A buenas horas, mangas verdes. Juan José González Rivas se despidió ayer como presidente del Tribunal Constitucional español clamando que los miembros de la entidad que abandona deben ser ejemplo de virtud y de decencia. Y con la carrerilla cogida, pidió a los cuatro magistrados de estreno tras el último enjuague partidista que actúen con discreción, lealtad institucional y huyendo de la crispación. Lo sorprendente es que nadie en el auditorio rompiera reír o a llorar amargamente ante semejante muestra de cinismo. El cesante sabe (o debería saber) mejor que nadie que si por algo se ha caracterizado el Constitucional en sus últimas actuaciones ha sido exactamente por lo contrario de lo que él aventó. Basta repasar las actuaciones recientes para comprobar que el altísimo Tribunal ha ejercido no ya de contrapeso sino de tosco enmendador de los otros dos poderes, el legislativo y el ejecutivo.
Pero como toda situación mala siempre es susceptible de ser empeorada, con las últimas incorporaciones, se riza el rizo de la ideologización hasta dar de lleno en el sectarismo más grosero. Y no solo por el ya célebre Enrique Arnaldo sino por su contraparte de la izquierda en el pasteleo, Ramón Sáez, cuyas sentencias rezuman doctrina por arrobas. Para que no falte nada, hoy será elegido como nuevo presidente de la cosa Pedro González Trevijano, ponente de la desparpajuda sentencia que tumbó el primer estado de alarma y rector de la Universidad Juan Carlos Primero en los días de los másteres opacos de Pablo Casado y Cristina Cifuentes, entre otros niños bien con carné del PP. Ya ni disimulan.
Hace mucho que ya no se necesita disimular. La derecha española siempre ha sido muy suya, pero me da la impresión de que los cuatro años de mandato de Trump marcaron a los de la fachenda. Los yankis nos vendieron la barbacoa, el running, el Halloween y el Black Friday. Ese periodo de los horrores de Trump ha exportado desverguenza a raudales vino a demostrar varias cosas, a saber. Que un mentecato integral puede llegar a dirigir el cotarro yanki si tiene pasta. Que no es necesario decir la verdad para que te crean y que cuanto más mientas más te creerán y que la mejor forma de demostrar quién manda es con la violencia, como sucedió en el Capitolio.
A pesar del tropiezo del rubio tarado en las elecciones perdiendo el poder ante un octogenario más por estupidez propia y enemistad con los medios que por méritos ajenos en Marca España han surgido a la sombra del trumpismo una serie de figuras que dan vergüenza ajena pero que tienen gancho entre los votantes y no hace falta mencionar sus nombres siquiera pues están todos los días diciendo chorradas.
Al calorcillo del neofascismo chachi propagando miedos, alentando revueltas de empresarios y calumniando sin respuesta, ha vuelto la justicia descarada, la de esto lo digo yo y se hace por mis cojones, que es lo que dijo hace años un juez de Bilbao empeñado en sentar en el banquillo al Lehendakari Ibarretxe. En aquel pulso entre un Lehendakari y una Justicia de parte ganó la segunda. Fue un ensayo de lo que después ha venido, que viene a ser lo mismo que hubo desde 1939 sólo que ahora presumen de demócratas.
Hace pocos días un tribunal USA ha liberado de todos sus cargos a un niñato racista blanco que mató a dos no blancos en una manifa. La desvergüenza es contagiosa y ya está muy extendida.