El portazo de Aznar

Qué oportunidad para Rajoy, soltarle a un ramillete de alcachofas que lo bueno del PP es que se puede debatir en abierto con su amigo José María. Si a Errejón le cuela con Iglesias Turrión (y viceversa), por qué no a él. Y con la carrerilla cogida, embarcarse en un intercambio epistolar entre lo empalagoso, lo impúdico y lo desleal. Visto con egoísmo de oficio, sería un chollazo alternar el folletón morado con la pimpinelada gaviotil. La de tertulias y columnas que tendríamos resueltas. Pero mucho me temo que los protagonistas de este lance no son de esos. Cuando el de las Azores se enfurruña, se enfurruña de verdad y no hay marcha atrás. Lo divertido es que al Tancredo de Pontevedra, plín. A buenas horas va a derramar una lágrima por su antiguo jefe. ¿Que ya no quieres ser presidente de honor de mi partido? Favor que me haces.

El portazo resentido y destemplado de Aznar tiene como destino el inventario de gestos inútiles. Da quizá para escribir un tango cutre, o mejor una milonga, pero no mucho más. O vaya, sí, un manual de psicopatología con extensos capítulos sobre el narcisismo, la intolerancia a la frustración y el resquemor.

Habría que dejar, eso sí, páginas en blanco. Me da a la nariz que este no va ser el último numerito. Aún habrá de darnos jornadas de gloria (o sea, de infamia) el antiguo señor de Moncloa. Por fortuna, con escasa capacidad para hacer ni una milésima del daño que ha hecho. Bastante será si logra indignarnos. Estadísticamente, es más probable que se limite a divertirnos o, si nos pilla en el día tonto, a provocarnos lástima. Ya no le van quedando ni perros que le ladren.

No saber perder

Desde el 24 de mayo hacia acá, uno de los espectáculos más divertidos que se nos ha dado contemplar es la creciente e histérica congoja de los otrora reyes y reinas del mambo que se han quedado colgados la brocha. Además del trabajo a destajo de las trituradoras de papel —y hasta algún incendio como caído del cielo en dependencias municipales—, estos días han cantado la Traviata las esperpénticas chorradas que han salido de labios de los atribulados perdedores, con Yolanda Barcina y Esperanza Aguirre destacando por lo patético. Todas esas invocaciones descangalladas a la alternativa KAS, la Alemania prenazi, la Argentina de Perón, la Venezuela de Chávez o el minuto antes del apocalipisis final, aparte de ser una gachupinada, retratan a la manga de hooligans que las han soltado como obtusos melones incapaces de distinguir la democracia de una onza de chocolate.

Humanamente, se comprende la rabieta de quienes pensaban que su culo era imposible de desatornillar de la poltrona. Y se puede uno imaginar también el tremendo comecome ante el despiadado cambio de bando de las alfombras y los trienios de porquería que ocultan. Pero ya que les toca desalojar, cuánto mejor para su recuerdo —que es todo lo que les queda a algunos— que lo hubieran hecho con una mínima elegancia, mostrando incluso contra pronóstico que también saben perder y bajarse de los machitos sin montar una escandalera monumental. Total, está escrito que, aunque esta vez han salido de golpe un congo y medio, a la inmensa mayoría de los derrotados les está aguardando, a tres cuartos de vuelta de puerta giratoria, una suculenta sinecura.