De pocas columnas me avergüenzo tanto como de una en la que le cantaba las mañanitas a un ser humano que atiende por Beatriz Talegón. Esta no es, de hecho, la primera vez que me fustigo en público por la patética colección de blandenguerías que le dediqué a la que por aquel entonces me pareció una joven política con arrestos para soltar cuatro frescas bien dichas a un rebaño de dinosaurios de su propia organización, la Internacional Socialista. Toda la autenticidad que pudiera haber en el rapapolvo a sus mayores se fue diluyendo —fenómeno digno de estudio— con la difusión viral del video que mostraba el episodio. Al cabo, esas imágenes no fueron más que el casting de la susodicha para convertirse en secundaria con frase en tertulias de aluvión.
Ha sido en esas salsas rosas politiqueras donde hemos completado su retrato como nada entre dos platos. Mohínes, lagunas de culturilla general del tamaño de las de Ruidera y frases de diez céntimos al margen, en cada una de sus intervenciones, Talegón ha explotado tozudamente el personaje con que se dio a conocer, el de la alevín díscola del PSOE. Se preguntaba uno qué diablos hacía en una cofradía que tan mala vida le daba.
Pero ese frotar se va a acabar. Espoleada, según dice, por la actuación de Ferraz ante el referéndum griego, ha decidido darse de baja de entre los puños y las rosas. La parte más divertida es que un segundo después de propagar urbi et orbi que devolvía el carné, la mengana se puso en almoneda, o, utilizando sus propias palabras, “a disposición de cualquier plataforma que tenga equipo y ofrezca un cambio de izquierdas de verdad”. En fin.