Le salva a Arantza Quiroga que el personal está a otras cosas, y solo los muy cafeteros, que apenas sumamos un puñado, hemos asistido al ridículo estratosférico que ha hecho con su propuesta de ponencia que ha durado medio suspiro. Miren que a un par de horas de la presentación de la iniciativa vista y no vista, le pregunté a la secretaria general del PP en la demarcación autonómica, Nerea Llanos, si en casa les iban a dejar quedarse hasta tan tarde, y me dio a entender que a ciertas edades ya no hay que pedir permiso. Servidor, que es bastante mal pensado porque las ha visto de casi todos los colores, imaginó que estaba asistiendo a una de tantas escenificaciones con que nos deleitan los políticos.
En mi errónea composición de lugar, se habría tratado de aparentar que el PP pop, camino de la irrelevancia sin remisión en Euskadi, sacaba su genio, daba un golpe sobre la mesa que conseguía la atención mediática y una cierta consideración, y Génova rezongaba un poco, pero no llegaba a cortar el vacilón. No me cuadraba la proximidad de las elecciones generales para montar un happening así, pero menos me entraba en la cabeza que los siempre dóciles dirigentes populares de por aquí arriba se tirasen a la piscina sin consultarlo a sus señoritos en Madrid.
Pues ya ven. En menos que se dice Mariano, Alfonso Alonso, que le debe unas cuantas a Quiroga, le ordenaba el freno y marcha atrás desde los micrófonos de COPE, nada menos, y a pregunta lanzada para provocar tal efecto por Carlos Herrera, que por lo visto, manda más que la de Irun. Al PP vasco le debería hacer el himno Sabina. Qué manera de palmar.