La persecución del ‘Txori’

Habrá enorme algarabía hoy en las sedes de UPN y PP. Cautiva y desarmada la perversa herramienta de propaganda vasquizante, las tropas regionalistas han alcanzado uno de sus más ansiados objetivos: los canales de EITB han desaparecido de los mandos a distancia de uno a otro confín de la foralidad.

En lo sucesivo, como en los tiempos en que se cruzaba la muga del norte buscando alegrarse el ojo con El último tango en París, será menester traspasar la raya con la CAV para ver programas de dos rombos ideológicos como el de Xabier Lapitz o el de Klaudio Landa. Y no digamos los que se expelen en la lengua del diablo que es, ¡ay!, la navarrorum, esa en la que cada vez más padres y madres, ¡ay, ay, requeteay!, matriculan a sus hijos en el más vetusto que viejo reino.

Morrocotudo éxito del navarrisímo Esparza y la cofradía que desde hace nueve meses no ha parado de ladrar su rencor por las esquinas. Logro, por demás, póstumo, pues como se sabe, el cese de las emisiones es consecuencia de una denuncia que dejó escondida —a modo de esas bombas-trampa de las pelis de mafiosos o de la tierra quemada de Gengis Kan— el gobierno de Barcina cuando ya olía a cadaverina. Una bajeza del quince que retrata a sus perpetradores, sí, pero más que eso, una torpeza inconmensurable. Aparte de la memez de poner literalmente puertas al campo en un tiempo en que cualquiera puede acceder sin demasiado esfuerzo a la televisión local de Pernambuco, la persecución enfermiza del Txori lo único que consigue es elevarlo a la categoría de símbolo y hacerlo, por lo tanto, más peligroso. O dicho en menos fino, un pan como unas hostias.

No saber perder

Desde el 24 de mayo hacia acá, uno de los espectáculos más divertidos que se nos ha dado contemplar es la creciente e histérica congoja de los otrora reyes y reinas del mambo que se han quedado colgados la brocha. Además del trabajo a destajo de las trituradoras de papel —y hasta algún incendio como caído del cielo en dependencias municipales—, estos días han cantado la Traviata las esperpénticas chorradas que han salido de labios de los atribulados perdedores, con Yolanda Barcina y Esperanza Aguirre destacando por lo patético. Todas esas invocaciones descangalladas a la alternativa KAS, la Alemania prenazi, la Argentina de Perón, la Venezuela de Chávez o el minuto antes del apocalipisis final, aparte de ser una gachupinada, retratan a la manga de hooligans que las han soltado como obtusos melones incapaces de distinguir la democracia de una onza de chocolate.

Humanamente, se comprende la rabieta de quienes pensaban que su culo era imposible de desatornillar de la poltrona. Y se puede uno imaginar también el tremendo comecome ante el despiadado cambio de bando de las alfombras y los trienios de porquería que ocultan. Pero ya que les toca desalojar, cuánto mejor para su recuerdo —que es todo lo que les queda a algunos— que lo hubieran hecho con una mínima elegancia, mostrando incluso contra pronóstico que también saben perder y bajarse de los machitos sin montar una escandalera monumental. Total, está escrito que, aunque esta vez han salido de golpe un congo y medio, a la inmensa mayoría de los derrotados les está aguardando, a tres cuartos de vuelta de puerta giratoria, una suculenta sinecura.

La lista más votada

No sé si lo de la lista más votada es un timo, un detente bala, una broma, una jaculatoria o un conjuro contra lo que pueda pasar. Echando la vista atrás, y tengo años suficientes como para remontar muchos calendarios, guardo recuerdo de prácticamente todas las siglas apelando alguna vez al respeto debido a quien ha sacado un voto más que el siguiente. Eso, claro, cuando la victoria, aun exigua, había caído de su lado. Si no era el caso y la suma, por chocante que fuera, daba para descabalgar a tal o cual ganador, se cambiaba de catecismo y entonces lo que valía era la voluntad popular expresada aritméticamente.

