Tiempo de recomenzar

Ante ustedes, un estajanovista de la democracia representativa que en el instante de redactar estas líneas lleva a la chepa las ocho horas de discursos, réplicas y dúplicas que se suceden en el debate de Política General del Parlamento Vasco. Mi primera conclusión, de hecho, no tiene que ver con el fondo sino con la forma. Quizá haya llegado el momento de plantearse el sentido de estos atracones dialécticos cuya sustancia se queda —y eso, siendo generosos— entre los actuantes y los que ejercemos de notarios. Pregunten a su alrededor y comprobarán que salvo los muy cafeteros, nadie sabrá darles razón de lo que se dijo ayer en la cámara de Gasteiz. Para empeorarlo, si alguien pretendiera acceder a un resumen de la sesión a través de los medios, hoy se va a encontrar que los titulares gordos lo reducen casi todo a una mención a 1839 de lo más golosa para lucirse en la interpretación. Personalmente, creo que esa alusión fue demasiado arriesgada, pues se prestaba a gracietas y cargas de profundidad como las que inspiran los tuits más salerosos. Qué despiporre, por cierto, que los mismos que se ponen megaserios remitiéndonos a 1714 se choteen de la referencia a otro año histórico de un siglo y pico después.

En todo caso, y puesto que, como les he dicho, estuve pendiente de cada ripio que se aventó ayer en pleno que abre el curso político, me quedaré con lo que para mí su espíritu más allá de las proclamas y los cruces de declaraciones. Por primera vez en más de un año volvimos a ver todos los escaños ocupados. Un paso hacia la luz que se atisba al todavía lejano final del túnel de la pandemia. Es el momento de recomenzar.

Motivos para celebrar

140 años y dos días de Concierto Económico, quítenle lo bailado a la herramienta fundamental del autogobierno en los tres territorios de la hoy demarcación autonómica. Y no olviden añadir los 37 más del Convenio navarro, primo hermano de vicisitudes a lo largo de tantos y tantos calendarios. Quién iba a imaginar que lo que nació como imposición y represalia a los perdedores de una guerra acabaría siendo considerado por los herederos políticos (o así) de los ganadores como un chollo y un agravio comparativo del recopón.

No crean, de todos modos, que es nueva esta ofensiva rabiosa alentada por el figurín figurón naranja y respaldada por un número creciente de extremocentristas españoles. Un vistazo a las hemerotecas a lo largo de este puñado de decenios nos sirve para comprobar que cada cierto tiempo el jacobinismo hispano se ha emperrado en acabar con la cosa. No es casualidad que la forma que encontró Franco de castigar a las provincias llamadas traidoras de Bizkaia y Gipuzkoa fuera despojarles del Concierto.

Así que, ante la acometida de la jauría centralista, procede entonar que ladran, luego cabalgamos. Celebremos el aniversario y conjurémonos en su defensa, pero no como fetiche, herencia o tradición. Porque aunque la Historia está muy bien como conocimiento, no necesariamente debe operar como fuente de derecho automática. Lo fundamental del Concierto y del Convenio no reside en lo que fueron en el pasado, sino en lo que son en el presente y ojalá sigan siendo en el futuro: elementos que siguen concitando el consenso, ahora incluso de quienes hasta anteayer echaban las muelas ante su sola mención.

Nos quedamos, ¿no?

Que si galgos, que si podencos. Unilateralidad, bilateralidad. Cara o cruz. Piedra, papel, tijera. Pues tú más. ¡Ja, mira quién habla! ¿A que…? ¿A que qué? Y como tanto les gusta citar a los columneros cavernarios —vayan acostumbrándose, por si acaso—, en la grande polvareda, perdimos a don Beltrán. El sentimiento independentista en mínimos históricos. Según el último Sociómetro, y tras un escalofriante bajón de 11 puntos en dos años, no llega ni al 20 por ciento de los censados en los tres territorios de la demarcación autonómica. Calculen a ojímetro los del trozo foral y, si les alcanza el ánimo, los de Iparralde, y tendrán una composición de lugar de lo verde que está el asunto. Si esos que llamamos unionistas no fueran tan obtusos, convocarían mañana mismo la consulta para ganarla por goleada. Aún habremos de dar gracias a su cerrilidad, que es lo único que mantiene viva la llama en los más recalcitrantes.

¿La culpa? Elijan entre Gabinte Caligari o Def Con Dos. El chachachá o Yoko Ono. Siempre está el de enfrente para cargarle el muerto. Pues nada, sigamos en Bizancio, erre que erre, con broncos debates apoyados, según toque el día, en la historia, el derecho internacional comparado o lo que le salga a cada sigla de la sobaquera. Si va de esgrima dialéctica o de quedar bien ante la parroquia, perfecto. Por lo demás, tanto dará que la fórmula para cortar amarras sea por las bravas o hablándolo civilizadamente con el dueño de la llave, cuando a la hora de la verdad, los números simplemente no alcanzan ni para echar a andar. Mucho menos, claro, si los que están dispuestos se dan la espalda.