sido hasta gracioso ver cómo se las ingeniaban sin poder gastar ni un euro más de lo que se ingresa. Por no hablar de cómo se habrían recaudado los impopulares impuestos, ya tú sabes, cuando cultivas el voto en cautividad.

Y fuera de concurso, los locales del sí pero no o no pero sí, venga va, me abstengo, exhibiendo los inveterados complejos que explican que la hegemonía cada vez quede más lejos.

Cobrar por ser españoles

¡Milagro, milagro! El baranda de la Comunidad Valenciana ha visto la luz de la financiación territorial y ya no piensa que los ciudadanos de la CAV y Navarra son unos morrudos que viven a cuenta del sudor de los sufridos españoles. Gracias a la intercesión del lehendakari —¡Santo súbito!—, Ximo Puig salió de Ajuria Enea predicando que el Concierto (y entendemos que también el Convenio) no tiene nada de injusto ni es insolidario. Es verdad que, aún un poco apegado a su fe antigua, sostuvo que la prueba de la bondad del régimen propio está en que cabe en la Constitución española.

Le perdonaremos la minucia en atención a la rápida enmienda de su comportamiento anterior. Eso sí, a modo de penitencia, le sugerimos que haga labor de apostolado con su vicepresidenta, Mónica Oltra, que desde que se firmó el acuerdo sobre el Cupo no ha parado de soltar cargas de profundidad tiñosas. Y en las mismas anda el compañero de Oltra en Compromís, Joan Baldoví. Quién iba a sospechar que un tipo generalmente tan razonable, militante del Bloc Nacionalista Valencià, esté tan ofuscado con el supuesto privilegio. ¿Se ha parado a imaginar qué habría ocurrido en su Comunidad, donde se han batido récords siderales de mangoneo, si hubieran tenido que recaudar impuestos?

Claro que, en orden a decepciones, a este servidor le ha resultado especialmente doloroso, aunque nada sorprendente, que Carles Puigdemont haya escupido que hay españoles que cobran por serlo. Con amigos así, quién necesita enemigos. Qué reveladora, por cierto, la ovación que le han dedicado al president los notables del terruño que ustedes están pensando.

Tontos del Cupo

Los tontos del Cupo son una moda de ida y vuelta en bucle como los pantalones de pata de elefante. Aunque siempre permanecen ahí, en estado de latencia, de cuando en cuando reaparecen todos a una y con estrépito para bramar sus cánticos tiñosos. Qué mejor oportunidad para la vuelta a las andadas que los titulares gordos sobre el último acuerdo alcanzado por los gobiernos español y vasco (o por el PP y el PNV, que no sé si monta tanto). ¿Cómo es eso que de la noche a la mañana, estando las arcas españolas con telarañas, les largan a los insaciables vascones 1.400 millones del ala? Un atraco, un agravio intolerable, una vergonzosa cesión a los chantajistas periféricos, y así, hasta llenar cien barriles de bilis.

Y no crean que los bufidos salen solo de las gargantas de costumbre. La cosa no se limita a los inquebrantables de la rojigualdez. Hasta los requeteprogres presuntamente comprensivos con la vaina de la plurinacionalidad andan echando espumarajos. “¡España se rompe por el ministerio de Hacienda, señor Montoro!”, se tiró de los pelos en el Congreso el tenido por razonable Joan Baldoví. Por similares derroteros dialécticos han hecho slalom desde la bancada morada Iglesias, Errejón o la intrusa de tertulias Montero. No pasa de moda Josep Pla: no hay nada más parecido a un español de derechas que un español de izquierdas.

Quizá debamos echarle pedagogía. Por intentarlo, que no quede. Lástima que no podamos clonar a Pedro Luis Uriarte. Con todo, soy escéptico tirando a pesimista. Es verdad que esta bronca sobre el Concierto o el Convenio se basa en la ignorancia, pero diría que más en la maldad.

Albert y Pablo, desconcierto

Qué enternecedor a la par que revelador: en esa papillita televisiva hecha al gusto de la retroprogresía hispana pero que arrasa en Euskadi más que en ningún otro sitio salen Zipi Rivera y Zape Iglesias echando la tradicional meadita sobre el Concierto vasco. Me imagino que, de rebote, también sobre el Convenio navarro, pero como no se menciona específicamente —así me dicen mis informantes; yo ni jarto me trago esa pelea amañada y edulcorada con sorbitol—, cabe pensar que la pareja yeyé y el que preguntaba no tienen ni pajolera idea de la existencia de tal cosa. En consonancia, tampoco nos asombremos, de los conocimientos que manifiestan sobre lo otro. Se ve en los entrecomillados que ambos tocan partituras ajenas.

El figurín de moda, al que hay que reconocerle que la esencia de su chiringuito siempre ha sido el centralismo cañí, ejecuta la que le hayan soplado alguno de los economistas de cabecera del Ibex 35. A programa pasado, dijo el lunes que hay que subir el cupo un 25 o 30 por ciento. Y por qué uno doscientos, no te jode. Por su parte, el intelectual (cada vez más) orgánico, fiel a su estilo, se apuntó a la tesis más en boga, esa de aluvión que sostiene, sin saber de qué narices se está hablando, que “hay que revisarlo”.

Pues, ¿saben lo que les digo? Que me alegro. Porque así quedan las cosas más claras si cabe, pero también porque esto nos da esperanzas para salir de la modorra plácida en la que nos movemos de un tiempo acá. Les daré pelos y señales en otra columna, pero les avanzo que nada nos haría mayor favor que vinieran en serio a por el Concierto y el Convenio. Ya me entienden.

Si molestamos, nos vamos

A iniciativa de los tocanarices profesionales de UPyD, pero con los votos imprescindibles del PP, la Asamblea de Madrid ha aprobado una resolución que exige la supresión del Concierto y del Convenio. Sostiene esta panda de tiñosos indisimulados que los regímenes especiales de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa suponen un intolerable agravio comparativo y quiebran el principio de solidaridad entre “las distintas comunidades de España”. Al primer bote y de calentón, la respuesta es bien sencilla: pues si tanto jodemos la marrana, échennos de una puñetera vez, que ya nos las apañaremos (o no) fuera de su manto dizque protector. ¿Se dan cuenta de que lo suyo es de manual de psicopatología? Concretamente, de los capítulos que hablan sobre los mecanismos mentales de los maltratadores. Háganselo mirar.

Luego está la matraca de los privilegios. Hay que tener rostro de granito para venir a dar esa barrila desde el punto del mapa tocado por las regalías sin fín de la capitalidad. ¿Echamos cuentas del repastón que les llueve solo por ser vos quien sois? Otra cosa es que, por ese carácter entre corruptuelo y manirroto (o las dos cosas) de sus mandamases, o sea, ustedes, acaben puliéndoselo todo en faraonadas y sus comisiones correspondientes.

Añadan, dones y doñas culiparlantes, que la cámara que acoge sus rasgados de vestiduras es de la Señorita Pepis, inventada anteayer junto a la pomposa Comunidad que se sacaron de la manga en una de las mil carambolas chuscas del café para todos. El poblachón manchego y su comarca devinieron en Autonomía por la jeró. Si ahora no les llega para vicios, es su problema.