En treinta y pico años de urnas acumulamos ejemplos abundantes de triunfadores por varias traineras que, a la hora de la verdad, se han quedado con un palmo de narices. Apuesto a que tres de cada cuatro lectores de la demarcación autonómica están pensando ahora mismo en Juan José Ibarretxe. Como no fue suficiente la expulsión judicial de la que hoy es segunda fuerza, el PP y el PSE mancomunaron sus escaños para dar la patada constitucional y española al PNV, ganador de calle de los comicios de 2009. Todavía estamos pagando las consecuencias de aquello.

Según nos lo tomemos, es para despiporrarse o para llorar el Zadorra que Javier Maroto, que no estuvo lejos de ese enjuague, ande ahora echando pestes contra lo que llama —tendrá rostro— pacto de perdedores que podría dejarle compuesto y sin vara de mando. Ídem de lienzo, sus medio primos navarrísimos, que también echan las muelas por su inminente desalojo a manos de una alianza higiénica a la que le dan los números. Pues es lo que hay.

Esparza o Barcina

[NOTA: Es lo que tiene escribir sobre la actualidad, que las respuestas a las preguntas que uno hacen llegan antes de que se publiquen. Ya sabemos quién ha dado el paso atrás: Barcina]

Se sabe que alguien del PP ha caído en desgracia y huele a cadaverina cuando sus compañeros, principalmente los de la cúpula, dejan de pronunciar su nombre y se refieren a él (o ella) como “esa persona de la que usted me habla”. Desconozco si los usos y costumbres de UPN en esta materia son los mismos, pero imaginando que lo fueran, me pregunto en este minuto de la nueva bronca interna regionalista si el circunloquio se aplicará a Yolanda Barcina o a Javier Esparza. Desde luego, en el punto al que han llegado las cosas, se diría que uno de los dos está de más en el partido. ¿Quién?

Ahí es donde, una vez más, tengo que excusarme en el centenar y medio de kilómetros de distancia para reconocer que me pierdo. Pero del todo, además, porque encuentro motivos aparentemente igual de convincentes para apostar por la laminación tanto del uno como de la otra. Empezando por la doña, en cualquier organización medio seria, ya haría tiempo que le habrían dado la boleta como causante, no solo de mil y un intrigas, sino de la cuesta abajo en la rodada que ha emprendido UPN. Sin embargo, la superviviente Barcina ha ido encontrando la salida a cada atolladero infernal en el que se ha metido. No carecería de lógica que volviera a hacerlo esta vez en que hasta su recién designado delfín se revuelve contra ella.

Entonces, ¿será el desafiante Esparza el que salga trasquilado de su inopinado puñetazo encima de la mesa? Pues tampoco sé decirles. Incluso les añado que, como a muchos de ustedes, me importa lo justo. Me quedo, en todo caso, con el espectáculo gratuito y lo que evidencia: la descomposición de un régimen.

¿Escenificación o escándalo?

Prodigio de los prodigios. En menos de una semana, los 1.500 kilazos del IVA de Volkswagen se convierten en cien. Cómodamente abonables en cuatro anualidades de 25. El apocalipsis anunciado para las arcas navarras se queda en un mal sueño. Montoro aprieta pero no ahoga. Solo es cuestión de pedirle las cosas con la debida delicadeza. Ayuda, y mucho, que los solicitantes tengan en el bolsillo el mismo carné. A Pablo Zalba y Ana Beltrán, que no son exactamente Winston Churchill e Indira Gandhi, les ha bastado una sonrisa y una gaviota estampada en una cartulina para triunfar allá donde mordió el polvo la corajuda presidenta. Se imagina uno los cagüentales de la doña al ver la foto de los conseguidores en animada cháchara con el perdonavidas de la voz atiplada. Su trabajo, hecho por un par de secundarios de la política foral a los que, para colmo, últimamente no deja de hacerles rabiar. Dice mi periódico que Barcina ha sido ninguneada. Supongo que no se han querido cargar las tintas. En realidad, ha sido humillada. Por sus prójimos ideológicos, además, lo que debe de resultarle aun más doloroso. Con esos amigos, ¿quién necesita enemigos?

