La memoria vuelve a interpelarnos. El lunes conmemoramos los cuarenta años del cobarde atentado de la extrema derecha paraestatal en el bar Aldana de Alonsotegi que segó cuatro vidas y dejó una decena de heridos. Hoy recordamos los 25 años del asesinato a sangre fría de Gregorio Ordóñez mientras comía en un bar de la Parte Vieja de Donostia. Permítanme que vomite ante el primer imbécil que me esté reprochando ahora mismo lo que los que no tienen ni idea de geometría ni de geografía moral llaman equidistancia. Inútil tarea, explicar a esos mendrugos obtusos y malnacidos que todos los criminales son, en esencia, idénticos. Cambia la atribución de sus vilezas a una causa de conveniencia, pero es puro accidente que maten a este o al otro lado de la línea imaginaria. De hecho, son abundantes los ejemplos a lo largo de la Historia de matarifes que han ejercido en los extremos opuestos.
Y más allá de los victimarios, lo terrible es que cuatro decenios y un cuarto de siglo después de las atrocidades, respectivamente, siga habiendo innumerablesjustificadores de ambas. Especialmente, de la segunda, no nos engañemos. Apuesten y ganen a que hoy tendré que mandar al guano a varios comentaristas de la edición digital de esta columna que vendrán, siempre desde el anonimato farruquito y cagueta, a explicarme por qué Ordóñez se ganó su final a pulso y a conminarme a pasar página por el bien de la convivencia. Lo siniestramente gracioso es que son los mismos que exigen que no queden impunes otras iniquidades. Como ni mi memoria ni mi ética son selectivas, clamo, ya sé que en el desierto, por la denuncia de todas y cada una.
Es solo porque te leen más de los segundos que tendrás más ejemplos.
Hay mucha alcantarilla infecta en la que se justifica toda violencia ultraderechista, solo porque las víctimas en ese caso son, como mucho, «neutrales» (no de las nuestras, vamos)… y los victimarios comparten una o más partes ideológicas.
A cualquier causa le puede crecer una costra violenta. El problema es creer que esa costra violenta es necesaria para la causa, que, de hecho, renunciar a ella es renunciar a la causa. Una vez que la parroquia compra semejante disparate, no hay vuelta atrás que no sea forzada por circunstancias externas realmente potentes. Puede que sea mi paranoia, pero tengo la sensación de que ahora es la parroquia española la que está comprando que el pack incluye necesariamente la conculcación de derechos. Da mucho miedo.
Magnífica columna. Magnífica.
Pues el editorial de El Mundo de hoy sobre el aniversario de Ordoñez, mezclándolo todo…telita.
Habría que distinguir entre un necesario recuerdo y homenaje a un asesinado que dejó viuda y huérfano y un mitin político de lo más ultraderechista del partido socio de VOX en las instituciones, en ésas que creen que son suyas.
El odio es barato y cunde mucho, pero acaba perjudicando también la salud del odiador.