Franco, esa momia

Estuvo agudo el nietísimo del bajito de Ferrol en la entrevista-declaración de intenciones con la que Carlos Herrera inauguró su curso radiofónico en la emisora de los obispos españoles al precisar el término más adecuado para nombrar los (¡a buenas horas!) controvertidos despojos de su abuelo. “Momia, es una momia porque su cuerpo fue embalsamado y momificado”, aclaró airado el primer vástago varón de Carmencita y del doctor Martínez-Bordiú, aquel carota que, en su calidad de yerno y mandamás del famoso “Equipo médico habitual” que firmaba los partes, hizo las fotografías de la agonía del viejo asesino por las que años más tarde La Revista del inefable Peñafiel (*) pagaría 15 millones de pesetas.

¿Momia? Puesto que el segundo Señor de Meirás lo dice desde la autoridad consanguínea y la de llevar el mismo nombre y apellido (esto, con truco) que el dictador, habrá que comprarle el palabro y hacerlo de uso popular. Lo siguiente, como ya anoté aquí mismo cuando se servían los primeros capítulos del culebrón, es sacar esa peculiar versión galaica de Tutankamón del Valle de los Caídos y entregarla sin más miramientos a sus desparpajudos deudos para que dispongan de la reliquia como les salga de la sobaquera. Corriendo con los gastos, faltaría más, que bastante han venido chupando de la piragua las diferentes ramas de la familia del extinto.

Si lo hicieran dentro de un cuarto de hora, hasta podríamos dar por bueno este cansino episodio que nos ha servido para confirmar lo que sospechábamos: que 43 años después del “hecho biológico”, sigue habiendo un huevo y medio de franquistas, empezando por los jóvenes líderes de ya saben qué partidos.


(*) En el texto inicial decía que las fotos las había comprado Interviú. Sin embargo, aunque estuvo detrás de ellas, como me aclara mi compñaero Alberto Moyano, fue La Revista de Jaime Peñafiel quien pagó y las publicó. Busquen la historia en internet, porque merece la pena.

Quiroga, otro papelón

Le salva a Arantza Quiroga que el personal está a otras cosas, y solo los muy cafeteros, que apenas sumamos un puñado, hemos asistido al ridículo estratosférico que ha hecho con su propuesta de ponencia que ha durado medio suspiro. Miren que a un par de horas de la presentación de la iniciativa vista y no vista, le pregunté a la secretaria general del PP en la demarcación autonómica, Nerea Llanos, si en casa les iban a dejar quedarse hasta tan tarde, y me dio a entender que a ciertas edades ya no hay que pedir permiso. Servidor, que es bastante mal pensado porque las ha visto de casi todos los colores, imaginó que estaba asistiendo a una de tantas escenificaciones con que nos deleitan los políticos.

En mi errónea composición de lugar, se habría tratado de aparentar que el PP pop, camino de la irrelevancia sin remisión en Euskadi, sacaba su genio, daba un golpe sobre la mesa que conseguía la atención mediática y una cierta consideración, y Génova rezongaba un poco, pero no llegaba a cortar el vacilón. No me cuadraba la proximidad de las elecciones generales para montar un happening así, pero menos me entraba en la cabeza que los siempre dóciles dirigentes populares de por aquí arriba se tirasen a la piscina sin consultarlo a sus señoritos en Madrid.

Pues ya ven. En menos que se dice Mariano, Alfonso Alonso, que le debe unas cuantas a Quiroga, le ordenaba el freno y marcha atrás desde los micrófonos de COPE, nada menos, y a pregunta lanzada para provocar tal efecto por Carlos Herrera, que por lo visto, manda más que la de Irun. Al PP vasco le debería hacer el himno Sabina. Qué manera de palmar.