Los espectadores de estos volatines también hemos sido muy benevolentes. Hablamos de escenificación, y sin duda, lo ha sido, con interpretaciones bastante pobres, por cierto. Pero lo gordo ha ocurrido en la tramoya. Resulta que por interés político, un señor Estado puede sacarse de la sobaquera una deuda que arruine a una Comunidad… o dejarla en algo más que una multa de aparcamiento. Eso ya no es teatro, sino un escándalo indecente perpetrado a la vista pública.

Intocables

Como la Justicia es igual para todos y tal, el censo de aforados en el reino hispanistaní asciende a 10.000 caballitos blancos. Es decir, diez millares de individuos que, en caso de comisión presunta o fehaciente de un delito, solo pueden ser juzgados por el Tribunal Supremo. Importa tres que se trate de un calentón en una discusión de tráfico, una agresión sexual, malos tratos, un atraco a mano armada, la organización de una banda parapolicial o los cohechos y cazos de rigor. Llegado el momento de rendir cuentas, les cabe acogerse al sagrado jurídico de una instancia que tiene por costumbre echar pelillos a la mar en un par de folios. Felipe González, Yolanda Barcina o José Blanco son tres de los muchísimos agraciados por esta lotería trucada. La colección de indicios clamorosos que habían recopilado voluntariosos instructores de a pie se quedó en papel mojado cuando llegó a la mesa de los supertacañones con galones en las puñetas, tipos, por lo demás, que adeudan su puesto a los mismos sobre cuyas faltas deben decidir. Hoy por ti, mañana por mi.

Para mayor abundamiento en el sobeteo de bajos que supone este flagrante agravio, todavía tienen el desparpajo de vendérnoslo como una salvaguarda de la democracia. Juran, o sea, perjuran, que el aforamiento no es un privilegio sino el modo de preservar a los representantes de la soberanía popular de denuncias y/o querellas de motivación política. Ya, por eso en Francia o Italia solo hay un cargo —el de jefe de estado— sujeto a esta prebenda y en Gran Bretaña o Inglaterra no hay ninguno. Luego se ponen como hidras si se los señala como casta.

No todos son iguales

No hay encuesta, sondeo, barómetro o artilugio demoscópico que no refleje el descrédito creciente de la política en general y de quienes la ejercen en particular. Algo tendrá el agua cuando la maldicen. Quiero decir que esa desafección cada vez más difícil de distinguir de la animadversión se asienta en motivos contantes y sonantes. Un somero repaso a los titulares con o sin entrecomillados son un billete para una estación cada vez más lejana de la desconfianza. Sin vuelta, en la mayoría de los casos, me temo. Por poner un ejemplo reciente: ¿quién va a volver a creer una sola palabra a algún dirigente socialista navarro, empezando por el chisgarabís Jiménez, que aún tiene el cuajo de proclamar su “compromiso con el cambio progresista”?

El don Nadie de Pitillas, sus mandarines de Ferraz y los detentadores del régimen salvado una vez más por la campana encarnan a la perfección todo lo que de pútrido y nauseabundo tiene la política. Y sin embargo, si miran enfrente, exactamente enfrente, comprobarán la injusticia de la generalización. Salvando la candidez que ya les reproché cariñosamente, las otras cuatro formaciones de la oposición sí han estado a la altura. Llevan estándolo, en realidad, desde el arranque de esta legislatura rompepiernas, primero frente al matrimonio de vodevil que formaron la Doña y su lacayo, y después, en los interminables meses de la basura tras la expulsión del PSN del Gobierno. Por encima de las no pocas diferencias (y hasta cuentas pendientes) que hay entre las distintas siglas, han sido capaces de trabajar sin descanso por el objetivo común. No todos son iguales.