No dejo de imaginar la cara que llevarán estos días los 5.000 pardillos de los tres territorios de la CAV que pagaron religiosamente y a tocateja las multas que les impusieron por saltarse las normas del confinamiento en el primer estado de alarma. Como tantas veces ocurre, no hay buena acción que quede sin castigo. O, en este caso, sin su burlesco agravio comparativo frente los autores de las 14.740 sanciones que decidieron pasarse el pago por el forro y ven ahora cómo todos esos expedientes se van a la papelera. No solo no reciben el correctivo que merecen por su incivismo, su insolidaridad, su rostro de alabastro y, sobre todo, su contribución a la difusión del virus en un momento en que morían miles de personas cada semana, sino que resultan agraciados con el premio de la impunidad. Todo ello, gentileza de sus desprendidas señorías del Tribunal Constitucional que anularon, año y medio después de los hechos, el primer estado de alarma decretado por el gobierno español, con el aval, ojo, de la mayoría parlamentaria.
El mensaje para la sociedad es demoledor, máxime, cuando todavía estamos lejos de haber vencido a la pandemia. Se nos viene a decir que basta un decimal judicioso discutible —recordemos que la resolución salió adelante por una diferencia de un solo voto— para que decidamos que merece la pena liarse la manta a la cabeza y pasarse por la sobaquera las normas que determinen las autoridades sanitarias. Si creen que exagero, piensen en los botellones salvajes que se han convertido en moda porque quienes los perpetran intuyen que se irán de rositas.
Lo que reduce la criminalidad no es la dureza más o menos grande del castigo. Lo que reduce la criminalidad es tener la sensacióm que si haces algo, sí o sí, lo pagas.
Si se tiene la sensación de que «no pasa nunca nada», se tira por el incumplimiento siatemático.
Y no solo sirve para este esperpento de sentencia o los botellones. Sirve para todo lo que os podáis imaginar: empresaurios que «saben» que no aparecerá por ahí la inspección de trabajo, gente que le da zapatilla al coche,etcétera.
La justicia que no sirve para castigar por delitos cometidos, y a su vez, la pena impuesta no tiene ningún efecto disuasorio, no es Justicia ni es nada.
Lo que está pasando con la Administración de Justicia durante todo este tiempo de la pandemia, es como para perder toda confianza en jueces y magistrados. Están haciendo el mayor ridículo visto hasta ahora, y lo que es peor, por lo que supone de pérdida de sus verdaderas funciones, están generando injusticia.
Supongo que irá generalizándose ya la idea de que se ha producido un golpe contra el Estado de derecho en su vertiente de la separación e independencia de poderes.
La irregularidad que supone la pervivencia del CGPJ y por ende el Tribunal Supremo es, ya de por sí, una patada en la pata de la mesa al equilibrio constitucional. Y la falta de criterio jurídico (que debe incluir la llamada equipeya, y que no lo hace) en las sentencias relacionadas con la gestión de la pandemia por los distintos ejecutivos es un pataleo de partido perdedor con un claro menosprecio a la gestión de lo colectivo. Parece ser que cuantos más palos en la ruedas tenga el ejecutivo elegido en las urnas, mejor para España.
Los jueces caen en la contradicción de exigir suspensión de derechos para argumentar la anulación de una limitación razonable de los mismos. Y premian la insensatez de la desobediencia en las medidas, con lo que fomentan con ello el caos y dificultad la solución del problema suscitado. Por supuesto no caen ni en la razonabilidad de devolver las sanciones, afectadas de nulidad, a los ciudadanos que, según sus argumentos se ha violentado en sus derechos.
Yo pensaba que se trataba de alcanzar la justicia y el orden a través del derecho. Pero no: Es para lo contrario.
Coincido con Esnepel en que el sistema judicial español es un agente desestabilizador de las CCAA y sus dirigentes.
Perder la confianza en judicatura y fiscalía supone que antes se tenía confianza en ellas.
Quedó grabada para la historia la famosa frase de Jorge Fernández Díaz : «Esto te lo afina la fiscalia» .Algo que dicho por todo un ministro del interior, poder ejecutivo, suponía ya toda una declaración de intenciones de la ultraderecha para con el poder judicial.
Es todo como
una ópera bufa .. Los jueces a su bola y los partidos políticos que no están en el gobierno deseando el desgaste de estos
Así que a los que nos están desgastando y mucho es a los ciudadanos,que ya estamos más quemados que la pipa de un indio . Lo peor de todo es que a rio revuelto ganancia de pescadores y los pescadores son los menos fiables de todos ellos .. Mientras tanto si no hay respeto por el
orden los descerebrados seguirán campando a sus anchas y los politiquillos de tres al cuarto a sus propios intereses y modus vivendi ,para algunos un auténtico chollo y para otros los que son responsables y serios una auténtica cruz .
Qué duda cabe que los jueces que dictan estas sentencias lo hacen con la intención de sembrar caos a un gobierno que no es del PP. Ya hemos oído grabaciones de gente jactándose de destruir la sanidad catalana o de fiscalías que afinan cosas. Son como la Bruja Avería de la democracia española (los más jóvenes no sabrán de qué hablo). Luego, me viene a la cabeza lo del efecto mariposa, el juez que agita su toga en Madrid y provoca un huracán en Plentzia. Casado no tiene prisa por renovar el judicial. No hace falta tener un master para darse cuenta de que no le interesa.
Alguno igual recurrió porque la propuesta de sanción era improcedente, digo yo.
En cuanto a que los que no reclamaron en su momento no deban ser reembolsados, no está tan claro como pretende el GV: